Opina Gente - Por: Eugenio Montoro - montoroe@yahoo.es - En el siglo V, (a.c.) los persas se habían convertido en Imperio. Tenían el ojo puesto en algunas Ciudades-Estado griegas que eran independientes y, para someterlas, organizaron varias ofensivas de guerra que duraron muchos años. A pesar de la superioridad numérica de los persas, Atenas y Esparta resistían con coraje y astucia. Cuando se cansaban de pelear descansaban unos años, se volvían a organizar y nuevamente se enfrentaban. Hubo tres intentos importantes de conquista que se llamarían “Las Guerras Médicas” cuyo nombre nada tiene que ver con nuestros cirujanos actuales sino que los griegos llamaban “medas” a los persas como sinónimo. Unos siglos después, en otra parte del Mediterráneo, se enfrentarían los cartagineses, que ya eran una potencia, con los romanos que iniciaban su expansión. Al principio Cartago revolcó a Roma con su poderío naval, pero los romanos se dejaron de vainas y empezaron a construir naves de guerra y allí cambió la cosa. Peleaban unos años y descansaban otros. Curiosamente se dieron también tres enfrentamientos importantes que se conocieron como “Las Guerras Púnicas”, en donde esta insertada la conocida Epopeya de Aníbal quién atravesó los helados Alpes, con elefantes y todo, en un serio intento de derrotar a los romanos. Pensamos que estas tradiciones no deben perderse y dado que pronto estaremos en guerra contra Honduras, Colombia y Estados Unidos deberíamos adelantarnos a ponerle nombre a estas hazañas con un sólido respaldo argumental. Así que proponemos que se llamen “Las Guerras Tribilín” en honor a su promotor y a su original y simpatiquísimo remoquete juvenil. Al igual que nos enseña la historia estas guerras las deberemos hacer en tres partes y separados por lapsos de descanso y reacomodo. Para ir calentando la primera guerra será contra Honduras pues es un país chiquito que ha sido criticado “ad nauseam” por botar a su Presidente sin siquiera dejarle cepillar los dientes. La cosa es fácil porque tenemos al lado un “pana” que dejaría aterrizar nuestros avionzotes para luego preparar la invasión. Cumplido este objetivo en pocos días, regresaríamos a Venezuela a aguantar el chaparrón internacional de críticas y a preparar nuestra próxima operación. Evidentemente el siguiente enemigo a vencer es Colombia. Es un poco más complicado porque los tipos se sienten “guapos y apoyaos”, pero con la ayuda de las FARC abriríamos varios frentes que debilitarían al enemigo y ya para ese tiempo habrían llegado los tanques rusos nuevecitos. Tendríamos que sitiar a Bogotá pero como esos capitalinos necesitan tanto los cigarros y el café pronto se rendirían, volveríamos triunfantes y haríamos un desfile buenísimo con papelillo y cotillón por el Parque de Carabobo. El último objetivo es el más ambicioso. Para invadir a los gringos nos deberemos aliar con Cuba, Bolivia, Ecuador y con cuanto país quiera echarle bolas, porque esos yanquis tienen demasiados barcos, portaviones y misiles. Primero les enviaremos unos submarinos por el Pacífico y les pegaremos un susto tremendo por Los Ángeles. Cuando todos corran para allá a ver que pasa los invadimos por Florida y de allí seguimos victoriosos hacia el norte. Y así de café en café y de alucinación en alucinación, Tribilín goza sus fantasías guerreras soñando en ese héroe que la poca testosterona le impide ser. Mientras tanto Venezuela se retuerce adolorida en sus miles de problemas pero segura de que la hora del país cuerdo y decente está muy cerca.
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