jueves, 4 de junio de 2009

Alcahuetes internacionales (Para mí: VAGABUNDOS internacionales)



Por: Charito Rojas - charito@movistar.net.ve - La imagen que no deben olvidar jamás los venezolanos demócratas: la iglesia auxiliando entre sus brazos al soldado moribundo que dio su vida a cambio de proteger la naciente democracia venezolana. En el Porteñazo, el 2 de junio de 1947, regaron con su sangre las calles Puerto de Cabello soldados venezolanos que sí entendían que su principal deber era combatir a los invasores cubanos y a la izquierda enguerrillada que quería destruir la mejor oportunidad de paz y libertad en casi dos siglos de guerras y dictaduras. (Foto dramática de Héctor Rondon, que ganó un Premio Pulitzer). "¿De qué se hace un tirano? De la vileza de muchos y de la cobardía de todos". Enrique José Varona (1849-1933), escritor, filósofo, pensador y pedagogo cubano. Diez años destruyendo un país y levantando un parapeto paralelo que llama "Socialismo del Siglo XXI", arbitrariedad conceptual pues si algo no caracteriza a esta "revolución" es la modernidad. Basada ideológicamente en el más fracasado comunismo del siglo XX, desenterradora de todos los atavismos de la Venezuela colonial y de la Venezuela montonera del siglo XIX, cada paso que da el régimen es para atrás, es un retroceso substancial en los avances hacia el progreso que había hecho la Venezuela democrática. Para los revolucionarios lo ideal es destacar figuras primigenias, seguir ejemplos primitivos, mientras más arcaicos y menos superados mejor. En un acto más de agresión al sentimiento democrático que de ignorancia del valor de lo que se destruye, el "proceso" ha acabado con los íconos de la Venezuela que aspiraba a ser culta, desarrollada, que aspiraba en pocos años pasar al primer mundo. El grave error de la democracia fue pensar que el país podía dar el salto hacia el desarrollo sin la totalidad de sus ciudadanos. Esa masa de miseria que medra en la ignorancia fue la que se aferró a las botas del Comandante, esperanzada en que por fin alguien que venía de su mismo pozo iba a tener el poder para sacarlos a ellos. Con razón dicen que no hay democracia con pobreza. Ayudado por una corte de serviles, corruptos y aprovechadores, diez años después, vemos impotentes como el Metro de Caracas parece una línea de autobuses de cualquier barrio venezolano, cómo el Teresa Carreño es un circo para mítines proselitistas, los edificios públicos sufren los embates de los malvivientes que los frecuentan. El país entero está en absoluto estado de deterioro, los cortes de electricidad tienen crispada a la población, la carencia de agua potable azota por igual a todos los estratos sociales, el gas doméstico escasea y las telecomunicaciones dejaron de ser confiables después de su estatización. La ausencia absoluta de planes coordinados de seguridad, atribuibles al desinterés del régimen en todas sus labores de gobierno y a su incapacidad para sentarse a coordinar con todos los factores sociales un indispensable plan nacional, está tomando la vida de más de mil venezolanos mensualmente sin que eso parezca afectarlos tanto como que lo diga Globovisión, que eso sí es imperdonable. Si vamos a los campos, las cifras hablan por sí solas de la agresión hacia los productores, de las consecuencias de las invasiones y expropiaciones: en diez años la producción ganadera nacional ha mermado en 45%, dejamos de autoabastecernos en varios rubros, la tradicional producción de café bajó de 1.400.000 quintales a 900.000; de 1.2000 millones de litros de leche a 890 millones de litros. Las confiscaciones de empresas, las leyes que bloquean la actividad privada, la obstrucción de las divisas para importación de materia prima ha hecho descender los índices de productividad, aumentado el de desempleo, creado una expectativa negativa en el país y una caída del 86% en la inversión extranjera, espantada ante una nación que baila al son de la pata con que se levante el que se cree su amo. Muchas voces disidentes se han escuchado en estos diez años: hoy la mayoría de quienes han liderizado marchas, movimientos, ONG, están imputados, exiliados, presos, amenazados. Muchos han pagado la osadía de enfrentar las arbitrariedades del régimen con su vida, con sus bienes, con la seguridad de su familia. Muchos lo han perdido todo y aún siguen pensando que vale la pena seguir luchando para que sus hijos puedan tener un futuro libre en su país. Diez años tienen medios de comunicación, periodistas, columnistas, llevando a través de sus voces, escritos, imágenes, la verdad dramática de un país destruido por una bizarra revolución. Diez años desenmascarando corruptos, revelando en qué se han gastado los 950.000 millones de dólares que han entrado al país en esta década, la que debía ser la más próspera en la historia nacional y que ha sido en