Por: Lorenzo Madrigal - http://www.elespectador.com/opinion/columnis tasdelimpreso/lorenzo-madrigal/columna-insultos-y-disculpas - LA DIPLOMACIA, AQUEL ARTE DE decir mentiras, tan elegantes como necesarias para una tolerable relación entre las naciones, ya es rara ave en el entorno americano. Los alamares de naftalina, el viejo frac y condecoraciones, ¿qué se ficieron?. No es imaginable un Hugo Chávez con aletas de sacoleva, chistera y guantes de cuero habano, y aunque en ocasiones luce bandas desmedidas y collares, lo hace —bueno, es lo que se lleva— sobre un traje de calle, por cierto bien cortado (Chávez es buena percha). Llega a ser gracioso. Producen hilaridad su antidiplomacia y su histrionismo: el saboreo de labios, las pausas calculadas, y el manejo de un auditorio cautivo, de gorras rojas, obsecuente para el aplauso. El primer insultado fue el presidente de México, cuando lo era Vicente Fox. “Lacayo de Norteamérica”. A Bush no le ha ahorrado epítetos, pero lo más recordado es aquello de “diablo” y lo de impregnar de azufre el atril de Naciones Unidas. Al presidente García, del Perú, lo llamó “ladrón de siete esquinas”, pero no hace tres días se abrazaba con él, anfitrión en la Cumbre de Jefes de Estado de América Latina, el Caribe y la Unión Europea. A doña Ángela Merkel, comparada con Hitler, le dio el beso de Judas en la misma Conferencia, con la explicación: “Si algo muy duro dije contra usted, señora, excúseme”. Al secretario de Interpol, señor Noble, le espetó el bola a bola de “señor Innoble”, amén de “vagabundo”. Con el apellido del señor Insulza no se ha metido, tal vez porque éste ha sido tenue, pero con su grupo, el autodenominado bolivariano. A Juan Manuel Santos, enemigo suyo desde los tiempos en que el ministro era columnista de prensa, lo último que le ha dicho es “arrastrado” (uno se ríe), palabreja ésta, si se quiere decente, del bajo mundo. El Presidente colombiano le ha servido de sparring verbal y de veras que, siendo de chispa rápida, el agredido ha permanecido inmutable (Uribe, cuando no enfurece, adelgaza). Tal vez porque tuvieron alguna amistad, con olor a guasca, en las horas de Hato Grande y antes, en los tiempos de la menuda y querida canciller Araújo. Con Uribe no hubo distensión en la Cumbre de Lima. Bien hubiera querido Chávez borrar una vez más lo que anda diciendo de su vecino (“peón”, “mafioso”, “don Vito Corleone”, ja, ja, “paramilitar”, “indigno”), como lo hizo en Dominicana, cuando, bajo el abrazo abierto de Leonel Fernández, se mostró dispuesto a renovar la amistad “después de todo lo que nos hemos dicho”. Más que todo lo que él ha dicho, pues desde Colombia sólo se ha atinado a llamarlo “expansionista”, que no es un insulto, sino una preocupación continental.
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