Por: Autor: Pedro Corzo - Venezuela es un país sumido en una crisis muy propia de una sociedad democrática, porque tanto el gobierno como la oposición parece que procuran resolver sus diferencias en el que sin dudas es el lugar ideal para los entuertos de cualquier nación; las urnas, solo que las evidencias indican que el oficialismo no esta dispuesto a perder en ninguna circunstancias y cuando eso sucede, tiene los recursos “legales” suficientes para modificar los resultados cualesquiera que estos sean. El dos de diciembre de 2007, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sufrió su primer fracaso al rechazar la población un referendo constitucional que le otorgaba mayores poderes y le daba la posibilidad de reelegirse indefinidamente. Pero esa derrota no le impresionó porque pocas horas después proclamó, “para mí esta no es una derrota. Esto es un por ahora”, algo similar a lo que pronuncio después del fracasado golpe de estado que protagonizo el 4 de febrero de 1992. En esa ocasión el anuncio de los resultados por parte del Consejo Nacional Electoral se produjo casi ocho horas después de cerradas las urnas, y cuando varios sectores de la sociedad empezaban a exigir que la información fuera revelada. Ese largo silencio del Consejo del que se pueden inferir muchas cosas, contrasta con la rapidez con la que ese mismo organismo reconoció este 15 de febrero, que el referendo para la reelección indefinida de los funcionarios electos había sido ganado por el gobierno. La propuesta de Chávez reformaba 69 de los 350 artículos de la Constitución de 1999, abarcando desde la reducción de la jornada laboral de ocho a seis horas hasta la transformació n de la Fuerza Armada. También establecía nuevos tipos de propiedad social, eliminaba la autonomía del Banco Central e implantaba otras disposiciones que favorecían a su mandato. Aunque Chávez perdió no se “rajó” y por medio de la Asamblea Nacional , que en mayoría aplastante le es incondicional, logro aprobar muchas de las medidas que la población había rechazado en el referendo. Su voluntad autoritaria y la manipulación que hace de la vía electoral se mostró sin tapujos cuando unos pocos meses después convocó al Pueblo para que decidiera una vez sobre lo que ya se había pronunciado. En las elecciones regionales que se realizaron el 23 de noviembre de 2008, para elegir gobernadores, legisladores estaduales y alcaldes, la oposición triunfo en cinco estados, Carabobo, Nueva Esparta, Zulia, El Táchira y Miranda y también en la muy importante alcaldía Mayor de Caracas y de la no menos relevante ciudad de Maracaibo. La derrota de los candidatos del chavismo fue tan aplastante que no pudieron hacer nada para evitarlo, no obstante Chávez ha entorpecido la labor de los funcionarios electos con todos los medios posible como fue el caso de Cesar Pérez Vivas en la gobernación del Tachira y el del gobernador de Carabobo, Henrique Fernando Salas Feo, quien tuvo que recurrir a los tribunales para lograr ocupar el puesto sin que tal decisión impidiera otras muchas obstrucciones del oficialismo incluyendo la de jueces partidarios del gobierno. El alcalde mayor de Caracas, Antonio Ledezma, todavía continua enfrentado numerosos problemas incluyendo el que no puede despachar desde la sede de la alcaldía porque esta ocupada por los partidarios del mandatario. La ceremonia de juramentación de Ledesma debió posponerse en dos ocasiones. Por otra parte prácticamente fue despojado de los atributos más importantes de su cargo como el control de la policía metropolitana, la administració n de hospitales y el saqueo de los bienes de la alcaldía. Es evidente que el gobernante venezolano sabotea y obstaculiza la labor de los funcionarios electos que pertenecen a la oposición, que juega sucio y que es un tramposo que recurre a todos los poderes del Estado y de la delincuencia oficial para imponer su voluntad. Para Chávez el más “constitucionalista” de todos los déspotas que ha conocido el hemisferio es muy sencillo convocar a elecciones las veces que le haga falta, porque aunque su poder no es monolítico y es razonable que entre sus operadores políticos hayan serios conflictos, él es el único denominador común de la ecuación bolivariana. Después de Chávez no hay mas gobierno