Por: Olgak_a@cantv.net - Lo sabroso de viajar por Venezuela, además de su incomparable naturaleza, es encontrar esos personajes entrañables que nos conmueven, nos sorprenden, nos atan… Chichito es uno de ellos. Contrario a su diminutivo, es un hombre corpulento y entrado en la cincuentena. Allí, en Choroní, Chichito es un empresario en toda regla aunque a él no se le ocurriría autodefinirse así.¡Eso jamás! el término tiene “mala propaganda”. Valga decir por ahora que Chichito lleva franela roja, pero ya hablaremos de su franela. Nuestro protagonista montó toldos y sillas en Playa Uricao, su peñero lleva y trae a los turistas y su esposa, la entrañable Flaca, cual personaje de película, alimenta a los visitantes con su cocina hecha, según sus propias palabras, de amor. La Flaca adorna su rústica cocina con riqui-riquis y alpinias en el entendido, intuitivo, que lo estético no está reñido con lo humilde. No teme compartir recetas porque ¿qué cocina puede competir con un lebranche que sale de la mar directo a la parrilla, o un dorado que nunca conoció nevera, envuelto en hojas de plátano tiernitas de la mata y puesto a asar sobre brasa de leña aderezado con cebollita rallada y un toque de soya?. ¡Amor amiga! me dice cuando le pregunto quien le enseñó a cocinar. La cocina es puro amor. Doy fe de ello. Estando en la cocina de la Flaca, Chichito nos cuenta cosas. Como de su conuco y su cacao, de su negativa a tirar el cable de luz, del pescado que se llevan los japoneses. De repente, a boca de jarro, nos pregunta ¿los hemos tratado mal?. Sorprendidos y entre risas, respondemos que todo lo contrario. Si la pregunta nos sorprendió, mas nos sorprendió que acto seguido sacara, de entre cavas y pipotes de agua dulce, una carpeta. -Entonces ¿me firman esta petición?. ¡Fin de mundo! ¿Un Firmazo? ¡en la playa de Uricao donde ni hay luz, ni otra entrada que el mar, donde se cocina a leña y donde el patrón lleva franela roja!. Teníamos que “procesar” el fenómeno. En este país, firmar, es casi un delito y siempre, un reto. Me entró un cosquilleo que oscilaba temerariamente entre la duda y las ganas. Nos aprestamos a escucharle. Resulta que lo quieren sacar de allí. …porque tiene un rancho …porque eso es muy feo …porque su conuco daña el ambiente …porque maltratan a la gente -¿Y quien te quiere sacar? es la pregunta que se impone. -Bueee…un tal Polo Casanova…dice que esto-y con los brazos abarca su humildísima empresa- no es bueno. De vuelta en la posada, el Firmazo en Uricao dominó la cena y provocó esta crónica. Hum… Pues sí. Visto objetivamente, lo que hay en Uricao es un rancho. Pero objetivamente también, ese rancho es una fuente de trabajo digno para una familia que a su vez da trabajo a familias de peñeros y pescadores, ese rancho provee a los turistas de los servicios que necesitamos los turistas y que fuera de Chichito y La Flaca, nadie ofrece: sillas, toldo, comida rica. Ese rancho, sus chécheres, su conuco y su cocina con flores constituyen, ni más ni menos, una empresa de servicio... Mas objetivamente aún, Chichito está cubriendo la falta, tan antigua como el mismo pueblo, de lo que allí no han hecho nunca ni los gobiernos, ni otros empresarios. Cuando vayan a Choroní, verán en varias casas, placas que asientan las restauraciones llevadas a cabo por Polo Casanova. En Internet lo encontrarán reseñado pionero del turismo en la región y también que fue director de la junta administradora de turismo. De Chichito, ni una línea. Para uno, que ve esta pugna desde afuera, concluye que es más lo que tienen en común que lo que separa a Casanova y a Chichito.Pero ellos no se han dado cuenta. Y uno, que le gusta su país para turistearlo, piensa: ¿Qué tal si en vez de sacar a Chichito de Uricao le pusieran unas normas y le ofrecieran ayuda para que pueda operar mejor lo que de hecho ya está haciendo?. ¿Qué tal si entre los valiosos Chichitos que atienden a los turistas en ranchos precarios y los Casanovas conservacionistas se estableciera una cooperación constructiva en lugar de Firmazos de guerra para que todos, ellos los primeros, saliéramos beneficiados?. Porque uno, que está atado a esta tierra, a este Macondo nuestro, trágico, mágico y cómico a un mismo tiempo, clama al cielo buscando respuestas a preguntas que nunca debieron ser formuladas… ¿Por qué “rústico” en Venezuela implica fealdad y miseria?. ¿Por que “conservación” se interpreta como prohibición en lugar de reglamentación sensata?. ¿Por qué, a falta de reglamentación, impera la anarquía, la basura y el descuido?. ¿Porqué nos engañamos llamando “turismo de aventura” a no tener infraestructuras, ni baños, ni ná de ná?. ¿Qué añaden las placas en 4 casas reconstruidas frente a un pueblo cuyo famoso malecón muestra impúdico sus cabillas peladas como dientes con caries y cuando terminan los tambores todo apesta a orines?. ¿Por qué Choroní no tiene todavía un embarcadero decente, bonito y pintoresco para sus peñeros y hay que encaramarse desde el agua, sorteando olas, levantando las toallas y pisando piedras?. Y las preguntas cogen un derrotero nuevo ¿Porqué Chichito llega a la cincuentena en un rancho y se cree pobre aun siendo un empresario en toda regla?. Chichito lleva la franela roja. Pero la lleva volteada. Ahora le da pena exhibirla pero le da mas pena quitársela. Y no es el único, fíjense... Esa franela, que se portaba como una declaración de orgullo revolucionario, volteada, está expresando una verdad distinta… Es un grito de auxilio que a la vez muestra un camino. Pero no veo a nadie tomándolo y convenciendo a todos los Chichitos que pueden quitársela del torso sin que signifique arrancarse del alma el sueño de una verdadera revolución. Nadie lo alienta para que se atreva a decir y defender que es el empresario que de hecho es, ni le explica que su dignidad es suya por su trabajo y no por un discurso. Si la mar está brava, Chichito no recibe renta porque la revolución, aunque lo ame, no controla la mar, ni la franela roja amansa la marea. Su franela volteada, como con vergüenza, pide a gritos que alguien lo arranque del “pobrecitismo” institucionalizado en misiones mediocres que no le dan otra cosa que ¡ay!, esa pobre franela nueva que lo clava ferozmente a su rancho viejo y a su miseria aun mas vieja.. Chichito necesita entender que él y Casanova tienen mucho en común, por encima de cualquier propaganda. ¿Choroní? Es un pobre pueblo pobre, da dolor verlo sucio, feo y malquerido con honrosas excepciones. Pero ¡caray! merece la pena ir a comer el lebranche de la Flaca hecho con amor, conversar largo, muy largo con Chichito y,¡faltaría mas!, añadir su firma a la lista…
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