La Esquina del Maderero se llamó así por voz popular, debido a que en aquel sitio existió un gran depósito de maderas. En tiempos viejos se levantó, en un corralón, el viejo "Teatro del Maderero", formado por cuatro paredes sin techo ni pavimento, con un andamio en coleta y pintando en vivos colores, donde se representaban las funciones llamadas "Las Jerusalenes".Entonces no había luz en la ciudad y la iluminación del espectáculo se hacía por medio de candilejas, cuyas mechas se alimentaban con grasa animal y emitían largas columnas de humo.Manuel León fue uno de los artistas que se hicieron célebres en el Teatro del Maderero, representando a Cristo en la Pasión. Vicente Farfán interpretaba a Pilatos. Era costumbre que los artistas, reclutados entre las gentes del mercado y los negocios, inventaran de su propio peculio las palabras, pues no tenían tiempo de estudiar los papeles y también porque casi todos eran analfabetos. De ahí que fuera tan divertido asistir al "Teatro del Maderero", el primer teatro popular que se estableció en Caracas.Durante las representaciones de los Nacimientos, se armaban las grescas con cualquier motivo, pues el teatro era muy visitado por los "guapos" del lugar, y salían a relucir los pardillos, el guayacán y el chaparro, repartiendo palos a diestra y siniestra entre los asistentes.Cercando el teatro estaba el Río Caroata, sitio que arrastraba los desperdicios de la ciudad. Cuentan que en más de una oportunidad, el manso río se rebeló de su triste destino, llevándose todo cuanto encontraba por delante y como es natural, los débiles cartones que fungían de paredes en el famoso teatro.A su puerta, -durante las funciones-, se formaban hileras de vendedoras de paño, camisa y fustán, con azafates de dulces, iluminados por el célebre farolillo de cuatro vidrios y vela de sebo.El teatro constaba de cuatro puertas, un hall de entrada, sus hileras de palcos que visitaba la "crema y "el paraíso" que sólo era visitado por el pueblo "alpargatudo". La luneta estaba formada de sillas que se desarmaban cada vez que se formaba un lío.A la hora de la función, que se anunciaba con ocho campanazos, el teatro estaba siempre repleto de público. Era natural, en una ciudad donde no había diversiones; y cuando se levantaba el telón, comenzaban a oirse las estrofas que salían de los labios de alguna artista improvisada en "arcángel historiador", y trajeada con "miriñaque", como era la moda en aquellos tiempos.Después de las diversas apariciones de vírgenes y ángeles, el público comenzaba a impacientarse; y se oían pitos y frases de subido color que hacían enrojecer al público culto, el de los palcos.Ante los gritos descorteses y los adjetivos ofensivos, la policía se desgañitaba tratando de poner el orden; y muchas veces se armaba tal escándalo, que los artistas se veían precisados a bajar el telón, para que diera comienzo a "la orquesta" de los vendedores de chicha y maní tostado.Eran célebres las piezas que allí se representaban. Los artistas, hombres y mujeres sin ninguna cultura, en ocasiones tenían que improvisar su papel. En uno de ellos, el Arcángel Miguel bajaba hasta el público en una "nube" de trapo, y un chistoso que estaba entre el público, gritaba: "Míralo, si es Natividad, el chocolatero...".Y el pobre muchacho, viéndose descubierto, gritaba a todo pulmón: "Súbeme, Jesús María, que ya me reconocieron"...Este percance daban mayor colorido al espectáculo, las risas y chirigotas eran tan grandes, que la gente, especialmente el público del "paraíso", reía a reventar."Las Jerusalenes" perdieron su crédito por los líos que se armaban a cada rato dentro del teatro.En 1905 los chicos de la prensa, acaudillados por Candelario Pérez, Cronista de "El Pregonero", Maximiliano Lores, Director de la "La Linterna Mágica", Juan José Churión y otros, donde organizaron una función benéfica para resucitar "el viejo teatro", con tan mala suerte, que le dieron una pita descomunal a los artistas. Y ha sido, sin duda, el viejo popular Teatro de Maderero, lo que ha dado mayor renombre a la Esquina.Por lo demás, la Esquina del Maderero ha sido un sitio donde siempre han existido grandes depósitos de madera, aserraderos y carpintería, justificándose así su nombre. Aún en nuestros días existen aserraderos de fama en aquel lugar donde se celebró las llamadas "Jerusalenes", y "Nacimientos", desde los viejos tiempos coloniales. No obstante, el Cronista Bolet Peraza, en su conocida y celebrada obra "El teatro del Maderero", dicen que el nombre se debe en virtud de "que, en su recinto y durante las místicas representaciones de "Nacimientos", solía hacerse un uso malsano del pardillo, del guayacán, del chaparro-manteco y otras maderas de construcción ebanestería y molimiento, de cuya flexibilidad y contundencia daban fe los doloridos cardenales que celebraban cónclave en las costillas del respetable público".
