martes, 27 de mayo de 2008

El Rey del Machete


Por: Luis García Planchart - En algún instante del boom, a Noriega se le aflojó un tornillo. Se sintió líder de una nueva revolución continental, hasta su captura por tropas de EEUU requerido por narcotráfico y narcolavado, después de haberse refugiado bajo la sotana del Nuncio Apostólico. Y así fue como el Rey del Machete, así llamado porque siempre blandía uno contra el imperio mientras arengaba a sus seguidores, voló hacia el primer capítulo de su justo destino en una cárcel, donde ha estado durante 19 años. La madrugada del 20-12-1989 “En vivo y directo” seguimos la Operación Causa Justa, eufemística expresión con la cual el Presidente Ronald Reagan intituló la invasión a Panamá, y cuyo objeto era la captura del general Manuel Antonio Noriega, requerido por narcotráfico y narcolavado. Noriega, por años jefe de Inteligencia de la dictadura militar panameña y hombre de confianza de la CIA, entró en crisis con Reagan al cerrar la Escuela de las Américas –para la formación de Fuerzas Especiales-, ser autor intelectual del homicidio de Hugo Spadafora, –quien denunciara su ligazón con el comercio ilícito de la droga-, desconocer los resultados arrolladores de la oposición en las elecciones presidenciales de mayo de 1989 y haber ordenado la ejecución del Mayor Moisés Giroldi y todos los militares que, tras haberle capturado, vacilaron entre eliminarlo o entregarlo a un helicóptero de la DEA que por él esperaba. Lo que Noriega encontró, lo perfeccionó - Panamá era a finales de los ochenta la meca de los evasores de impuestos, la banca de las divisas de Cuba y la bóveda de los políticos corruptos de Latinoamérica. Noriega le agregó nuevas fuentes de ingresos, transformando los puertos del país en maquilas para la importación, reempaque y exportación de marihuana y cocaína, psicotrópicos que habían desplazado ya a la heroína en la preferencia del consumidor norteamericano; y convirtió a las instituciones financieras en lavadoras de dólares sucios. El dinero comenzó a fluir a borbotones. En algún instante del boom, a Noriega se le aflojó un tornillo. Se sintió líder de una nueva revolución continental. Escogió el machete como emblema de su movimiento, y, con él, cortó el cordón umbilical con sus antiguos empleadores, los gringos. Confió en que Fidel le protegería, pero éste se lavó las manos, mandando al paredón a Arnaldo Ochoa –héroe de la guerra en Angola y máximo negociador con Noriega- por sus relaciones con el Cartel de Medellín. Pensó que los combatientes de las FARC mandarían contingentes al Istmo, mas no movieron un dedo. Llamó a Alfredo Stroessner, y a sus amigos bolivianos y mexicanos; pero ninguno le paró medio milímetro. En la cálida madrugada panameña del 20-12-1989 Noriega se refugió cobardemente bajo la sotana del Nuncio Apostólico. Éste le persuadió que, de entregarse, se le respetaría la vida. Y así fue: El Rey del Machete, más solo que la una, voló hacia el primer capítulo de su justo destino, la prisión donde ha estado durante 25 años.

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