Por: Ernesto García MacGregor - garciamacgregor@gmail.com - Durante la Colonia, la repulsiva división de clases fragmentó profundamente la sociedad. Los pardos e “inferiores” (80% de la población) no podían ser curas, funcionarios, militares, universitarios o simplemente triunfar en la vida. Como consecuencia, estos excluidos nunca vieron en el trabajo un medio de superación y aceptaron el conformismo y la penuria como un hecho habitual. Cuando con la Independencia desaparecieron los estigmas sociales, sólo los pardos con ansias de superación lograron ascender. La gran mayoría de la población al no poseer asideros económicos ni frenos morales, continuó en la apatía e ignorancia, sublimando sus instintos reprimidos en el sexo y el alcohol. Con la llegada del petróleo y posteriormente de la democracia y la masificación de la educación, muchos desposeídos, a través del esfuerzo, salieron, y aún siguen saliendo de abajo engrandeciendo esa clase media y pudiente que hoy el chavismo tilda de oligarquía. Pero salir de abajo implicó sacrificios tales como no estar regando hijos por allí, tener un trabajo fijo, ahorrar para el futuro y sobre todo, despojarse de las inoperantes costumbres heredadas. Porque el subdesarrollo no sólo es un conjunto de datos estadístico, también es un estado mental, una forma de expresarse y una personalidad colectiva que hay que combatir. Y nuestro pueblo lo estaba haciendo hasta que llegó el chavismo a cortarles cabezas a la clase media pero también a serrucharles los pies a los pobres. Nivelando por lo bajo. Insta a los necesitados a que le arrebaten a los que tienen, al tiempo que les advierte que la propiedad privada no es de nadie sino de todos. Sembrando odio racial y social. Arruinando al país para que todos sean pobres y felices como en Cuba y así perpetuarse en el poder de las focas amaestradas. Que oiga quien tiene oídos...
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