miércoles, 5 de noviembre de 2008

Obama, in prima epistula


Por Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com -
I - En uno de los documentos más impresionantes de la historia del periodismo norteamericano en cuanto a apoyos electorales, la revista The New Yorker lo dijo todo sobre Barack Obama y sobre John McCain. Más allá, lo dijo todo sobre los Estados Unidos de América. La frase final de un documento que excedía a las meras simpatías por un aspirante a la presidencia para convertirse en una radiografía implacable y en un diagnóstico de una lucidez deslumbrante fue esta: “En momentos de calamidad económica, perplejidad internacional, fracaso político y moral golpeada, los Estados Unidos necesitan tanto elevación como realismo, tanto cambio como firmeza. Necesitan un líder temperamental, intelectual y emocionalmente en sintonía con las complejidades de nuestro atribulado planeta. El nombre de ese líder es Barack Obama”. La sociedad norteamericana había producido el líder, aún antes del crack económico. Sólo una sociedad viva, inquieta y capaz de erguirse sobre su multiplicidad, sobre sus contradicciones y sobre sus gravísimos defectos, es capaz de producir el liderazgo asentándose sobre sus virtudes y sobre su capacidad de autogeneración. Ese documento memorable no hablaba de aislacionismo, hablaba de la mezcla de realismo y elevación; quienes piensen que los Estados Unidos de Obama entra en una especie de retraimiento andan muy equivocados. Donde entra Estados Unidos es en la percepción emocional de este atribulado planeta bajo la conducción de un líder temperamental e intelectualmente claro. El liderazgo de los Estados Unidos no disminuye, simplemente cambia. La inteligencia echa pilotes sin necesidad de aspavientos. Quiero decir que quienes han asegurado que la campaña presidencial norteamericana transcurrió sin innovaciones programáticas, andaban absolutamente equivocados. Quienes aseguraron que los planteamientos de Obama o de McCain pasaban sin mayores distinciones, lo hicieron por incapacidad para percibir la terrible sinergia que estaba presente en la elección. Lo que allí se debatía era si los norteamericanos aplazaban el viraje por cuatro años (más no iba a durar la presidencia de McCain) o si lo asumían de una vez. El lado trágico de McCain lo encarnaba Sara Palin, con su conservadurismo perdido en las entrañas de una nación que hacía brotar viejos atavismos e incomprensión total del mundo presente. Sin lugar a dudas el mundo estaba volcado hacia Obama, pero quienes comprendieron la trascendencia del momento y percibieron la emoción de lo que sucedía fueron los propios norteamericanos. Nunca había visto tanta, tanta entrega, tanta convicción de vivir en un momento estelar de la historia de los Estados Unidos. Mi amigo el escritor norteamericano, conservador, republicano, claro producto de la Norteamérica blanca y protestante, me dejó sorprendido cuando desde su pequeño condado vecino a Los Ángeles me hizo saber su decisión: “Votaré por Obama”, dejó escrito simple y llanamente en un mail. Estados Unidos asumía desde ya la comprensión de este mundo del siglo XXI, qué duda cabía.
II - Hasta aquí la emoción de lo sucedido. Viene ahora la confrontación entre las ideas y la realidad. Nadie puede esperar cambios espectaculares, aún cuando la realidad económica los requiere de urgencia hacia el interior. Obama tiene hasta enero para conformar su gabinete. Ya tiene como vicepresidente a un hombre fogueado por décadas en la Comisión de Política Exterior del Senado, si se quiere un digno representante del establishment, una experiencia acumulada que le servirá de mucho. Los problemas puntuales son conocidos: la guerra en Irak, el desafío que representa Afganistán, pero el asunto es más grave y complicado; se trata de un nuevo lenguaje y de una nueva manera, de un abandono de las ínfulas imperiales, del ejercicio de un líderazgo basado sobre el diálogo y sobre la comprensión de los muchos problemas. Por ejemplo, entre los cerros de basura que se lanzaron sobre Obama en los últimos días de la campaña destacó la de la ultraderecha israelí que protestaba porque dos de cada tres judíos norteamericanos iba a votar por el senador de Illinois y no por la fórmula republicana. Alegaba la ultraderecha que Israel entraba en una suerte de peligro mortal. Lo único cierto es que Israel no entra en ningún peligro y Obama defenderá la integridad israelí, pero con una comprensión profunda del problema palestino. La ultraderecha no puede pretender que el problema palestino siga alargándose por años y que se mantenga una situación de guerra donde los cohetes de la ultra palestina de Hamas sigan cayendo e Israel se asiente sobre una represión militar constante. El problema palestino existe y hay que resolverlo. Hay un elemento de justicia pendiente: no es otro que la suerte del pueblo palestino que tiene perfecto derecho a un estado con fronteras perfectamente delimitadas y a vivir la vida sin sobresaltos y de una manera digna. La incomprensión rodeará al gobierno Obama sobre este punto específico, pero ya no se puede aplazar más la solución definitiva en una suerte de burla permanente. La sensibilidad de Obama sobre este asunto crucial del Medio Oriente y sobre varios más que aquejan al planeta, es donde se medirá esta mezcla de realismo e imaginación, de firmeza y de ruptura de los nudos gordianos. Con América Latina hay asuntos puntuales y Cuba encabeza la lista. Entre los muchos manifiestos que recibí con motivo de esta elección estaba uno de una autodenominada Juventud Cubana en el exilio en Miami, donde se llamaba a un esfuerzo final para impedir la victoria del comunista Obama en el estado de Florida. En esos términos no se puede seguir funcionando con Cuba. Es hora de que Estados Unidos y Cuba se sienten a dialogar. Así como no se puede esperar un levantamiento unilateral e incondicional del errático bloqueo, tampoco se puede esperar que nada se mueva. El diálogo debe iniciarse y podrá ser todo lo lento que las circunstancias lo ameriten, pero deberá avanzar contra todas las dificultades. El espectáculo del tejemaneje sobre la eventual asistencia norteamericana a la isla con motivo de los dos últimos destructivos huracanes, no deberá repetirse jamás. Paso a paso deberá irse hacia delante: apertura política por apertura económica, liberación de presos por autorización de exportaciones norteamericanas, mejoría notable de los derechos humanos por aumento de los envíos de remesas en dólares de los cubanos-estadounidenses a sus familiares en Cuba. El diálogo entre Estados Unidos y Cuba debe abrirse, ese es otro de los imperativos históricos que ronda la presidencia de Barack Obama.
