jueves, 10 de julio de 2008

La siembra de la Democracia


Por: Alberto Rodríguez Barrera - Al comienzo del gobierno de Rómulo Betancourt en 1959 hubo campesinos que ocuparon las tierras confiscadas al perezjimenismo por la Comisión Contra el Enriquecimiento Ilícito; eran campesinos instigados por grupos dispuestos a crear un clima de violencia en el campo. El gobierno de coalición rechazó firmemente la intención porque estaba realizando esfuerzos evidentes para asentar campesinos y dotarlos de créditos, buscando implantar en Venezuela un estilo de vida donde la ley fuera norma para la conducta de todos, gobernantes y gobernados. Se recordaba que fue Simón Bolívar, en 1817, el precursor de la reforma en el sistema de tenencia y explotación de la tierra, que aun no se había hecho en Venezuela. El anteproyecto de Ley de Reforma Agraria fue producto del desvelo estudioso de 37 venezolanos, incluyendo calificados científicos especializados en el agro, economistas, líderes agrarios, ingenieros y hasta el Arzobispo de Venezuela, y se aplicó por causes normales, pacíficos, sin ocupación violenta de tierras, sin brotes epilépticos de violencia, haciendo valer la legalidad. Los ganaderos demostraban esperanzada confianza en el porvenir (había créditos pecuarios y préstamos para silos, lagunas y aguadas, había previsiones de tierras con pastos para la ceba de ganado en verano, había una Comisión de la Carne que beneficiaba más a los productores y a los consumidores que a los comerciantes) , porque la Reforma Agraria no iba en contra de ningún sector productor del país. Ahí no había cabida para corrientes ideológicas unilaterales, sino el pensamiento y la conveniencia de todos los venezolanos. Había el convencimiento de que en nuestro país no habrá justicia social ni estabilidad democrática sin campesinos cultivando tierra propia, rindiendo para ellos y para la economía del país. Se continuaron obras de riego abandonadas en 1949, se continuó la represa del Guárico, se incorporaron agrónomos, se crearon cooperativas, se hizo una Reforma Agraria tecnificada, sin interés por eternizar el conuco y a conciencia de la necesidad de pensar menos en el petróleo y más en la agricultura, en la cría y en la industria, como pregonaba la política oficial. No se quería que continuara la sucesión de ranchos destartalados, con sólo pocas casas de tejas y bahareque, con hombres y mujeres cubiertos por andrajos y niños con vientres inflados por parásitos. Esta Ley no era filiable en ideologías o en movimientos extraños a nuestro propio ámbito nacional. Y fue Bolívar el precursor, pionero y baquiano de la reforma agraria de Venezuela porque un siglo antes de la revolución rusa y de la revolución mexicana en 1817, en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), el Libertador promulgó un Decreto de Reparos, donde se establecía que una vez concluida la guerra de independencia, serían parcelados entre los campesinos sin tierra los latifundios pertenecientes a los criollos y españoles realistas. Y en 1825, en Chuquisaca, Bolivia, promulgó un nuevo decreto otorgándole dos fanegadas de tierra de secano y una de regadío a cada familia campesina; y pugnó siempre porque la Ley de Repartos se cumpliera en "las tierras mismas". Todo eso fue olvidado a través de la República, gobernada las más de las veces por régulos, por caudillos, interesados exclusivamente en su beneficio propio y en el beneficio de sus camarillas políticas. Esta Reforma Agraria no la detuvo nadie porque no tuvo el signo de bandería política exclusivista. Fue raíz y ejemplo venezolanista. Fue obra de una coalición gubernamental, un compromiso solemne de los partidos políticos, una necesidad nacional. Rómulo decía: "He usado alguna vez el símil de que así como los familiares (el esposo, los hijos, los hermanos) de la madre de familia que ha pasado por el trance de una grave enfermedad, rodean solícitos el lecho de la enferma, y se empeñan todos en que su convalecencia y su recuperación se realicen sin riesgo de recaída, así todos los venezolanos de mentalidad y de sensibilidad democráticas debemos mantenernos unidos, para que la