y los chavistas lo saben, por eso le soportan todas sus patanerías, incluyendo sus ridículas interpretaciones musicales en los actos oficiales. La oposición venezolana tiene ante si un serio dilema. Participar en elecciones en las que el gobierno utiliza los recursos económicos del estado, moviliza los empleados públicos y dispone de los servicios armados en la medida que determinen su necesidades, en fin, cuenta con todos los recursos del estado y dicta las reglas de lo que conocemos como el juego democrático. La confrontación electoral es una demanda de la democracia pero el problema es que Hugo Chávez no es un demócrata, aunque recurra a los votos y a la participación de la oposición en los comicios que convoca para legitimar sus poderes. Chávez y esta es la novedad que percibo, cumple todas las prácticas aberrantes de cualquier dictador típico: presos políticos, asesinatos políticos, intimidación y represión, abusos de poder, corrupción, control de los poderes públicos y una lista interminable de arbitrariedades que agota de solo pensarlas. Pero por otra parte choca con el modelo del clásico Jefe americano porque gusta de elecciones, por supuesto que hechas a su medida, le agrada tener una oposición organizada que le legitime, pero que no sea tan poderosa que pueda poner en peligro su autoridad. Acepta una oposición plural a la que no cesa de desacreditar y acusar de estar supeditada a factores extranjeros. Difiere de los líderes del desaparecido socialismo real en que cuando estos permitían partidos políticos de oposición eran solo copias a carbón del oficial. Además aunque procura controlar la sociedad civil no la asfixia, como se hacia en los antiguos países socialistas, incluido el régimen cubano.Reprime a la prensa de manera selectiva aunque a toda le hace saber que tiene el garrote listo para ser usado cuando sea necesario. Inicialmente procura imponer su voluntad por medio de legislaciones que favorecen sus intenciones, y no duda en recurrir al chantaje de la masa enfebrecida contra un objetivo u objetivos determinados cuando las soluciones a sus planes se complican. Chávez y sus pares, no son enemigos de los capitalistas ni de las transnacionales, siempre y cuando estos favorezcan sus pretensiones. El Socialismo del Siglo XXI como le llaman, gusta del dinero, el lujo y el confort. Favorece la creación de nuevos ricos que tengan la conciencia de que sus bienes son producto de la gracia del Caudillo. Es sin dudas un juego duro y en cierta medida nuevo, aunque no del todo porque hay que recordar los tiempos en que hombres como Raúl Haya de la Torres, eran elegidos en países como Perú y derrocado por los militares que le repudiaban. Por supuesto que eso no solo ocurría en Perú, es un ejemplo entre otros muchos. Los retos que generan los socialistas del Siglo XXI cuando acceden al poder demandan estrategias que tal vez todavía no se encuentren en los arsenales de los demócratas. Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, han copiado las formulas del caudillo venezolano, también en esos países han triunfado las propuestas oficiales, no son hechos aislados, es una concertación antidemocrática en pleno desarrollo; es lo que algunos denominan el post totalitarismo. Es indudable que el deber de un demócrata es participar en elecciones cuantas veces sea necesario y esforzarse al máximo para vencer las dificultades, pero también hay un cuestionamiento obligado sin que haya una aproximación al Ser o no Ser de Shakespeare: Vale la pena echar una pelea como aquella del mono amarrado y el león en la urna electoral, cuando la derrota anunciada solo sirve para legitimar al déspota. Es una pregunta que deja a cualquiera fuera de juego porque si no participas, en el caso venezolano el 45 por ciento de los ciudadanos rechazaron la propuesta oficial, un número importante que refleja una nación dividida, abandonas el campo sin luchar y los milagros a veces ocurren. El Kremlin se desmoronó cuando menos se esperaba, y todavía cincuenta años después, los cubanos seguimos en la brega de acabar con el totalitarismo insular contra el que hemos usado de todo, menos los votos, porque el castrismo proviene de aquella escuela de ¿Elecciones para qué?
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