Por: Gustavo Yepes - gyepesp@gmail.com - Nuestra constitución, la que él inventó y sólo nosotros respetamos, contiene en sus Principios Fundamentales una cantidad de palabras hermosas, tales como democracia, libertad, igualdad, paz, prosperidad, corresponsabilidad, alternativo, descentralizado, pluralista. La realidad es otra. El régimen actual dice respetar la constitución y pasa alegremente por encima de esas palabras y de todo lo que ellas representan. Han surgidos muchas opiniones para calificar al tipo de régimen que sufrimos los venezolanos. Los mismos gobernantes, cada vez que califican de algo a la oposición, se están calificando a si mismos, como parte del perverso juego goebbeliano de culpar al adversario de sus propios defectos. Hay quienes califican al régimen de “neo-dictadura”, acudiendo a un término que, independientemente de su valor académico, lo que hace es suavizar una realidad que supera con creces a tan débil término. Otros dicen que el régimen está al borde, o a punto de cruzar una línea que fue mancillada hace mucho tiempo. Un régimen que privilegia las decisiones de un individuo por sobre las decisiones del colectivo, que diferencia a los ciudadanos ante la ley, y que dicta a los demás poderes constituidos las pautas a seguir, no puede ser calificado como un régimen democrático. Un régimen que pretende colocarse por encima de otros estados o comunidades, que intenta ejercer un dominio sobre naciones más débiles y trata de expandirse política y/o económicamente, es un régimen imperialista. Si limita la actividad del ámbito privado o de otros ámbitos públicos, realizando actividades que les corresponden a ellos, y además trata de influir de manera ilegítima en las decisiones de otros estados, es un régimen intervencionista. Un régimen que se manifiesta seguidor de la filosofía y doctrinas de Karl Marx, se define a si mismo como un régimen marxista. Aquel que promueve la lucha de clases y la propiedad social de los medios de producción, debe ser calificado como un régimen comunista. Si incita a la violencia contra sus “enemigos” a través de la propaganda oficial, hace énfasis en las diferencias de clases, dirige abusivamente la economía, y tiende a victimizarse, es un régimen con claros componentes fascistas. Uno que basa su propaganda en los principios que desarrolló Goebbels, tiene características de nazi. El que se manifiesta contrario a la influencia de las instituciones religiosas en los asuntos políticos, y que además promueve o ejerce la violencia, tanto verbal como física, contra dichas instituciones, es un régimen anticlerical. Un régimen que desprecia a las élites económicas e intelectuales, que rechaza a los partidos tradicionales, que denuncia continuamente de corrupción a las clases privilegiadas y apela constantemente al pueblo como fuente de poder, es definitivamente un régimen populista. El que apela a las emociones y a los sentimientos mediante la retórica y la propaganda para ganar el apoyo popular y excluye a los “ricos” para privilegiar a los “pobres”, es considerado como un régimen demagogo. Un régimen que considera que la fuerza militar es la fuente de toda la seguridad del estado y justifica y promueve la preparación militar de la sociedad, no es otra cosa que un régimen militarista. El que concentra las decisiones y las competencias en el gobierno central es un régimen centralista. Uno que aglutina todo el poder en la figura de un solo individuo es un régimen dictatorial. Aquel cuya cabeza visible ocupa y ejerce el poder, no por derecho sino por la fuerza, o hace un uso abusivo del poder, se considera como un régimen tiránico. Un régimen que implanta como sistema de gobierno el ejercicio de la soberanía en manos de un individuo, es un régimen monocrático. Si la voluntad de una sola persona es la “suprema ley”, es un régimen autócrata. Aquel que desprecia el consenso y promueva la irracionalidad de las decisiones, y pretende conservar el poder a través de mecanismos contrarios a la libertad, es un régimen autoritario. Uno que restringe seriamente las libertades y ejerce todos los poderes, sin restricciones, es un régimen totalitario. Finalmente, un régimen que puede identificarse total o parcialmente con varios de los anteriores, es un régimen “arroz con mango”. Esta calificación no debe tomarse en sentido peyorativo ni jocoso, sino como una clara señal de que la estrategia para combatir a un régimen con tales características no puede ser la tradicional. Requiere de líderes que entiendan cuál es el adversario, cuáles son sus variados métodos, y sean capaces de desarrollar una estrategia aglutinadora y efectiva. Aquel que dirige un régimen con algunas características de las mencionadas anteriormente, puede ser tildado de imperialista, intervencionista, marxista, comunista, fascista, nazi, anticlerical, populista, demagogo, militarista, centralista, dictador, tirano, monócrata, autócrata, autoritario, totalitario, o una combinación de las anteriores, pero nunca debería ser llamado Presidente o Demócrata. Esas palabras le quedan demasiado grandes y son incompatibles con las anteriores. Aquellos que colaboran con él, directamente o aprovechándose de las circunstancias, no son más que cómplices o colaboracionistas, y los que ejecutan órdenes superiores que están reñidas con los principios democráticos y los derechos humanos, deben ser calificados de esbirros. La buena noticia, es que todos estos regímenes, tarde o temprano, son rechazados por los pueblos sometidos, siempre ansiosos de disfrutar del más preciado de los derechos humanos: la libertad.
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