Por: Mario H. Concha Vergara - Emulando a Cicerón podríamos decir “¿Hasta cuándo ya, Hugo, seguirás abusando de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo aún estará burlándosenos esa locura tuya? ¿Hasta qué límite llegarás?,… ¿En tu jactancia, tu desenfrenada audacia? ¿Es que no te han impresionado nada, ni la guardia nocturna de Miraflores, sus misiles tierra aire en las azoteas y en los edificios circundantes; ni las patrullas vigilantes de la ciudad, ni el temor del pueblo, ni la afluencia de todos los buenos ciudadanos, ni este bien defendido lugar -donde se reúne la Asamblea Nacional de tus acólitos y lamebotas -ni las miradas expresivas de los presentes? ¿No te das cuenta de que tus maquinaciones están descubiertas? ¿No adviertes que tu conjura, controlada ya por el conocimiento de todos éstos, no tiene salida? ¿Quién de nosotros te crees tú que ignora qué hiciste anoche y qué anteanoche, dónde estuviste, a quiénes reuniste y qué determinación tomaste? ¿Quién crees que de nosotros ignora que pides órdenes directas a Fidel, que se las retransmites al degenerado Daniel Ortega de Nicaragua, acusado de pedófilo por su propia hija; a Cristina la hambreadora de Argentina, a Evo el reyezuelo de la cocaína, al ex cura y ahora presidente de Paraguay, Fernando Lugo, a quien irónicamente los paraguayos le llaman el Padre de la Patria por la cantidad de hijos que engendró siendo obispo católico? ¡Qué tiempos! ¡Qué costumbres! La Asamblea Nacional conoce todo eso y el mundo lo está viendo. Sin embargo vives. ¿Que si vives? Mucho más: incluso te apersonas en la Asamblea y gritas y das órdenes; participas en todos los consejos de interés público; señalas y destinas a la muerte, con tus propios ojos, a cada uno de nosotros. Pero a nosotros -todos unos hombres- con resguardarnos de las locas acometidas tuyas, nos parece que hacemos bastante en pro de la República. Convenía , desde hace ya tiempo, Hugo, que, por mandato del pueblo, te condujeran a la muerte y ostracismo político o más suavemente al destierro en Cuba y allí hasta bajarás de peso pasando hambre, la misma hambre que destruye a los cubanos; que se hiciera recaer sobre ti esa desgracia que tú, ya hace tiempo, estás maquinando contra todos nosotros.
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