Por: Petit da Costa - He sido coherente al sostener siempre que en Venezuela la crisis terminal de un sistema político por su agotamiento sólo puede resolverse con una rebelión cívico-militar. No ha habido ni hay otra solución. He sido consecuente en mi posición a favor de esta salida cuando no hay otra posibilidad real de ponerle fin a la crisis con la alternancia en el poder. En ello he coincidido con el Rómulo Betancourt y el Rafael Caldera del 45 y del 58, con el Gustavo Machado y el Jóvito Villalba del 58 y con el Hugo Chávez del 92 y del 99. Algunos, que no me conocen bien, se han extrañado por mi posición sobre la rebelión cívico-militar como salida de una situación política insostenible e insoluble por otra vía. Les sorprende que un abogado, que ha sido magistrado y procurador, disienta de políticos y juristas que hacen diariamente profesión de fe en la salida electoral para todas las crisis políticas. Esto me obliga a hacer un repaso de la que ha sido una constante en mi vida. Apoyé la rebelión militar del 92 - En 1992 apoyé la rebelión militar encabezada por el actual Presidente de la República, aunque no participé en ella. La consideré necesaria, porque no había otro modo de resolver la crisis política que venía padeciendo el sistema desde años atrás. El sistema, próximo entonces a cumplir cuarenta años, estaba agotado y el país clamaba por un cambio radical y profundo, pero no había modo de hacerlo por culpa de la sociedad de cómplices en que habían degenerado los partidos. No quedaba otro camino que la rebelión para desencadenar el proceso de cambios. Y esto se logró a pesar del fracaso del golpe. Apoyé a Caldera como una alternativa de rebelión civil - En aquella ocasión estuve de acuerdo con el entonces senador Caldera cuando atribuyó la rebelión militar a los vicios del sistema, que lo habían tornado en ineficiente y corrupto, incapaz de renovarse y cerrado a la transformación que demandaba el país. Por este motivo apoyé en 1993 su candidatura, la que interpreté como una alternativa de rebelión civil debido a su ruptura con los partidos del status. Creí que, por su experiencia política y su sólida formación intelectual, haría con destreza y sin violencia el cambio radical y profundo deseado por el pueblo y prometido por él. Por creerlo así decidí colaborar desde el cargo de Procurador General. Estando allí le expuse en 1995 la urgencia de convocar una Constituyente para resolver, por la vía rupturista, la crisis política insoluble que estaba pudriendo el sistema. Me contestó que no estaba dispuesto a dar un fujimorazo, aludiendo al reciente auto-golpe de Fujimori en Perú. Le respondí que Fujimori era ingeniero y por ello desconocía las sutilezas jurídicas. Que él como jurista sabía que había fórmulas para la convocatoria. No me hizo caso a pesar de mi insistencia y fue esta una de las razones de mi rompimiento en 1997. Después de mi renuncia plantee públicamente la urgencia de la Constituyente en lugar de elecciones presidenciales y advertí a los partidos del status que si ellos no convenían en su convocatoria lo haría después Chávez a su manera, lo que significaba consumar el golpe inconcluso del 92. Olímpicamente desoyeron mi advertencia. Entonces Chávez, que venía ocultando su plan de instauración del castro-comunismo, les ganó las elecciones, convocó la Constituyente y los barrió. Participé en la rebelión cívico-militar que derrocó a Pérez Jiménez - Retrocediendo en el tiempo participé activamente en la rebelión cívico-militar que derrocó a Pérez Jiménez. No había otra salida para ponerle fin a su régimen. Estaba cerrada la salida electoral. Era apenas un adolescente cuando me incorporé a la conspiración. Formé parte de células clandestinas y fui ascendiendo dentro de la estructura conspirativa hasta ser coordinador de los comandos que se fueron formando en Caracas entre Santa Rosalía y San Agustín, durante la huelga insurreccional del 21-23 de enero. Y hubiese participado en la rebelión cívico-militar del 45 - Si hubiese tenido uso de razón en el 45 hubiese participado activamente en la rebelión cívico-militar encabezada por Rómulo Betancourt y apoyada por Rafael Caldera, que puso fin al gomecismo. Tampoco entonces había otra salida para la crisis del sistema, agotado por la perpetuación en el poder de la clase política que lo venía ejerciendo durante cuarenta y cinco años. Coherencia y consecuencia - He sido coherente al sostener siempre que en Venezuela la crisis terminal de un sistema político por su agotamiento sólo puede resolverse con una rebelión cívico-militar. No ha habido ni hay otra solución. He sido consecuente en mi posición a favor de esta salida cuando no hay otra posibilidad real de ponerle fin a la crisis con la alternancia en el poder. En ello he coincidido con el Rómulo Betancourt y el Rafael Caldera del 45 y del 58, con el Gustavo Machado y el Jóvito Villalba del 58 y con el Hugo Chávez del 92 y del 99.
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