Por: Renato Cisneros - El Comercio (Perú) - A pesar de su fama de antipático, Chávez fue uno de los mandatarios que mejor aprovechó las instancias de negociación con otros jefes de Estado. Charló largo rato con el primer ministro francés, luego con el jefe de Gobierno de Austria, y con el presidente del Gobierno Español, José Luis Rodríguez Zapatero.Y aunque se especuló mucho respecto del altercado verbal que tuvo la semana pasada con la canciller alemana Angela Merkel, fue el propio Chávez quien se encargó de apagar ese incendio.“Me dio mucho gusto darle la mano. Me acerqué, le dije: ‘Si dije algo muy duro, perdóneme, aquí está mi mano’, y todo quedó bien. Le di dos besos. Ella luego me invitó a Alemania“.En otro pasaje de la tarde, el polémico venezolano saludó muy afectuosamente a Fernando Lugo, presidente electo de Paraguay, con quien guarda afinidades ideológicas.“Eres joven. Te ves más viejo en televisión“, le bromeó.Luego, aprovechando la fugaz presencia del boliviano Evo Morales en las inmediaciones, felicitó al sonriente Lugo y lo invitó para trabajar junto con ellos.“Tenemos un indio (Evo), un soldado (él) y un economista (el ecuatoriano Rafael Correa). Nos faltaba un obispo. Así que cuente con nosotros modestamente. Eso sí, no queremos rayarlo, aquí estamos los chicos malos”, le advirtió socarronamente Chávez.Con modales más suavizados de los que se esperaba y con un buen humor que le concede cierto innegable carisma, Chávez comentó que la primera vez que vino a Lima era un cadete de 18 años. En esa ocasión, recordó, visitó Palacio de Gobierno y conoció a Juan Velasco Alvarado.“Le rindo tributo a la memoria de ese gran soldado revolucionario”, afirmó, aunque le reventó cohetes a una polémica medida como la reforma agraria.Según contó, no solo intimó con Velasco Alvarado en aquella primera visita. “La pasamos muy bien aquella vez. Recuerdo que paseábamos en coche por el Callao. Es más, ahí tuve una novia. Se llama Elena, pero ahora ya debe ser una abuela, como yo”.Chávez es un tipo muy curioso. De acuerdo con el testimonio de un trabajador del hotel Casa Andina, el venezolano reservó los pisos 16, 17 y 18 del edificio, y ni bien llegó la madrugada del viernes ordenó que le suban 4 botellas de whisky etiqueta azul a su habitación. Además, llenó su cuarto con varias cámaras de vigilancia y pidió que sea su cocinero personal el único que le sirviera alimentos. La fuente asegura que llevó dos perros pequeños y también un cuadro enorme de su ídolo: Simón Bolívar .Sobre la medianoche, el calmado y risueño Chávez regresó a Caracas. Seguramente pasará poco tiempo antes de que vuelva a interpretarse a sí mismo.
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