viernes, 24 de abril de 2009

La maestra Conchita


Su nombre era Seño Conchita. Mientras estuvo al frente de su clase de 5º grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira. Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento estaba un niño llamado: Pedrito. Seño Conchita había observado a Pedrito desde el año anterior y había notado que él no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y constantemente necesitaba darse un buen baño. Pedrito comenzaba a ser un tanto desagradable. Llegó el momento en que Seño Conchita disfrutaba al marcar los trabajos de Pedrito con un lapicero rojo haciendo una gran X y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas. En la escuela donde Seño Conchita enseñaba, le era requerido revisar el historial de cada niño, ella dejó el expediente de Pedrito para el final. Cuando ella revisó su expediente, se llevó una gran sorpresa. La Profesora de primer grado escribió: “Pedrito es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales, es un placer tenerlo cerca". Su profesora de segundo grado escribió: “Pedrito es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil. La profesora de tercer grado escribió: "Su madre ha muerto, ha sido muy duro para él. El trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no muestra mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman ciertas medidas". Su profesora de cuarto grado escribió: “Pedrito se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase. Ahora Seño Conchita se había dado cuenta del problema y estaba apenada con ella misma. Ella comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos les llevaron sus regalos del Día del Maestro, envueltos con preciosos moños y papel brillante, excepto Pedrito. Su regalo estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había tomado de una bolsa de papel. A Seño Conchita le dio pánico abrir ese regalo en medio de los otros presentes. Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume con solo un cuarto de su contenido. Ella detuvo las burlas de los niños al exclamar lo precioso que era el brazalete mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca. Pedrito Morales se quedó ese día al final de la clase el tiempo suficiente para decir: “Seño Conchita, el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá". Después de que el niño se fue ella lloró por lo menos una hora. Desde ese día, ella dejó de enseñarles a los niños matemática, a leer y a escribir. En lugar de eso, comenzó a educar a los niños. Seño Conchita puso atención especial en Pedrito. Conforme comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, él respondía más rápido. Para el final del ciclo escolar, Pedrito se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase y a pesar de su mentira de que quería a todos sus alumnos por igual, Pedrito se convirtió en uno de los consentidos de la maestra. Un año después, ella encontró una nota debajo de su puerta, era de Pedrito, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Seis años después por las mismas fechas, recibió otra nota de Pedrito, ahora escribía diciéndole que había terminado la preparatoria siendo el tercero de su clase y ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Cuatro años después, recibió otra carta que decía que a pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la escuela y pronto se graduaría con los más altos honores. Él le reiteró a Seño Conchita que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida y su favorita. Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después de que concluyó su carrera, decidió viajar un poco. La carta le explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita, pero ahora su nombre se había alargado un poco, la carta estaba firmada por el Doctor Pedro Fernando Morales. La historia no termina aquí, existe una carta más que leer, Pedrito ahora decía que había conocido a una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hacía un par de años y le preguntaba a Seño Conchita si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio, por supuesto, Seño Conchita acepto y adivinen. Ella llega usando el viejo brazalete y se aseguró de usar el perfume que Pedrito recordaba que usó su madre, la última Navidad que pasaron juntos. Se dieron un gran abrazo y el Dr. Morales le susurró al oído, "Gracias Seño Conchita por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia". Seño Conchita con lágrimas en los ojos, tomó aire y dijo, “Pedrito, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mí que yo puedo hacer la diferencia. "No sabía cómo educar hasta que te conocí. Alegra el corazón de alguien hoy... comparte este mensaje. Recuerda que a donde quiera que vayas y hagas lo que hagas, tendrás la oportunidad de tocar y cambiar los sentimientos de alguien, trata de hacerlo de una forma positiva.

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