sábado, 3 de enero de 2009

Reelección.. ¿Sí? ¿No?


Por: Amèrico Martìn - La editorial Nueva Sociedad publicó en 1991 un libro contentivo de varios ensayos escritos por los politólogos Dieter Nolhen y Mario Fernández sobre el tema del presidencialismo y el parlamentarismo en América Latina. Observen la fecha, 1991. No estaban en el poder los presidentes que hoy deshojan la margarita sobre su posible reelección ni tampoco el que la ambiciona con carácter perpetuo. Nolhen y Fernández no hubieran imaginado semejante extravagancia, en ese momento más insólita todavía porque se había afirmado en la región la convicción de que el presidencialismo excesivo era el culpable del estancamiento y la debilidad institucional de Latinoamérica. Se discutía cómo contrabalancear ese poder, ineficaz y antidemocrático, y las reflexiones se dirigían hacia el fortalecimiento de los parlamentos. Se decía que donde los congresos eran menos sumisos a la voluntad del presidente, el progreso era evidente. Incomprensiblemente todo eso fue abortado. En la agenda se incluye ahora el presidencialismo reforzado, vale decir, la reelección. Se debate esa fórmula en Brasil, Colombia y Venezuela. Los amigos de Uribe y Lula quieren verlos en el poder por un período más mientras que Hugo Chávez --no sus amigos, él-- pide ser reelecto hasta el fin de sus días. Aparentemente Lula ha descartado una nueva postulación. Reivindicó la alternabilidad y ha asegurado que las reelecciones indefinidas son negativas. Uribe parece más interesado y el caso es que, si es nominado, ganaría probablemente con mucha holgura. En Colombia y Brasil se admitía la reelección inmediata, pero por una sola vez y con lapsos de cuatro años. ¿Por qué tantas reservas? Pues porque la figura del presidente-candidat o perturba la transparencia del sufragio. Así fuera el personaje más impoluto y democrático del mundo, tiene una ventaja enorme sobre sus rivales. De allí el error de abusar de las reelecciones inmediatas (con dos períodos intercalados es otra cosa) y la aberración de quien quiere hacerlo las veces que el cuerpo del monarca aguante. En Venezuela el lapso es de seis años con inmediata reelección. Eso es muy malo, pero peor es la eternidad reelectoral. El nuevo capricho presidencial carece de precedentes domésticos o universales. En efecto: Venezuela ha tenido 27 constituciones y en ninguna se asoma lo que pretende Chávez, y por otra parte ningún país presidencialista incorpora semejante exabrupto. La obsesión de Chávez fue derrotada en diciembre de 2007. Sí --saltan a decir sus plumarios--, pero a través de la reforma, no de la enmienda. A Chávez y sus conmilitones no les cabe en la mollera que lo importante es la voluntad popular y ella se manifestó claramente por vía de reforma porque así la propuso el presidente; ¿si hubiera propuesto la enmienda acaso el resultado no hubiese sido el mismo? El presidente apura el paso. Fijó él, y siempre él, la fecha del 15 de febrero. ¿Habrá árbitro electoral que le prohíba el abuso de los recursos del Estado? Como él nadie nunca lo hizo en Venezuela, y hasta donde conozco --y no es poco lo que en esta materia conozco-- tampoco en América. En un programa de televisión me escucharon decir que si, asustado, el presidente retira la enmienda, deberíamos retomar la consulta popular. No me desdigo de las reservas sobre la inconstitucionalida d e inmoralidad de la enmienda, pero sería gratificante escuchar otra vez no a la perpetuidad. Chávez perdió la conexión con la realidad. Una derrota debería llevarlo a enterrar la cabeza en la almohada y pensar si vale la pena seguir arando en el pantano. Y los chavistas que no quieran ser políticamente castrados, deberían quebrar lanzas por la alternabilidad y el cese del odio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario