jueves, 3 de julio de 2008

Un Gobernante ejemplar


Por: Antonio Sánchez García - La operación llevada a efecto hoy por los servicios de inteligencia del ejército colombiano bajo el comando de los generales Mario Montoya y Freddy Padilla y las órdenes directas del ministro de la defensa y del presidente Álvaro Uribe, pasará a la historia de la lucha contra la insurgencia de las narcoguerrillas colombianas como el golpe más espectacular dado alguna vez a un ejército enemigo en tierras latinoamericanas. Sin disparar un tiro y haciendo uso exclusivo de una sofisticada operación de infiltración al Secretariado de las FARC, los hombres de Álvaro Uribe lograron la liberación de los más importantes secuestrados de las FARC: Ingrid Betancourt, tres norteamericanos y otros 11 prisioneros de primera importancia, militares y civiles. Junto a ellos se logró la detención de Alias César, el comandante a cargo de los secuestrados y de uno de sus acompañantes. La Operación Jaque, en efecto una jugada de verdadero ajedrez político militar, demuestra la grandeza del liderazgo político del presidente Uribe, la justeza de su estrategia de enfrentamiento a las narcoguerrillas y su inmensa capacidad logística, operativa y de inteligencia. Demuestra sin lugar a dudas ser el más grande estadista colombiano, un hombre comprometido en cuerpo y alma con la integridad y soberanía de su Nación y un político osado y valiente, capaz de mantenerse tenaz e incansablemente tras el logro de sus objetivos: terminar con las FARC y restaurar la paz y la plena vigencia del estado de derecho en la república hermana. Sorprenden las declaraciones del presidente Sarkozy agradeciéndoles a Rafael Correa y a Hugo Chávez así como a los restantes mandatarios de la región por los esfuerzos realizados para la liberación de Ingrid Betancourt. Como bien lo señalaran las informaciones contenidas en los laptops de Raúl Reyes, queda meridianamente claro que ni uno ni otro han estado verdaderamente interesados en dicha liberación. Su interés primordial ha sido torpedear las acciones del ejército colombiano, interponer una cuña entre el presidente Uribe y las Farc y lograr obtener una salida política de alto efecto para el fortalecimiento de las narcoguerrillas. Incluso impedir la liberación de ingrid Betancourt. Precisamente cuando más debilitadas se encuentra. Por cierto: gracias a la constancia y el empeño del presidente Uribe. Este tema que hoy llena de felicidad a los colombianos y de regocijo a los demócratas de la región, no estuvo en la agenda del Mercosur, recientemente celebrado en Tucumán. Ni ha sido auténtica preocupación de la OEA ni muchísimo menos de su Secretario General José Miguel Insulza, que ha tenido la desfachatez de reivindicar al presidente Hugo Chávez por su mediación para resolver el conflicto diplomático existente entre Colombia y Ecuador. Como si tal conflicto no hubiera sido generado precisamente por el presidente Chávez. A esta "operación jaque" le sucederá pronto la "operación jaque mate". De un golpe de esta magnitud, que demuestra el nivel de incapacidad logística, desorganizació n y bajos niveles de inteligencia del Secretariado de las FARC, no se recuperará fácilmente. Perdidos sus secuestrados de primera magnitud, verdaderas joyas de la corona que garantizaban un blindaje contra las acciones más devastadoras del Ejército y la Fuerza Aérea colombiana, quedan a la intemperie, desprestigiados y confundidos. Han sido burlados de una manera casi grotesca. La operación Jaque preludia la desaparición de las FARC y restituye todo el prestigio de un gran estadista, sometido a la miseria de un sector de la clase política colombiana, más interesada en liquidarlo para reconquistar sus perdidos espacios que en ponerle fin a la tragedia que azota a su pueblo. Los miembros de la Corte Suprema de Justicia, que se han prestado a las viles escaramuzas de los enemigos de Uribe, deberían mirarse en el espejo de su grandeza. Les hace falta.

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