jueves, 3 de julio de 2008

¿Y ahora qué va a hacer Cano?


SEMANA - ANÁLISIS - Ni en lo militar, ni en lo político, ni siquiera en la moral de sus propios hombres, las Farc tienen posibilidad para reaccionar a la embestida del Estado. Aun así, se requiere una alta dosis de audacia política para lograr el final de este grupo guerrillero. Con apenas un mes de estar al mando de las Farc, Alfonso Cano acaba de recibir un golpe demoledor. Con el rescate de Íngrid Betancourt, los tres contratistas estadounidenses y 11 miembros de la fuerza pública, quedó expuesta la absoluta debilidad en la que se encuentra la otrora "invencible" guerrilla más vieja del mundo.Era difícil superar los contundentes golpes que este grupo insurgente había recibido en los últimos meses. En lo militar, la muerte de 'Raúl Reyes' y el hallazgo de sus computadores con información clave de este grupo. Luego, la muerte 'Iván Ríos', también miembro del Secretariado, y los operativos del Ejército contra mandos clave en el negocio del narcotráfico como el 'Negro Acacio', y en el secuestro, como 'Martín Caballero', a quienes dio de baja, entre muchos otros operativos. En lo político, el grupo cada vez más se enfrenta a una opinión pública más indignada y con menos temor a salir a las calles para protestar y vociferar contra la lucha seudorrevolucionari a. Sólo el pasado 4 de febrero más de cinco millones de personas salieron en todo el país a gritar: "No más Farc". En lo sicológico, la moral de sus combatientes está cada vez más baja, lo que se evidencia en el creciente número de desmovilizados, incluso de importantes mandos, como el caso de 'Karina'. Y como si lo anterior fuera poco, la súbita muerte de Manuel Marulanda, el mito fundacional y el hombre que encarnaba la esencia de su lucha campesina, dejó sin norte ni rumbo a muchos combatientes y mandos medios que ya se están haciendo muchas preguntas o simplemente están desesperados por los avatares de una guerra sangrienta que en la selva húmeda se vuelve insoportable.Incluso en la comunidad internacional, en donde lograron sus más recientes victorias al tener una gran vitrina a finales del año pasado, cuando liberaron a varios secuestrados, tuvieron varios reveses como el del niño Emmanuel -donde se terminó desenmascarando un engaño de las Farc- o con la información contenida en el computador de Raúl Reyes que revelaba el verdadero modus operandi de esta guerrilla y que fue conocido por la comunidad internacional. Sólo se mantenían firmes el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el de Francia, Nicolas Sarkozy.De ahí que perder de sus garras a este grupo de secuestrados es una bofetada al Secretariado, y en especial a Cano, que se queda sin Íngrid, la principal carta que tenía para buscar el posicionamiento del grupo que recién comienza a comandar. En el terreno militar, los hombres de las Farc están aislados y con comunicaciones muy esporádicas, a tal punto, que no tienen cómo saber las directrices de sus jefes, y son presa de engaños y manipulaciones como el que permitió la liberación de Íngrid. Es difícil que puedan escapar del desánimo con lo vivido en este esperanzador episodio, y más con el anuncio del Ministro de Defensa sobre la infiltración del círculo cercano al Secretariado. Este cuadro se empeora con un pueblo en contra y envalentonado contra la constante barbarie de las Farc. Hace unas pocas semanas una encuesta realizada por Gallup daba cuenta de cómo el 75 por ciento de la población cree que es posible derrotar a las Farc. El respiro que habían logrado con la intermediació n internacional por los secuestrados también se reducirá notablemente, por no decir que desaparecerá. Íngrid era quien tenía en el tema a Francia; los contratistas mantenían el interés de los gringos, que, aunque siempre cautos, son un factor determinante, y Venezuela se quedaría junto con los llamados países amigos, abogando por un grupo que, por duro que suene, despierta menos audiencia en la comunidad internacional y en la opinión pública.Esta nueva era de las Farc se perfila muy corta, comparada con la larga época que tuvo en manos de 'Tirofijo'. No hay duda de la superioridad del Estado y la debilidad de la guerrilla. Pero aun si es crudo y realista el diagnóstico, no es el fin de las Farc.Todo está dado para que ahora sí se dé el anunciado "comienzo del fin". Y acá es donde este grupo buscará dar su último gran pulso, su reacción militar, antes de ser reducidos aun más en la batalla, o de claudicar en una negociación política.Es muy probable que el carácter de Alfonso Cano y la indignación que le causó un operativo como el vivido lo lleven a buscar radicalizarse aun más en lo militar y tratar de demostrar que no están agonizando. Es de esperar entonces que las Farc acudan a actos sencillos de realizar, que impliquen gran capacidad ofensiva y operativa -que no tienen- y que generen un impacto sicológico en la opinión pública, como actos terroristas o secuestros selectivos de personalidades. Igual algunos pocos cientos de hombres en armas son una amenaza real en cualquier lugar del mundo. La ETA en España, por ejemplo, es un grupo terrorista que no llega a 300 hombres, pero nadie desconoce su capacidad para desestabilizar una democracia tan sólida como la del país ibérico. Con esta fórmula Cano buscará ganar tiempo para consolidar su mandato como jefe supremo de este grupo. Pero tiene el tiempo en contra.De ahí que pese al entusiasmo de la noticia, es un error que el país sienta que con esta liberación, el tema de las Farc quedó chuleado o superado. Es importante sentirse optimistas cuando la sicología es un factor determinante en cualquier guerra, pero no es sano que la sociedad se obnubile al pensar sólo con el deseo. Quizás es el momento para que el gobierno en cabeza del presidente Álvaro Uribe haga uso de la audacia con la que ha sorprendido al país en más de una oportunidad, y aproveche este buen momento para crear un escenario que permita buscar una salida política por medio de una presión militar. Es llevar a las Farc a un punto en el que se den cuenta de que pueden ganar más en una claudicación militar con salidas políticas, que una la perpetuación de una espiral de violencia que sólo significará un mayor derramamiento de sangre que Colombia no merece.

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