martes, 3 de junio de 2008
Esquina DEL MADERERO
La Esquina del Maderero se llamó así por voz popular, debido a que en aquel sitio existió un gran depósito de maderas. En tiempos viejos se levantó, en un corralón, el viejo "Teatro del Maderero", formado por cuatro paredes sin techo ni pavimento, con un andamio en coleta y pintando en vivos colores, donde se representaban las funciones llamadas "Las Jerusalenes".Entonces no había luz en la ciudad y la iluminación del espectáculo se hacía por medio de candilejas, cuyas mechas se alimentaban con grasa animal y emitían largas columnas de humo.Manuel León fue uno de los artistas que se hicieron célebres en el Teatro del Maderero, representando a Cristo en la Pasión. Vicente Farfán interpretaba a Pilatos. Era costumbre que los artistas, reclutados entre las gentes del mercado y los negocios, inventaran de su propio peculio las palabras, pues no tenían tiempo de estudiar los papeles y también porque casi todos eran analfabetos. De ahí que fuera tan divertido asistir al "Teatro del Maderero", el primer teatro popular que se estableció en Caracas.Durante las representaciones de los Nacimientos, se armaban las grescas con cualquier motivo, pues el teatro era muy visitado por los "guapos" del lugar, y salían a relucir los pardillos, el guayacán y el chaparro, repartiendo palos a diestra y siniestra entre los asistentes.Cercando el teatro estaba el Río Caroata, sitio que arrastraba los desperdicios de la ciudad. Cuentan que en más de una oportunidad, el manso río se rebeló de su triste destino, llevándose todo cuanto encontraba por delante y como es natural, los débiles cartones que fungían de paredes en el famoso teatro.A su puerta, -durante las funciones-, se formaban hileras de vendedoras de paño, camisa y fustán, con azafates de dulces, iluminados por el célebre farolillo de cuatro vidrios y vela de sebo.El teatro constaba de cuatro puertas, un hall de entrada, sus hileras de palcos que visitaba la "crema y "el paraíso" que sólo era visitado por el pueblo "alpargatudo". La luneta estaba formada de sillas que se desarmaban cada vez que se formaba un lío.A la hora de la función, que se anunciaba con ocho campanazos, el teatro estaba siempre repleto de público. Era natural, en una ciudad donde no había diversiones; y cuando se levantaba el telón, comenzaban a oirse las estrofas que salían de los labios de alguna artista improvisada en "arcángel historiador", y trajeada con "miriñaque", como era la moda en aquellos tiempos.Después de las diversas apariciones de vírgenes y ángeles, el público comenzaba a impacientarse; y se oían pitos y frases de subido color que hacían enrojecer al público culto, el de los palcos.Ante los gritos descorteses y los adjetivos ofensivos, la policía se desgañitaba tratando de poner el orden; y muchas veces se armaba tal escándalo, que los artistas se veían precisados a bajar el telón, para que diera comienzo a "la orquesta" de los vendedores de chicha y maní tostado.Eran célebres las piezas que allí se representaban. Los artistas, hombres y mujeres sin ninguna cultura, en ocasiones tenían que improvisar su papel. En uno de ellos, el Arcángel Miguel bajaba hasta el público en una "nube" de trapo, y un chistoso que estaba entre el público, gritaba: "Míralo, si es Natividad, el chocolatero...".Y el pobre muchacho, viéndose descubierto, gritaba a todo pulmón: "Súbeme, Jesús María, que ya me reconocieron"...Este percance daban mayor colorido al espectáculo, las risas y chirigotas eran tan grandes, que la gente, especialmente el público del "paraíso", reía a reventar."Las Jerusalenes" perdieron su crédito por los líos que se armaban a cada rato dentro del teatro.En 1905 los chicos de la prensa, acaudillados por Candelario Pérez, Cronista de "El Pregonero", Maximiliano Lores, Director de la "La Linterna Mágica", Juan José Churión y otros, donde organizaron una función benéfica para resucitar "el viejo teatro", con tan mala suerte, que le dieron una pita descomunal a los artistas. Y ha sido, sin duda, el viejo popular Teatro de Maderero, lo que ha dado mayor renombre a la Esquina.Por lo demás, la Esquina del Maderero ha sido un sitio donde siempre han existido grandes depósitos de madera, aserraderos y carpintería, justificándose así su nombre. Aún en nuestros días existen aserraderos de fama en aquel lugar donde se celebró las llamadas "Jerusalenes", y "Nacimientos", desde los viejos tiempos coloniales. No obstante, el Cronista Bolet Peraza, en su conocida y celebrada obra "El teatro del Maderero", dicen que el nombre se debe en virtud de "que, en su recinto y durante las místicas representaciones de "Nacimientos", solía hacerse un uso malsano del pardillo, del guayacán, del chaparro-manteco y otras maderas de construcción ebanestería y molimiento, de cuya flexibilidad y contundencia daban fe los doloridos cardenales que celebraban cónclave en las costillas del respetable público".
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