contraste la más empobrecedora. Mi abuelo tenía un gran ejemplo para explicar por qué el dinero debe estar en manos capaces: "Si tú le das un millón de bolívares a un hombre preparado, con visión y cultura de trabajo, en un año lo multiplica y tiene proyectos para el futuro. Si se lo das a un patán holgazán y sin preparación, al cabo de un año estará más pobre que antes, se habrá bebido y jugado los reales. Los más, comprarán un camión para alquilarlo o le harán un segundo piso al rancho de la mamá, si es que les sobra algo de la pea". La única verdad verdadera es que con ese chorro de divisas, Venezuela debería ser el país más desarrollado de América Latina. Si hubiese invertido en educación en lugar de comprar armas; si hubiese construido carreteras aquí en lugar de hacerlo en otros países; si se hubiese preocupado del bienestar de todos en lugar de privilegiar sólo a quienes le siguen fanáticamente; si hubiese sembrado cultura y no odio; si se hubiese gastado el dinero de los venezolanos en hacer a Venezuela un gran país. Pero no, prefirió la alternativa acorde a su condición y ya no hay marcha atrás: se perdió miserablemente esa oportunidad de oro. Se han perdido diez años de avance pero los venezolanos aún no estan dispuestos a entregar el país a ningún dictador, a ningún comunista, a ningún violador de libertades. Ya en 1962, Venezuela dijo no a la invasión comunista de Fidel Castro. Y aunque en estos momentos el gobierno no esté alineado con el espíritu democrático de los venezolanos, hay que seguir denunciando en todos los foros nacionales e internacionales cómo se está asfixiando a la democracia venezolana. La oposición democrática venezolana ha acudido a las cortes de derechos humanos de la OEA, de la ONU, a la Corte Penal de La Haya, a la OIT, a todas las asociaciones y organizaciones de defensa y protección de las libertades ciudadanas y de expresión. Hasta el momento se han obtenido importantes pronunciamientos, por supuesto, desatendidos por el gobierno. Los periodistas de RCTV y de Globovisión tienen una medida cautelar a su favor dictada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Sin embargo, el gobierno sigue en su campaña de callarlos, obviando la orden judicial con el mismo caradurismo que ignoró la resolución de la OIT a favor de los despedidos de Pdvsa. Y lo hace porque cuenta con la alcahuetería de sus colegas. El petróleo que pertenece al pueblo venezolano ha sido utilizado para comprar los votos de la impunidad. Así lo hemos visto en las Cumbres y reuniones de los presidentes americanos. Lo que está ocurriendo en la reunión de la OEA en Honduras es la inocultable complicidad de quienes deberían estar hablando a favor de la restitución de las garantías democráticas en Venezuela ante un gobierno que pisa las rayas de lo inaceptable. Lo que sucede aquí trasgrede la Carta Democrática Interamericana, firmada por todos ellos. Un gobierno electo democráticamente que trata de imponer un marxismo leninismo a la fuerza, que actúa a contra flecha de la Constitución, anulando con sus propias leyes los preceptos básicos de la carta magna, como la separación de poderes, la descentralizació n, el derecho a la propiedad privada y a la libertad de expresión. Un gobierno que tiene miles de perseguidos, exiliados, un gobierno con presos políticos y que castiga la disidencia. Los presidentes que se reúnen en la OEA en lugar de estar discutiendo el regreso de Cuba a la OEA (pese a que Fidel Castro les escupió en la cara que no quiere estar allí), deberían analizar si el gobierno venezolano cumple con los requisitos democráticos para permanecer en la OEA. Pero no lo hacen porque todos están endeudados con Chávez, como es el caso de los inviables países centroamericanos o las pequeñas islas caribeñas, o como los agradecidos Bolivia, Argentina y Paraguay. Otros, como Lula y Uribe no quieren peleas porque aún hay mucho negocio por discutir. Otros, como Bachelet y Calderón no quieren caer en disputas porque conocen los bárbaros ataques verbales del criollo. Otros, como Estados Unidos está en plan de congraciarse con los latinoamericanos. Así que la OEA, conducida por ese "pendejo de la p. a la zeta", como calificó el de aquí al Secretario General José Miguel Insulza, no tomará posición frente al abuso que sufren los venezolanos. Con razón estos organismo han perdido la prestancia y el peso que tenían cuando una Venezuela democrática rompía relaciones con países donde se instalaban dictaduras y votaba en contra de esos regímenes en los foros internacionales. Con razón éste hombre no le tiene ningún respeto a los dictámenes de esas organizaciones que han pasado a ser más escenarios de ballet verbal que verdaderos foros cuyas resoluciones son de obligatorio acatamiento por los países asociados.

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