domingo, 9 de agosto de 2009

El convite de la dictadura


Por: Rubén Osorio Canales y su Gastronomía Política - roc1934cor@gmail.com - LA RAZÓN - Hablemos claro, en Venezuela lo que impera y desgobierna es una dictadura militar comunista. Al descubierto quedaron: haber utilizado los caminos de la democracia para instalarse en el poder, haber dispuesto de las herramientas de la democracia para acabar con ella, esconderse en subterfugios legales para hacer simulacros de legalidad, pisotear la voluntad popular, abrir procesos ilegales para darle legalidad a los castigos, inventar expedientes para echar adelante procesos que tienen sentencias anunciadas, disfrazar las causas políticas de los encarcelamientos de la disidencia. La nuestra es una dictadura real, de carne y hueso, que se ha ido construyendo en nuestras propias narices en medio de una permisividad a veces vergonzante, una falta de estrategias de las organizaciones políticas y un letargo de la ciudadanía que ha durado en demasía. Como toda dictadura comunista, elabora discursos que van desde el encantamiento hasta la amenaza en una sola cápsula. En estos diez años y gracias a errores estratégicos garrafales de la oposición, como el de haberle dejado a los seguidores del régimen toda la Asamblea Nacional en un acto abstencionista suicida, avanza todos los días a pesar de que la voluntad popular le dijo NO a su proyecto de reforma. La respuesta a ese hecho por parte del autócrata fue, en el mejor estilo de los gorilas clásicos, intensificar los abusos de poder, la represión y la violación continua de la Carta Magna. De allí el cierre de los medios, la inconstitucional aprobación de un conjunto de leyes definitivamente aberrantes con las que pretende convertir a Venezuela en una cárcel. Las leyes que con prisa voraz instrumentan en Miraflores y aprueba con insólita sumisión la Asamblea Nacional y luego refrenda el Tribunal Supremo, marcan la intención totalitaria del régimen. Una ley como la electoral que barre con las minorías y legaliza el fraude, la ley de educación, la ley de la propiedad social, las disposiciones arbitrarias contra los medios y la ley de delitos mediáticos ordenada por el autócrata y presentada por la fiscalía, conforman, junto con otras, una camisa de fuerza contra una sociedad que, mayoritariamente, se le opone. El militar que nos desgobierna, no es capaz de entender que una ciudadanía con genes democráticos indestructibles, no es igual a la tropa de un cuartel y que una ciudadanía con tales características, aun cuando tolerante por naturaleza, bajo ningún respecto acepta violaciones a sus derechos. Esa falta elemental de comprensión en un autócrata, acosado por sus propios errores y por una falta de credibilidad dentro y fuera de nuestro territorio, lo ha llevado a una encrucijada que debería obligarlo, o a bajar la intensidad de sus ataques, o a aumentar la represión. El primer camino, que sería el sensato, pareciera no estar en su agenda, en cambio aumentar la represión, acelerar el proceso por la vía del abuso, seguir violando la Constitución con nuevas disposiciones que la contradicen, sigue siendo su opción de odio, si es que tomamos al pie de la letra su más reciente declaración al anunciar una aceleración del proceso que él llama revolucionario. Algunos estiman que no tiene la fuerza para hacerlo y este cronista que nunca ha subestimado su falta de pudor democrático, piensa que insistirá porque su mente no concibe otra cosa que la rendición incondicional del enemigo, lo cual es para su desgracia, su más grande error. Allí está la sociedad civil ejerciendo una presión con la que no pueden, ni su discurso ya gastado, ni sus acciones represivas, ni las castraciones a la libertad que ejecutan sus sicarios todos los días. Cada abuso encuentra una barrera cada vez más sólida que lo obliga a dar un paso atrás, a torcer el camino y hasta a fabricar todo tipo de trapos mediáticos como el de Lina Ron, la amenaza de ruptura de relaciones con Colombia, sus intromisiones en Honduras, sus ataques siempre virulentos contra el imperio, sus expropiaciones, todos hechos que sumados a los abusos de poder contra los ciudadanos, constituyen signos de debilidad y decadencia de su poder. La encrucijada está a la vista y el camino que, por insensato seguirá, también. Si algo indican todas las encuestas es que, a pesar de no tener una oposición organizada y unida capaz de inventar estrategias y tomar la ofensiva, la opinión publica ha levantado su voz para manifestar a todo pulmón su rechazo al proyecto y a sus métodos para imponerlo. Hay altas tensiones a la vista que nos indican que la encrucijada también le llegó a la oposición y a toda la sociedad democrática. O todo ese sentimiento general y mayoritario de repudio hacia los despropósitos oficialistas, lo empujamos todos dejando a un lado apetitos que sobran en una causa unitaria, o seguimos cada quien por su lado con las mismas miopías y terquedades que con seguridad nos conducen a la pérdida de lo que tanto decimos defender: democracia, paz y libertad. Para las organizaciones políticas llegó la hora de la verdad, o acompañan todos unidos a la sociedad democrática, o corren el riesgo de ser enterrados. EL PLATO - Hablando de encrucijadas aquí está mi fórmula con la que alimentaré la tertulia edificante que nos hemos propuesto este domingo para hablar sobre estos temas. Tengo mi formula particular cada vez que me reúno con amigos en tertulias edificantes y esa no es otra que una sanduchada a base de cochino preparado de la siguiente manera. Tome un par de kilos de pernil sin hueso. Amárrelo como si fuese un rosbif, alíñelo con orégano, pimienta, canela y clavo en polvo, introdúzcalo en un caldero y déjelo dorar de manera uniforme. Una vez dorado incorpore medio litro de vino de cocina y otro medio litro de vino moscatel y déjelo cocinar a fuego medio alto por espacio de una hora y media. Apague el fuego y déjelo reposar antes de cortarlo en rodajas que introducirá en el pan de su preferencia. Cómalo acompañado de un buen vino tinto pensando que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Una variante de esta fórmula consiste en sustituir los vinos con coca cola, lo cual implicaría el riesgo que lo llamen pitiyanqui imperialista y por lo tanto traidor a la patria. EL CONVITE - Es bueno recordar que todas las autocracias populistas que nos ha narrado la historia comenzaron gozando de alto fervor popular y terminaron todas, sin excepción, en el foso del más absoluto repudio del pueblo. Esa historia se está repitiendo con creces en esta geografía.

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