madre Venezuela , la cual acaba de salir de un trance que estuvo a punto de conducirla al colapso definitivo, del trance de una dictadura destructora de todos los valores nacionales, se recupere, y marche y camine con paso seguro. Por eso es por lo que el gobierno de coalición no es un transitorio ensayo. ¡El gobierno de coalición debe ser mantenido, y será mantenido!" La Reforma Agraria buscó realizarse de forma integral, no como una piñata para que cada campesino cogiera su terrón, y nada más. No se trataba de eternizar el conuco, de sustituir el latifundio improductivo por un minifundio igualmente improductivo. Era dotar de tierras, implementos de trabajo, créditos, precios de beneficio, escuelas rurales, sanidad rural, acueducto rural, materiales de construcción para eliminar en el tiempo la lacra de setecientos mil ranchos paupérrimos. Y debía aplicarse en regiones con peculiaridades distintas. Los objetivos eran crear comunidades agrarias, cooperativas, una clase media de granjeros, empresas industrializadas con participación adecuada de los trabajadores agrícolas, con un Instituto Agrario Nacional aportando técnicos, agrónomos, veterinarios, peritos agrícolas; de todo lo cual había pocos en el país. Una tarea de todos, diversificada, difícil, de tiempo, social, educativa, de más de cinco años, que como siempre dependerá de líderes de aldea, de caserío, de campo, con margen de influencia sobre los demás, "y tienen que ser ustedes heraldos de la idea de que degrada al hombre, de que lo acerca a la bestia, gastar en aguardiente lo que necesita su familia para subsistir", como decía Rómulo. Esta era una Reforma Agraria que no afectó a quienes llevaban dinero, máquinas y esfuerzos al campo para constituir empresas de producción y sin afectar a empresarios en fincas agrícolas o pecuarias desarrollando labor útil, lo cual contribuye en sana lógica al desarrollo de la economía del país. De ahí que también se firmaran contratos colectivos reconociendo garantías a los trabajadores del campo. Todo dentro de cauces pacíficos, no ocupando tierras ajenas, picando alambradas o macheteando ganado. Esto sólo logra desacreditar a la democracia como sistema de gobierno. Esta era una larga tarea de paciencia, pero no la paciencia derrotista de los vencidos, sino la paciencia esperanzada por la solución de los problemas populares. La gran idea positiva sobrevive por encima de los errores humanos que no alcanzan sus objetivos. Para la Reforma Agraria , el gobierno adoptó muchas medidas, leyes y reformas de leyes, captación de la participación de los venezolanos, comprensión de una tarea donde el éxito depende de todos (nunca exclusivamente de los gobiernos, como se acostumbra inculpar), ya que -por ejemplo- depende de una relación coordinada entre Ejecutivo y Legislativo, pero también de reuniones con el creado Consejo Bancario Nacional, los campesinos, los industriales, los ganaderos, los maestros, con receptividad ante los planteamientos de los distintos sectores de la colectividad nacional. Esto se hizo en señal de funcionamiento democrático. Por otra parte, la situación económica del país se iba haciendo estable y promisoria. La producción petrolera alcanzó alrededor de 2.700.000 barriles diarios, haciéndose el primer país exportador de petróleo del mundo. Crecieron los ingresos al Tesoro. En los primeros cinco meses de gobierno, la diferencia entre ingresos y gastos mostró un superávit de 141,2 millones, mientras que en el año anterior hubo un déficit de 802,2 millones de bolívares. Ascendieron las reservas internacionales del país al pasar de 2.858 millones de bolívares en enero a 3.113 millones en mayo, hecho que se originó fundamentalmente en las mayores compras de divisas efectuadas en el Banco Central en 1959, a consecuencia de la elevación de contribuciones a las actividades extractivas. El movimiento bancario adquirió ese año una extraordinaria movilidad por la confianza de los sectores financieros privados, presentándose incrementos notables en las cuentas de caja, colocaciones, depósitos y capital. Estas actividades tuvieron un ritmo ascendente, continuado y sostenido. Los