miércoles, 9 de julio de 2008

¿Los militares frenan a Hugo Chávez?


Por: Ivo Príamo Alvarenga - COLUMNA INVERTEBRADA - Columnista de LA PRENSA GRÁFICA ipalvarenga@telemovil.net -Macho suelto se dice de alguien indisciplinado, desordenado, a quien nadie controla. Hugo Chávez era un burro suelto. Pero algo hace pensar que le han puesto jáquima y le tironean el lazo. Las veces en América Latina que se han intentado revoluciones de corte socialista, teniendo el gobierno como base de poder un ejército tradicional, este le ha dado vuelta al régimen. En Argentina, a mediados de los 40 surgió un caudillo, el general Juan Domingo Perón, que no ensayó un socialismo propiamente dicho, sino un confuso populismo, llamado “justicialismo”, con un fuerte contenido nacionalista y social. Aglutinó a pequeños y medianos propietarios, especialmente los surgidos de la naciente y próspera industrializació n, a los trabajadores cuya sindicalizació n promovió y les dio modernas leyes laborales. Nacionalizó importantes rubros productivos de extranjeros, construyó infinitas obras públicas e introdujo reformas modernizantes como el sufragio femenino, ayudado por la figura magnética y enérgica de su esposa, María Eva Duarte, conocida entonces y pasada a la historia como “Evita”. Hasta los 50 Perón fue exitoso. Pero sectores desencantados como los industriales ante un desarrollo frustrado y los agricultores enardecidos por malas cosechas, le crearon una fuerte oposición que el general intentó apaciguar con medidas represivas, lo cual le generó mayores antagonismos como el de la Iglesia Católica , que llegó hasta excomulgarlo. Sus mismos compañeros de armas lo destituyeron. En el vecino Chile, es sobradamente conocida la trágica experiencia de Allende, cuyo gobierno tuvo un enorme parecido, salvo en el desenlace, con el primer período de Ortega en Nicaragua. Instauró una fatídica “Vía chilena al socialismo”, cuyo demoledor descalabro económico lo agravaron la ensordecedora demagogia de los partidos de izquierda y el radicalismo enloquecido de grupos extremistas. La población llegó a extremos de desesperación y provocó que diera un golpe de Estado, el que era considerado ejército modelo de institucionalismo y respeto a la autoridad civil, transformado como por obra del demonio, en un cuerpo cruelmente represivo, hasta que las fuerzas democráticas se unieron para restaurar la libertad. El cielo nos proteja de una tragedia similar que podría caer sobre El Salvador. En Perú país dominado por multinacionales extranjeras y una ciega oligarquía criolla, la Fuerza Armada quiso establecer un régimen nacionalista y revolucionario. Fue derrocado el presidente civil, Fernando Belaúnde Terry, y tomó el poder la Junta Militar Revolucionaria presidida por el general Juan Velasco Alvarado, que nacionalizó la explotación petrolera y otros recursos económicos, implementó una profunda y novedosa reforma agraria y entró en agudo choque con Estados Unidos. Generó un caos económico-social y un golpe de Estado lo depuso en 1975. Murió 2 años después. Fenómeno similar fue el de los gobiernos izquierdizantes de Janio Quadros y Joao Goulart en Brasil, este último derrocado por los militares que establecieron una larga dictadura. Digno de mayor atención sería el de Jacobo Árbenz en Guatemala. En Venezuela, la Fuerza Armada desde que se instaló la democracia en 1959, fue defensora de la institucionalidad y la democracia. Habiendo luchado contra y derrotados los movimientos guerrilleros adiestrados y financiados por Fidel Castro, ha sido anticomunista. Es casi imposible que no reaccione contra el “socialismo” de Chávez y hay numerosos indicios de que así está sucediendo.

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