sábado, 3 de enero de 2009

Mañana será otro día


Por: Nicolas Pèrez Arguelles - Nicop32000@yahoo. com - Hugo Chávez inició el año 2008 a todo tren acusando al presidente de Colombia Alvaro Uribe de secuestrar al niño Emmanuel, y lo termina diciendo que ''hará las maletas'' si no logra ganar el próximo referendo que le permita permanecer indefinidamente en el Palacio de Miraflores. Lo suyo es el brete, el circo, vivir como las mujeres de Almodóvar al borde de un ataque de histeria. Hernán Escarrá, un analista político y opositor de altas credenciales, en una declaración a medios de prensa españoles, opina que si Chávez pierde decretará un estado de emergencia en el país y gobernará de manera radical, es decir, que jugará las cartas de la dictadura. Con todo respeto, me paso con fichas, al presidente de Venezuela no es fácil hacerle vaticinios. Con él no hay adivinos ni oráculos que valgan por una sencilla razón: no hay nadie que sepa que va a hacer Chávez dentro de un mes, porque ni el propio Chávez sabe que va a hacer en los próximos quince minutos. Es alguien que en medio del escenario, rodeado de tramoyas, telones, sogas y luces, se da cuerda como si fuese un trompo e improvisa. No se le puede conectar a ningún tomacorriente, funciona con pilas. A ningún colaborador ni mentor se le puede responsabilizar de sus errores, Hugo el Soberbio en la soledad de su inmenso poder teje la urdimbre de sus estupideces y genialidades. Sus pocos versos no son rimados sino libres. Al contrario de Fidel Castro no tiene un guión para establecer diálogos o monólogos, y en medio de su representació n a ratos suelta ''bocadillos" inconexos, ajenos a su personaje. No escucha a nadie, y cuando sobre Palomo, el caballo del Libertador Simón Bolívar, salta la cerca de alambre de púas y sale a galope tendido corriendo por el potrero, y los venezolanos que se le oponen gritan con alegría mal contenida: ''Ahí va el loco, ahí va el loco'', pues muy cierto que ahí va un loco pero no va un tonto. Ese es el gran error de la oposición chavista, confundir el consumo de litium con la estupidez, la payasada con la falta de inteligencia y la vulgaridad con la torpeza política. ¿Quieren hechos?... aquí están. Hugo Chávez Frías frente a un pueblo de vasta raigambre democrática intentó dar un golpe de Estado el 4 de febrero de 1992 a un gobierno electo por el pueblo y provocó según cifra oficial 18 muertos y cifra extraoficial 50 muertos y más de 100 heridos. Inexplicablemente, seis años y cinco meses más tarde, el 6 de diciembre de 1998, Hugo toma el poder con el 56.5% de los votos de sus ciudadanos. En ese instante ha logrado desmoralizar y pulverizar a una oposición inteligente, culta y tradicionalista. Seguidamente convoca entre elecciones y referendos a diez procesos electorales y con fuerza, astucia y un ganchillo gana todos menos uno. Y a pesar de sus errores garrafales de táctica y estrategia y de las situaciones internacionales ridículas en que se ha visto envuelto, logra despertar admiración en América Latina, paralización en Washington y simpatías en Europa. Pero esta suma de hechos incontrovertibles no ha resuelto nada. Su oposición dura y blanda sigue sin entender que está ante alguien que engorda cuando lo enfrentan con insultos, superficialidades y estereotipos. Aunque ahora su suerte parece comenzar a declinar, Chávez está en problemas. Enfrenta el mismo drama que enfrentamos todos a diario. La vida es elección, lo dijo el filósofo danés Soren Kierkegaard. El presidente de Venezuela tiene que elegir en los próximos días, si pierde el referendo, entre la almendra con almizcle que perfuma el aliento de libertad o el marañón que aprieta la boca. Y la situación la tiene fea. Cuando un político en América Latina con conatos dictatoriales en su expediente cae lo hace en picada. Es su caso. Tanto poder lo ha desgastado. Ahora sin el ángel de la guarda del barril de petróleo a $165, es la Anita la Huerfanita de Sabaneta, y su revolución bolivariana del siglo XXI está más imprecisa que el sexo de un jején. De aquí al día de la elección Hugo va a intimidar, amenazar y reprimir. Si gana seguirá la fiesta. Pero si pierde no creo que trate de imponerse por la fuerza como piensa Hernán Escarrá, porque su inteligencia y su instinto de supervivencia son más fuertes que su bipolaridad. El ejército no le va a permitir que fusile a mil venezolanos. Más le vale huir, quedándose. Aceptar la derrota le consolidaría su fama de demócrata en la ingenua y vieja Europa, y tendría entonces hasta el 2012 para inventar el agua tibia y negarse a abandonar el poder. Y es que para Hugo Chávez, como para la Scarlett O'Hara de la novela Gone with the Wind de Margaret Mitchell, siempre, "mañana será otro día''.

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