martes, 18 de agosto de 2009

Mejor que cortar una rama


Por Gustavo Coronel - Henry David Thoreau, influenciado por Ralph Waldo Emerson, escribió un ensayo sobre la desobediencia civil como imperativo moral. Dijo que una ley injusta nos obliga a combatirla, a desconocerla, so pena de convertirnos en cómplices. Pero agregó que era preciso atacar la raíz, más que cortar una rama. Pensaba, probablemente, que una mala ley, aunque combatida y erradicada, puede ser seguida por otras malas leyes. Es el agente generador de malas leyes el que debe ser extirpado. El esfuerzo de la gente libre debe estar enfocado a arrancar de una vez por todas la mala raíz. El ensayo de Thoreau sirvió de inspiración a dos grandes y exitosos movimientos de desobediencia civil: el de Ghandi en la India y el de Martin Luther King en USA. Estos movimientos tuvieron éxito porque pudieron disfrutar de tres ingredientes principales: un liderazgo sólido; una causa justa y grandes segmentos de la población dispuestos a pagar el precio de su desobediencia. Cuando menciono un liderazgo sólido no me refiero exclusivamente a Ghandi y a King. Ellos fueron las cabezas visibles, los símbolos de esos movimientos, pero ambos contaron con un equipo compacto que les sirvió de apoyo estratégico y moral. Al hablar de una causa justa no pretendo decir que toda la sociedad estuvo de parte de los movimientos. En la India Ghandi tuvo detractores importantes mientras que en USA King no fue bien visto por millones de ciudadanos culturalmente predispuestos a aceptar la discriminación racial como un hecho “natural”. Sin embargo, el deseo de independencia y libertad, en el caso de la India, y el reclamo de seres humanos por un lugar igual en la sociedad, en el caso de los Estados Unidos, tuvieron eco en mucha gente. Esa gente comprendió que para lograr el éxito de su causa era necesario estar dispuestos a pagar un precio: prisión, golpes, represión, daños morales, exilio. Thoreau decía que ir a la cárcel por desobedecer a la injusticia le otorgaba al hombre su verdadera condición humana. Atacar la raíz, más que cortar las ramas tiene un profundo valor estratégico. En la Venezuela de esta trágica década quienes nos oponemos a la injusticia, la ignorancia y la represión hemos estado más atentos a cortar ramas que a extirpar la raíz. De allí que la gran batalla por PDVSA terminara con la derrota de un valiosísimo segmento de la sociedad venezolana, la Gente del Petróleo. Y que la primera gran batalla por la libertad de expresión terminara con otra derrota, el cierre de RCTV. Las batallas que se han dado han estado caracterizadas por incluir a importantes segmentos de la sociedad pero no han logrado involucrar a la sociedad como un todo, no han podido eliminar la criminal indiferencia de miles de compatriotas. En Abril 2002 la sociedad venezolana se resteó y el déspota salió del poder, su renuncia anunciada en cadena nacional por uno de sus mismos cómplices, hoy embajador en Lisboa. Su regreso se debió a la torpeza de algunos actores de circunstancia y a la miopía de algunos militares hoy en desgracia. No fue una acción popular para restituirlo en el poder, como se ha querido hacer ver. Hoy el país enfrenta una nueva gran crisis. Un crisis anterior condujo a la politización y destrucción de PDVSA. Otra llevó al cierre y confiscación de los activos de una importante estación televisora. Todavía otra gran crisis condujo a la prostitución definitiva de la constitución, cuando el déspota la modificó ilegalmente para poder re-elegirse indefinidamente. Hoy, una mal llamada Ley de Educación, aprobada por el régimen de manera inconsulta y obscena, pretende consagrar la adoctrinación y eliminar la libertad de enseñanza para los niños y jóvenes del país. Esta nueva crisis representa una amenaza cierta de destrucción moral para la sociedad venezolana pero también representa una nueva oportunidad para llevar a cabo una acción masiva de desobediencia civil que vaya dirigida a extirpar la raíz, más que a cortar una rama. Insurgencia civil, desobediencia, negativa a seguir considerando al régimen como legítimo es el deber de todos quienes amamos la libertad y creemos en un futuro digno para la sociedad venezolana.

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