viernes, 6 de marzo de 2009

Los pandilleros


Por: Pedro Lastra - Algún día no tan lejano, cuando esta pesadilla haya llegado a su fin y el sol vuelva a salir para todos, nos preguntaremos de dónde salió tanta escoria, tanta basura, tanto mal nacido, tanta bastardía. No puede ser que un país que un día fuera grande y noble haya caído en la ruindad de esta bajeza. Desbarrancándose en manos de esta pandilla de salteadores de camino. Si sólo fueran tan desalmados como aparentan, tan zafios y balurdos como lo manifiestan, no sería tan grave. Lo grave es la porquería que llevan en el espacio en que la decencia nacional lleva el corazón. Proceden como pandilleros, son guapetones, les sale el homicida. No tienen una gota de moral ni un adarme de grandeza. Son exactamente lo que aparentan: hampones. La mera resurrección de las hordas de Bobes. Por esa lacra que cargan en lo que debiera ser el espíritu, no soportan que otros tengan lo que ellos no tienen. Se lo roban. No aceptan que otros triunfen donde ellos están condenados al fracaso. Sabotean. No toleran la grandeza. Se refocilan en el charco. Tampoco soportan la generosidad. Se hunden en los miasmas de su miseria fecal. Hieden. A quien se empine por sobre sus retorcidas cabezas pretenden jalarlo a su bajeza. A quien sobresalga, lo persiguen. A quien triunfa, lo arruinan. Son como una tribu de invasores salvajes: proceden como tropas ocupantes. Nazis en territorio enemigo. Y siguiendo las enseñanzas de su amaestramiento, por donde pasan arrasan. No les interesa ni saben construir. Lo suyo es la destrucción sistemática. Y el saqueo. No tienen adversarios: sólo enemigos a los que hay que triturar, aplastar, envilecer. Y aunque llegaron de paso, burlando la buena fe de un sistema que les dio cobijo, pretenden quedarse para siempre. Creen que el territorio invadido que marcan como perros de presa es de su propiedad. Y como los traficantes de droga y los malhechores juran que el lugar en donde ejercen el dominio de sus amenazas y persecuciones es territorio exclusivo. El terror es su consigna. El amedrentamiento su práctica. El saqueo su ejercicio. Son los ocupas, los predadores, los carroñeros. El caos, el desorden y la destrucción son sus objetivos. Viven, como las hienas, de los desperdicios. Pandilleros, no toleran la convivencia. Hampones, odian la paz. Saqueadores, detestan el entendimiento. No pararán hasta que encuentren la horma que reclaman. Entonces se irán como los perros apaleados: aullando y con la cola entre las piernas. Ya los hemos visto clamando por misericordia. Pues la decencia también se agota. La bondad se cansa. Cuando les llegue la hora, que Dios los alcance confesados.

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