Por: Téódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - Las crisis electorales de las dictaduras por Teódulo López Meléndez. Las dictaduras convocan elecciones para ganarlas, nunca para perderlas. Si las pierden entran en acciones contumaces. En 1952 Pérez Jiménez hizo arrestar a la dirección nacional de URD y la mandó al exilio. En el 2008 Chávez recurre a todas las prácticas aberrantes de las que hemos sido testigos. El propósito es siempre el mismo: si las elecciones no sirven para ratificar al régimen hay que demostrar categóricamente que tampoco sirven para que la oposición salga de la dictadura. Lo que el gobierno está haciendo es, pues, tratar de demostrar que la oposición debe olvidarse de la salida electoral, creando así, en el seno de la población, una tendencia abstencionista irreductible. Si logra convencer a la gente que votando nada logra habrá conquistado una gran victoria. Así, Chávez despoja de todo instrumento de gobierno a las alcaldías y gobernaciones que pasaron a manos de la oposición como en un mensaje que significa "no les valió de nada". De esta manera, llegado el punto en que la dictadura pierde las consultas, se establecen graves consecuencias para ambas partes, gobierno y oposición. Este es el momento en que las dictaduras comienzan su declive inexorable, no sin pasar por la tentación de no autorizar más procesos electorales. Tienden, entonces, a endurecerse, a huir hacia adelante, a extremar la bronca, a cometer las fechorías más descabelladas. La oposición entra también en una especie de limbo, pues debe decidir si toma el camino "comeflor" y espera o se aventura a ejercer una presión mayor para la salida del régimen. La oposición venezolana ha tomado el camino de "paz y amor", una deconformismo reflejado en la actitud de quien se resigna a tratar de gobernar con los restos que le dejaron. El gobierno ha tomado el atajo de la intemperancia absoluta. De Pérez Jiménez no se puede decir que tuviese alguna perturbación psíquica o que estuviese dominado por alguna ideología inflacionaria; era un simple dictador militar a la usanza de la época y no más. El que ahora tenemos no concibe otra forma de vida sino como presidente, tiene una indigestión ideológica y conductas que llaman la atención de los especialistas. Como hemos llegado al punto neurálgico del cruce hay que admitir que la situación se hace de extremo peligro. Se anexa el desvarío de quienes buscan los argumentos más insólitos para justificarse con el jefe y desde ya proponen establecer centros de votación en los locales de Barrio Adentro o en el de las "Misiones"; seguros están que si allí se vota todos lo harán por el partido formado desde el gobierno, experimento que en la historia venezolana ha resultado un absoluto fracaso; esto es, los partidos venezolanos exitosos se formaron en la oposición. En este punto neurálgico, el aspirante a presidente eterno se desquicia y lanza de una vez la "autorización para que el partido busque el establecimiento de la reelección indefinida, llama al gabinete a sus alcaldes y gobernadores en un acto de desprecio a la Constitución que indica la convocatoria del Consejo Federal de Gobierno y avala el delito de las grabaciones ilegales al anunciar la expulsión del Cónsul General de Colombia en Maracaibo quien en una conversación telefónica privada celebraba con alguien de Bogotá el triunfo de la oposición en los principales estados fronterizos con su país. Una acotación sobre esto último: ¿la indiferencia internacional llegará hasta el punto de que el cuerpo diplomático acreditado en Caracas no proteste la violación de las normas internacionales sobre respeto a las misiones extranjeras? Por si fuera poco el presidente con aspiraciones de eternidad justifica sus andanadas alegando que aquí vivimos una guerra de clases, que el problema es la lucha entre ricos y pobres, atizando una confrontación que sus bandas armadas pueden llevar al paroxismo. El presidente con aspiraciones de eternidad siembra violencia en cada una de sus palabras, unas que el viento esparce y colocan a esta república en situación de alto riesgo. La oposición resignada debe entender que ante el país debe mantener abierta la opción electoral, que debe hacerse respetar manteniendo dentro de lo posible la lógica de una alternabilidad mediante el voto y dentro de los límites de la prudencia política enfrentar con más energía las andanadas de la dictadura que ha entrado en la fase trágica -para ella- de perder elecciones. Una cosa es mostrar tolerancia y amplitud para contrastar con la brutalidad del régimen y otra muy distinta mostrarse alelada con los cargos que está ocupando. Si se justificó en la inacción por el afán de llegar a las elecciones regionales, ahora que le han quitado todo ya no tiene nada que perder ni excusas valederas. Mucho me temo que la oposición está lejos de encontrar el camino adecuado. Desde el gobierno dictatorial no puede esperarse nada más que lo que estamos viendo. La presentación de la reelección indefinida no es más que el primer paso. Podría seguirle una ley que establezca una gobernación para Caracas y así descabezar al alcalde Ledezma, el nombramiento de vicepresidentes por regiones para hundir en la inopia las regiones gobernadas por la oposición, el aumento de la represión real y la agresión contra los medios radioeléctricos que aún ejercen con independencia la información y la opinión. Los vientos que soplan sobre esta república están descontrolados. Toca a los demócratas hacer ejercicio de inteligencia en el diseño de estrategias y tácticas. Quizás toca recordar el espacio que va desde 1952 a 1957.
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