domingo, 4 de enero de 2009

Gaza: la hora de las chiquitas


Por: Adolfo P. Salgueiro - Abogado e Internacionalista apsalgueiro@cantv.net - El Universal - La situación en el Medio Oriente ha sido complicada desde la repartición del área por las naciones ganadoras de la I Guerra Mundial. Ello se potenció con la aparición del recurso petrolero y la creación del Estado de Israel en 1948 que origino el problema con los palestinos que hoy -por enésima vez- degenera en violencia de alta escala. Nadie tiene toda la razón ni tampoco toda la culpa. La apreciación de las tonalidades de gris solo las da la historia. Para estar claros sobre lo que ocurre en Gaza son necesarias algunas precisiones: a) el problema se suscita entre algunos palestinos que en la lucha por sus reivindicaciones han elegido el camino de la violencia terrorista (Hamas) y otros que han optado por el diálogo y la negociación con Israel para llegar a obtener la meta de un Estado propio (Al Fatah); b) Israel tiene tan legítimo derecho a la paz, la seguridad y el desarrollo como los palestinos, para lograrlo ha hecho muchas, costosas y dolorosas concesiones. Hoy ha llegado "la hora de las chiquitas" cuando resulta poco posible el guabineo político y se hace imprescindible pronunciarse por uno de los bandos aun a sabiendas de que no todas las actuaciones son condenables y teniendo muy presente que hacerlo desde la tribuna de la más prestigiosa sección de opinión del país -como lo es "El Universal"- vendrá acompañado de algunas aprobaciones y muchas críticas. Nos pronunciamos a favor de Israel aun cuando -obviamente- lamentamos la pérdida de vidas, el dolor y la destrucción que están ocurriendo. Israel, desde su independencia, ha tratado de convivir con sus vecinos quienes han intentado varias veces borrarlo del mapa. Los palestinos han sido utilizados por el mundo árabe para su manipulación, no para acogerlos ni ayudarlos. La matanza de palestinos más grande de la historia (decenas de miles) fue perpetrada por Jordania en el "Septiembre Negro" de 1970 cuando el rey Hussein se sintió amenazado por ellos. El otro desgraciado episodio, el de las incursiones en los campos de refugiados de Sabra y Shatila en Beirut que causó centenares de bajas fue escenificado por falangistas libaneses cristianos que ingresaron al lugar después de que el ejercito israelí -negligentemente- bajo órdenes del entonces ministro israelí de Defensa, Ariel Sharon, decidiera retirar la custodia. Es necesario también precisar que la violencia ejercida por Israel no es en contra del pueblo palestino sino tan solo contra el grupo terrorista Hamas refugiado en Gaza. Israel aspira a continuar su diálogo con la fracción moderada de la Autoridad Nacional Palestina que personifica Mahmoud Abbas en la franja occidental del río Jordán. Ni este columnista ni persona alguna en uso de razón puede apoyar la violencia pero sí podemos entender (tal vez no justificar) el sentimiento de quienes día a día sufren por los disparos de cohetes desde Gaza a territorio israelí y a quienes sufren atentados suicidas y la zozobra de no poder encontrar la paz ni aun pagando el precio de dolorosas concesiones políticas, territoriales y económicas. Ojalá la razón encuentre cabida en estos episodios.

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