lunes, 1 de diciembre de 2008

Las canalladas Borgianas


Por: Pedro Lastra - Entre el pueblo democrático que volvió a poner lo suyo para frenar los afanes imperiales del autócrata y el compartimiento mendaz, zarrapastroso y miserable de algunos dirigentes políticos de la mal llamada oposición democrática se ha abierto un abismo. De un lado, una ciudadanía que ha soportado con estoicismo todos los sacrificios imaginables. Del otro, la trapisonda, el negociado y las avaricias de unos dirigentes cuya purulencia y fetidez escandalizan. Me refiero, en primer lugar, a Rafaelito Caldera 2, alias Julio Borges. Con su cara de Manuelito, el galleguito de Quino que no aspira más que a heredar la bodega de su padre, quisiera pasar por monaguillo que no rompe un huevo. Es la propia lacra. Impidió con su impertérrita máscara de beatuco pisa bajito que la oposición triunfara en Bolívar, mintió hasta que le dio diarrea y sabiendo que su candidato no alcanzaba la mitad del respaldo que las encuestas serias le daban a Andrés Velásquez se jugó la vida por atravesársele en su camino. Las preguntas sobran: ¿negoció Miranda a cambio de Bolívar? ¿Se vendió al régimen por un plato de lentejas? Piensa mal, y acertarás. Porque el comportamiento en Bolívar se repitió a lo largo y ancho del país. Personajillos como Borges son los que se han interpuesto sistemáticamente entre el gobierno y la sociedad civil. Él y otros ˆ se habla de Teodoro - solían reunirse con José Vicente Rangel antes de las presidenciales para llevarnos al matadero. La siniestra historia de los pajaritos preñados. Es hora de darle con los trastos por la cabeza. La pérdida de Bolívar podría pasar a la historia de la infamia. También la de haber permitido que un bacalao como Jorge Rodríguez, inmundo ejemplar de cinismo mayor, se hiciera con la alcaldía Libertador. Allí hiede la pestilencia del carroñero Claudio Fermín y sus financistas, dueños de canales y tanques petroleros siempre al acecho del negoción. Pobre Claudio: y pensar que un día no tan lejano alimentó las esperanzas populares. La jugada de quienes se negaron a poner rodilla en tierra para defender a los inhabilitados no terminó por descalabrarnos en gran medida gracias a la inmensa generosidad de los inhabilitados. Particularmente de Leopoldo López y Enrique Mendoza, que merecen un monumento. Sin su respaldo y su entrega, pero sobre todo sin sus maquinarias, ni Capriles ni Ledezma se alzan con el triunfo. A ellos toda nuestra admiración. Leopoldo, además, se las jugó todas con Graterón y le dio en el clavo. ¿Qué buscaban por allí los carroñeros de Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo? Se cuentan horrores de Salas Römer, que insistió en impedir el triunfo del candidato unitario a la alcaldía de Valencia anteponiéndole una candidata que no valía un centavo. Y de Paco Cabrera, soltando sus rencores para impedir el triunfo opositor en la alcaldía que no será más que un recuerdo en el olvido. Se escucha la bronca contra Rafael Simón Jiménez por haber colaborado con el oscuro y tenebroso triunfo de Adán Chávez en Barinas. Inmundicia y hediondez por doquier, que impidió un triunfo arrollador que tanto nos merecemos los demócratas. Nunca es tarde para aprender. Es de esperar que Julito el traidor y la ristra de ambiciosos y mezquinos, que sobran en todos los partidos políticos, se coman sus lenguas y permitan una auténtica política unitaria en el futuro que nos espera. Que no es precisamente color de rosa. Se nos viene el infierno encima. O nos unimos de verdad sin canalladas borgianas, o nos atropellan los demonios. A tenerlo muy presente.

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