viernes, 20 de marzo de 2009

Ser feliz no debe ser un objetivo, sino una forma de vivir (I), (II) y (III)


Eduardo Punset en su libro El viaje a la felicidad (Editorial Destino), considera que se ha invertido demasiado en bienes materiales y poco en valores intangibles como el compromiso con los demás o la felicidad. Las estadísticas muestran un balance negativo acerca de esa emoción, mayoritariamente en sociedades tecnológicamente avanzadas, donde tal vez la búsqueda por mejorar el nivel de vida ha sido a costa de la calidad de la misma. Un gran número de expertos de todas las áreas relacionadas con el estudio del comportamiento humano considera que los pensamientos generan sentimientos y, a la vez, que no hay toma de decisiones que no involucre una emoción al inicio y al final de ese proceso de pensamiento. Mientras todos ellos dilucidan y comprueban sus teorías, el resto de los mortales nos debatimos entre pasiones y pensamientos conscientes. Una faena llena de aciertos y tropiezos que constituye la esencia de estar vivo. ¿Quién no quiere sentirse bien? Al menos la mayor parte del tiempo. Seguiremos al doctor David D.Burns, experto en el método cognitivo, moderna forma de psicoterapia que ayuda a superar algunos de las depresiones y que brinda técnicas para que a medio plazo la persona aprenda a modificar su manera de percibir a la realidad. La tristeza es una emoción sana, pasajera, consecuencia de enfrentarnos con un hecho que nos afecta. Incluso puede ser un evento apacible que no implica sufrimiento y no se relaciona con la pérdida de la autoestima. Sin embargo, algunas depresiones son una percepción distorsionada de la realidad y van más allá de ser una función adaptativa a un hecho no positivo, entrañan sufrimiento y pérdida de la autoestima, incluso pueden a veces surgir de la “nada”. De acuerdo con este método: Primero habrá que diferenciar entre tristeza y depresión. Así que cada vez que no se sienta de buen humor, tendrá que identificar cual fue el pensamiento previo que lo sumió en ese estado, ya que nuestras emociones se traducen de la forma en que cada uno ve las cosas. Muchas veces nuestros hábitos de pensamiento pueden ser negativos, todos poseemos una historia, y éstos se han integrado de tal forma en nuestra mente que ya no los razonamos. La premisa es que hay que comprender qué nos sucede y después sentirlo. Esto nos ayudará a saber si podemos hacerlo solos o necesitamos ayuda profesional. Se podrá ser escéptico al respecto, pero cada uno de nosotros es el único responsable de la propia felicidad. Así que ¿por qué no intentar técnicas de pensamiento que nos ayuden a disfrutar más de nuestra vida? La neurociencia ha demostrado que a través de circuitos neuronales el cerebro procesa los sentimientos en milésimas de segundo. Así que la parte consciente se queda pelando patatas mientras la emocional toma el control de la situación. La pasión es más fuerte que la razón y la que más influye en nuestras decisiones. Porque si fuese lo contrario, seríamos incapaces de decidir después de enfrentarnos internamente a tantas opciones posibles, de acuerdo con Eduardo Punset y sus interesantes disertaciones al respecto. Aquí la buena noticia es que después del primer contacto con algo que nos duele, somos nosotros los que elegimos cuánto queremos sufrir. La vida es así, a veces estamos de pie y otras caemos, lo importante es no quedarse en el suelo. ¿Cómo saber si nuestra tristeza es sana, si proviene de una apreciación adecuada de la realidad? Viajemos en nuestro túnel del tiempo personal y a través del análisis de este decálogo tomado del libro Sentirse bien (Paidós Ibérica) del ya citado Dr. Burns, encontremos respuestas. 1. Pensamiento todo-nada. Forma poco realista de evaluar las cosas. ¿Acaso hay vidas completamente blancas o completamente negras? 2. Generalización excesiva. Llegamos a conclusiones a través de prejuicios generados por experiencias negativas anteriores. Como si la vida de una persona respondiera a leyes físicas. Siempre o nunca, palabras peligrosas. 3. Filtro mental. En muchos casos elegimos el detalle negativo de manera irracional. Nos ponemos unas gafas oscuras y no nos permitimos ver más allá. 4. Descalificar lo positivo. Una actitud que elimina gran parte de la riqueza de la vida al negar lo bueno del día a día. La vida nos puede parecer inútilmente triste si no apreciamos los buenos detalles. 5. Conclusiones apresuradas. De manera arbitraria no damos tiempo a que los hechos, a través de sí mismos, nos permitan ver lo que en realidad estaba pasando.Los cinco puntos restantes y las conclusiones en la próxima entrega. Mientras tanto quedamos en espera de sus comentarios y los agradecemos anticipadamente. 6. Magnificación y minimización. De manera desproporcionada vemos nuestros errores a través de una lupa y nuestros logros desde el objetivo de un telescopio. 7. Razonamiento emocional. Tomamos nuestros sentimientos como prueba fehaciente de la realidad, siempre será útil cuestionar la validez de esas emociones y buscar el pensamiento o experiencia previa que las originó. 8. “Si hubiera...” Utilizar estas palabras para valorar los resultados de nuestras acciones, incluso los de otras personas, sólo genera trastornos emocionales. Nuestras emociones deberán estar basadas en la realidad. 9. Poner etiquetas. Ni a nosotros mismos ni a los demás. Sólo nos llevará a crear imágenes simplistas y equivocas basadas en errores. 10. Personalizar. Burns la llama la "madre de las culpas". No somos responsables y mucho menos culpables por los actos de los demás. Incluso no somos responsables por la felicidad de otros. Recordemos siempre que nuestros sentimientos no son hechos, sino un reflejo de la manera de enfrentarnos a lo que nos sucede. Eso no significa que no sintamos realmente esas emociones negativas, lo que debemos intentar es modificar esas percepciones que nos ocasionan dolor. Sin llegar a ser cínicos podemos sentirnos bien la mayor parte del tiempo a través del conocimiento de nosotros mismos. Si logramos una madurez emocional aprenderemos a percibir la vida con más realismo y tendremos una apreciación más objetiva de la verdadera tristeza o felicidad. Debemos tratarnos con amor y amabilidad, perdonar nuestros errores y recordar que siempre hay una segunda, una tercera y por qué no, una cuarta oportunidad. Sin olvidar que en algún momento sería mejor detenernos. Cada día que la vida nos regala nos permite aprender algo nuevo. La vida fluye como un río, es un reto que hay que experimentar. No debemos dejar pasar esa oportunidad.

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