lunes, 15 de junio de 2009

Fascismo del siglo XXI

EDITORIAL LA NACIÓN - Hugo Chávez, inspirado en el modelo soviético, pretende eliminar el sindicalismo libre y democrático. Lo que pasa en Venezuela desnuda a dirigentes sindicales y políticos de Costa Rica. La derrota de su más audaz proyecto totalitario en el referéndum de diciembre del 2007, no frenó las ambiciones del presidente Hugo Chávez. El triunfo opositor lo obligó a abandonar la reforma constitucional concebida para perpetuarlo en el poder y afianzar su “Socialismo del siglo XXI”, pero de inmediato prometió impulsar el programa mediante procesos legislativos ordinarios. Uno de los pasos más significativos en esa dirección, son los proyectos de ley encaminados a crear “consejos de trabajadores”, destinados a sustituir el sindicalismo independiente por unidades dispersas, organizadas en los centros de trabajo e integradas al “Poder popular”; es decir, al Estado. Para criticarla, bastaría aceptar el carácter “socialista” de la medida, aclarando que se inspira en el “socialismo real”, practicado hasta hace un par de décadas detrás de la Cortina de Hierro. La precisión es necesaria para no confundir la iniciativa con los programas del socialismo democrático gobernante en Brasil, Chile y España, para citar un puñado de ejemplos. El modelo soviético y sus derivaciones también rechazaron el sindicalismo independiente, so pretexto de su carácter superfluo en sociedades que abolieron la propiedad privada de los medios de producción. Las terribles consecuencias para los sindicatos, los trabajadores y la sociedad en general, son historia todavía viva en países como Cuba y pronta a revivir en Venezuela si el autoritarismo de Chávez sigue ganando terreno. También es historia el papel decisivo del sindicalismo independiente en la demolición del socialismo real. La mención de Lech Walesa y el sindicato Solidaridad evocará para siempre la épica batalla de los trabajadores polacos contra la represión de ese socialismo, a cuya férrea cortina infligieron las primeras rasgaduras. Si bien el programa chavista engrana con aquel modelo de socialismo real, con igual facilidad podríamos calificarlo de “Fascismo del siglo XXI”. Las dos grandes ideologías totalitarias del siglo pasado compartieron muchas características, incluyendo algún parentesco de origen, pero la formulación teórica de las razones para sustituir el sindicalismo independiente por organizaciones de trabajadores supeditadas al Estado, fueron mejor formuladas, o quizá formuladas con mayor franqueza, por los pensadores y juristas del fascismo italiano. Para ellos, el modelo corporativista del fascismo superaba a la sociedad democrática, mediante la incorporación de los intereses divergentes en un todo orgánico: el Estado. Las organizaciones sociales, incluyendo los sindicatos, se unen bajo tutela estatal para promover la armonía social y el desarrollo planificado. Con tal pretexto, los fascistas obligaron al sindicalismo y demás sectores organizados a renunciar a su independencia y reivindicaciones particulares. Conseguida esa renuncia, la pérdida de las libertades individuales siguió como corolario inevitable. En entrevista concedida al diario El Nacional , Froilán Barrios, secretario ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, no se hace ilusiones sobre la inspiración histórica y propósito de la reforma laboral, promovida por el Gobierno bolivariano: “Chávez tiene una posición militarista hacia los sindicatos, que es de rechazo, porque ellos dieron forma a la democracia en las sociedades modernas. Hitler y Mussolini les cambiaron el nombre por consejos de trabajadores. Eso forma parte de la estrategia del Estado corporativo que el chavismo está montando, similar al del presidente Getulio Vargas en Brasil. Los consejos de los trabajadores (… ) servirán para la formación ideológica y no para la reivindicación laboral”. “El objetivo –dice Barrios– es desaparecer la acción sindical porque siempre pedirá reivindicaciones, que significan alza en el costo de la mano de obra. Al bajar el costo al mínimo, el Gobierno tiene más riqueza. Así mantienen un Estado rico y a un pueblo pobre, y pueden subvencionar los gastos en el exterior”. La reforma legal promovida por el chavismo viene precedida de medidas represivas y estrategias divisorias del sindicalismo independiente. El Gobierno se niega a la negociación colectiva y favorece las organizaciones oficialistas. “El Ministerio del Trabajo se convirtió en un instrumento de intervención en el mundo laboral. Promueve sindicatos paralelos y divide a los formales. Eso ha debilitado el movimiento laboral. Hoy en día, hay más sindicatos, pero con menos afiliados. La degeneración del sindicalismo y su sustitución por la delincuencia, ha derivado en anarquía. De allí el sicariato sindical, una figura inédita en Venezuela. Apenas en Guayana van 300 asesinados entre 2004 y 2008 y ningún culpable”, dice el dirigente obrero, quien anuncia su determinación de seguir haciendo “sindicalismo clandestino” en el sector petrolero, “porque desde el 2002, a cualquiera que reparta volantes en los portones lo apresan”. El panorama del sindicalismo en Venezuela desenmascara los fines del socialismo –o fascismo– del siglo XXI. También es una advertencia para el sindicalismo de las naciones democráticas, incluyendo el costarricense, entre cuyos dirigentes no falta quien profese admiración por el modelo bolivariano.

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