mayores aumentos se realizaron en las actividades industriales, síntoma estimulante para un país que ya no podía continuar siendo fundamentalmente importador de mercancías que podíamos y debíamos producir con capital, con técnica y con mano de obra venezolanos. La política industrialista oficial era definida y clara. Y comenzaron a producirse en el país muchos de los productos anteriormente importados, como era el caso en el sector manufacturero. Como segunda industria nacional, la construcción recibió un impulso inusitado, incrementándose coherentemente en las principales ciudades del país; todas las peticiones de permisos de construcción fueron aceptadas y ninguna rechazada, favoreciéndose aquellas dirigidas a la construcción de viviendas, que evolucionaría como nunca antes en el país. Caricuao comenzó a existir gracias al traslado de 1.500 familias que vivían en quebradas y en las peores condiciones, trasladándoseles a espacios decentes. El distribuidor El Pulpo se realizó en tiempo record, así como la Avenida Universidad , numerosas escuelas primarias, liceos y escuelas técnicas. El desarrollo industrial puesto en marcha puede apreciarse en unas cuantas cifras de 1959: la producción de cemento aumentó en 81.000 toneladas, y no precisamente para obras suntuarios como el Hotel Humboldt, sino de hospitales, escuelas, cloacas, obras de riego, carreteras, caminos vecinales. Se dejó de fumar cigarrillos importados, la producción de azúcar creció en 7.000 toneladas, la leche en 5.000 toneladas, la producción de cauchos se incrementó en 47.000 unidades. El desarrollo económico irradiaba hacia todos los sectores de la producción, articulándose sobre la base de mayor inversión de capitales en industrias reproductivas y de un mejoramiento sostenido de esos sectores, de los empleados y trabajadores, en señal de justicia social, de aumento en la capacidad de compra de la población, activando el desarrollo de la agricultura, de la cría y de la industria. Venezuela, finalmente, marchaba hacia el desarrollo integral de su economía, pese a que se producían alarmas contra el régimen democrático por vía de emisoras clandestinas y reparto de hojas anónimas, hechas por quienes añoraban los tiempos anteriores, minoría que se veía acorralada en un país que vivió durante diez años amordazado y que ahora permitía la publicación de hechos anteriormente prohibidos, como los atracos. La inmensa mayoría de los venezolanos podía palpar ahora la eficacia de la democracia y de su libertad creadora. Se hizo también hincapié en mantener relaciones cordiales y amistosas con la casi totalidad de los gobiernos del mundo, especialmente con los de América, con los cuales estamos ligados por nexos geopolíticos, económicos y por tratados internacionales. De la misma manera, Venezuela comenzaba a ver el buen entendimiento entre todos los sectores partidistas y entre todas las clases sociales, hombres y mujeres de buena voluntad, empresarios y obreros, agricultores y campesinos, estudiantes e intelectuales, todos trazando una consigna irrenunciable: la de que esta vez íbamos a ser dignos hijos, dignos continuadores, dignos herederos de Simón Bolívar, y dignos forjadores de una patria justiciera y buena para todos sus hijos. Esta empresa pacífica y civilizadora no se realizó sin obstáculos, internos y externos. En lo interno había -por parte de algunos- incapacidad de adaptación a normas democráticas de vida social y a principios de austero manejo de los dineros públicos. Los externos se derivaban de la persistencia en el Caribe de un foco perturbador de la paz de América (Chapita en República Dominicana), cultivador de conspiraciones contra todo gobierno democrático que surgiera en esta área. Pero Venezuela estaba segura de la contribución que hacía para fortalecer la democracia nacional y continental, lista para defenderla de la penetración derechista y comunista, moralmente fuertes para enfrentarnos al totalitarismo de ultramar, dispuestos a limpiar nuestra casa americana de los totalitarismos por vía de una acción colectiva, jurídica y pacífica.

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