Un leñador estaba trabajando duramente en unas remotas montañas, cuando apareció un extraño animal que nunca antes había visto. —Ah —dijo el animal—, nunca antes habías visto algo como yo.Al leñador le sorprendió muchísimo oír hablar al animal. —Y estás asombrado de que pueda hablar. Al leñador también le sorprendió que la bestia supiera sus pensamientos. —Y de que sepa lo que estás pensando —continuó el animal.Viendo el animal, al leñador le dieron ganas de atraparlo y llevárselo a su hogar. —¿Así que quieres capturarme vivo, cierto? Y si no, quizá podría darle un hachazo y después llevárselo a su hogar. —Y ahora quieres matarme —dijo el animal. El leñador se dio cuenta que no podría hacerle nada, puesto que la bestia siempre sabía lo que él pensaba hacer. Así pues, regresó al trabajo, decidido en ignorar al animal. —Y ahora —dijo— me abandonas. Apenas pudo trabajar, el leñador se descubrió pensando a menudo en el animal que estaba allí, y la bestia siempre hacía un comentario de acuerdo a lo que pensaba. Deseó que se alejara, y al final le pidió que lo dejara tranquilo. Aparentemente el animal no deseaba irse. Estaba parado allí, cerca de él, leyendo todos sus pensamientos y no parecía tener buenas intenciones. Finalmente, no sabiendo qué más hacer, el leñador se resignó, tomó su hacha otra vez, determinado a no prestar más atención a este extraño animal. Y prosiguió, sin nada más en la mente, con el corte de los árboles. Mientras él trabajaba así, sin pensamientos en su cabeza excepto el hacha y el árbol, la cabeza del hacha voló del mango y dio muerte al animal.
Extraído del libro Zen Inklings, de Donald Richie.
Extraído del libro Zen Inklings, de Donald Richie.
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