Por: Henry M. Cabello - Si usted, amigo lector, es de quienes creen que aquí lo que hay es un simple pleito entre la oposición y el gobierno, y que como usted no está ni con uno ni con el otro, nada de lo que está pasando lo afecta. O si usted es uno de los que están con el llamado “proceso”, y cree que el gobierno lo está haciendo bien, espero que lea este artículo. Y si no es así, espero que tenga algún amigo que esté en una de esas categorías, para que se lo enseñe. Cierto es que una revolución tiene que cambiar todas las cosas. Un buen ejemplo, cercano, es el de Cuba. Fidel afirmó que él no era comunista y que respetaría la iglesia, los derechos ciudadanos y la propiedad privada. Pero luego, como se trataba de una “verdadera” revolución, procedió a eliminar y fusilar a cuanto bicho de uña le hiciera oposición. Arremetió contra las empresas privadas nacionalizando cientos de empresas, entre ellas, los ingenios azucareros, las destilerías de ron y las tabaqueras. No indemnizaron a nadie. Pero baste con saber que para finales de 1950, Cuba tenía una zafra de mas de 7 millones de toneladas de caña por año. Hoy no llega a 2,5 millones. Para remate, confiscaron la banca privada y procedieron a regular la economía. La inflación se devoró al país. Todo quedó en manos del Estado. Todo en manos de la revolución. Después de 50 años vemos en que ha parado todo eso: libretas de racionamiento; atraso generalizado, largas colas para comprar alimentos, sueldos miserables y miseria repartida por igual para toda la población, menos para los líderes rebeldes. ¿En verdad usted cree que hay que esperar 50 años para ver qué nos va a pasar a nosotros? Nuestro gran líder se ha dado a la tarea de desmentirse a sí mismo cada vez que tiene ocasión. Prometió lo mismo que Fidel. Respeto a la propiedad privada, al disenso y al derecho individual. Han pasado diez años desde entonces. Ha hecho todo lo contrario y encima, contra sus propias palabras, afirma que solo él puede gobernar al país. Hay que reconocer que este país, sumido en el caos, la violencia y la delincuencia rampantes, luce como un manicomio. Los pocos cuerdos que todavía quedan, están confusos y ansiosos: camino hacia la locura. El gobierno controla absolutamente todo: el ejército, policías, tribunales, contraloría, la A.N., la mayoría de las gobernaciones, alcaldías y concejos municipales. Cada quién por su lado puede hacer lo que le venga en gana, mientras tenga el visto bueno de Miraflores. Para colmo, aquí mismo, en la Zona Industrial, una banda armada arremete contra las empresas que todavía funcionan allí. Ya atacaron la Plumrose, Alimentos Polar y van por Vivex y Mitsubishi. Y ni el gobierno, ni la PM, ni la GN, ni Fedecámaras, ni la Cámara de Comercio de Barcelona han abierto su boca. Detrás de cada arremetida contra una empresa privada o contra un sector económico, hay una pila de “vivos” revolucionarios, que están haciendo el negocio del siglo. Atuneras, Productoras de leche y derivados lácteos, procesadoras e importadoras de carne, además de las empresas básicas del país, como las de Guayana y las petroleras, están en manos de personeros del gobierno. Los mas inmorales episodios de antes resurgen con mas fuerza. Un grupito de privilegiados enriqueciéndose obscenamente y una enorme mayoría padeciendo los rigores de la escasez y el asedio del gobierno. Frente a tamaña desventura no es de extrañar que cueste trabajo convencer a los votantes para que tengan paciencia y acudan a votar. La gente comienza a preguntarse cuanto tiempo más habrá que aguantar. Pero, también hay que preguntarse ¿Quién es mas culpable: el ciego o el que le da el garrote?
henry, pareciera mas bien una brujula sin destino cierto, nose pero a mi criterio creo que tienes una gran ambieguedad y te encuentras en una encrucijada.
ResponderEliminar