viernes, 27 de marzo de 2009

La nave de los locos


Por: Marianela Lafuente - Ha habido muchos tipos de locura. Los dioses griegos se disgustaban con los hombres y los volvían locos. Atenea hizo que Ajax blandiera su espada contra un montón de vacas e insultara y decapitara a los carneros, como si fueran el enemigo. Al despertar de su delirio, Ajax, avergonzado, se suicidó. Muchos otros personajes se volvieron locos por la furia o los celos de los dioses: Orestes, Casandra, Ío. La locura de Don Quijote embistió contra molinos de viento, que creía gigantes. Algunos locos de Shakespeare solían deslizarse por los rincones murmurando grandes verdades. Otros, como el rey Lear, sucumbían a una locura trágica y tempestuosa. Es común la figura del tirano loco. "¡Quiero la luna!", dice el Calígula de Camus en 1945. Tenía derecho a reclamar lo imposible, como único dueño de la verdad. "Todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos la verdad... Tengo los medios... Porque yo sé lo que les falta, Helicón. Están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa lo que dice. Acabo de comprender por fin la utilidad del poder. Da oportunidades a lo imposible. Hoy, y en los tiempos venideros, mi libertad no tendrá fronteras". Antes, en Venezuela, los locos eran poquitos. Solía haber uno en cada pueblo. Los niños los perseguían riendo, y las viejas les daban comida. Eran locos mansos y tristes. También tuvimos a Reverón, con su locura luminosa y su grotesco mundo de muñecas. A Diógenes Escalante, con su locura civilizada. Y los locos de Bárbula, que escribían sus delirios en la revista Nanacinder: palabra que nada significa, como todas las palabras. Ahora, todos estamos locos. Unos se visten de rojo; otros se pintan las manos de blanco. Votamos frenéticamente para no decidir nada. Elegimos alcaldes fantasmas. Un gobernador es acusado de ladrón y en las calles pululan, libres, los delincuentes. Se lanza un satélite. Regalamos petróleo por el mundo y se compran armas. Los hospitales se derrumban. Las quebradas se desbordan. No se respetan las contrataciones colectivas. El país se endeuda con los ahorros del pueblo. Se aprueban leyes de descentralización para centralizarnos. El arroz aparece y desaparece. Las fábricas cierran. Muchos gritan: patria, socialismo y muerte. Otros callan y esperan. En la Edad Media, a los locos los ponían en un barco y los echaban al mar, para que nunca volvieran. El Bosco pinta, hacia 1516, La Nave de los Locos. Aquí nadie nos puso en un barco. Nosotros solitos nos embarcamos. El país entero es un navío sin popa ni proa, que navega a la deriva con una bandera roja. Cargado de locos, se hunde en el mar. El capitán del barco es Humpty-Dumpty: "Cuando yo utilizo una palabra ­dice en un tono un tanto despectivo- quiere decir exactamente aquello que quiero que signifique; ni más ni menos". "El problema es -dijo Alicia (L. Carroll, A través del espejo, 1871)- si usted puede conseguir que las palabras signifiquen cosas tan diferentes". "El problema -dijo Humpty Dumpty- es saber quién manda. Eso es todo".

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