III - Sí, tal como lo decía The New Yorker lo que caracteriza a este mundo es la perplejidad. Este es un mundo que ha perdido el rumbo, que yace en la irresolución, sin aliento. Devolvérselo es la tarea de un líder carismático que ya no recurre a la prepotencia imperial sino al tono de la criticada palabra. Qué Obama hablaba muy bien, pero era sólo palabras, fue uno de los argumentos de Hillary Clinton en su memorable batalla contra Obama. La señora Clinton se veía rebasada en una lucha que había sido diseñada, hasta en los últimos detalles, para que ella la ganara. El joven senador negro (que algunos se empeñan en reiterar como mestizo buscando quién sabe que efecto) era sólo palabras, pero la señora Clinton no podía comprender que detrás del lenguaje arrollador de su joven oponente estaba un pensamiento, no podía entender que el lenguaje es el arma fundamental de un líder emergente. El lenguaje –está dicho hasta la saciedad- es fiel reflejo de quien lo emite, el lenguaje es la traducción a signos de una estructura mental. El lenguaje puede cambiar al mundo. En efecto, somos escritores por conocimiento del poder del lenguaje, de uno que en la pluma de un escritor puede ser endeble o aparentemente intrascendente, pero que en boca de un líder (de manera especial si lo es de la primera potencia mundial) va a tener un efecto de cambio capaz de modificar estructuras cerradas, de abrir ventanas hasta ahora tapiadas, de hacer correr un aire fresco que permita mirar las cosas de otra manera, aunque nadie perciba de inmediato la trascendencia de la modificación.
IV - Al desafío que el presidente Obama encarna habrá que adecuarse. Me refiero a los timoratos líderes europeos y a los enrevesados líderes latinoamericanos. No hablo de los líderes chinos porque esos están muy conscientes de lo que sucede. Y sobre Rusia hay que entender que desde que Rusia es Rusia resulta imposible ponerle un corsé para dificultarle la respiración. Hay que entender a Rusia como es, poco inclinada a prácticas democráticas abiertas, de manera que la prepotencia zarista de Putin no es muy difícil de comprender. Pero también sobre Rusia deben venir conversaciones ingentes. Estados Unidos y Rusia deben abrir un nuevo diálogo y establecer las bases de una nueva convivencia. Este paroxismo de una “nueva guerra fría” que por momentos se asoma en el escenario mundial es un absurdo y Estados Unidos, sin andar imponiendo democracia por el mundo a los coscorrones, tiene un papel clave que jugar en la evolución democrática de Rusia. Un encuentro y una conversación posibles entre Obama y Chávez no deben asustar a nadie. O es que alguien piensa que el presidente Obama se va a dedicar a avalar dictaduras. O es que alguien piensa que Obama es el presidente de algún espacio extraterrestre y no de los Estados Unidos. Esa conversación podría ser muy perjudicial para Chávez. Como muy bien lo ha dicho el equipo del presidente electo de los Estados Unidos aquí no se trata de sentarse a tomarse un café, aquí se trata de preparación detallada, de establecer condiciones para que el diálogo fluya, de preparar cuidadosamente los detalles. La mirada de lo que será la presidencia de Obama hacia América Latina no está definida con claridad. Es aquí donde las ideas y las realidades quizás choquen con más fuerza. Creo yo, desconocido comentarista en la pequeña república que es Venezuela, que el primer movimiento deberá ser hacia Cuba, pero no puedo anticiparme a los primeros pasos del presidente Obama. De algo no tengo la menor duda: la nueva administración abrirá todo el abanico hacia América Latina. Toca a América Latina prepararse para una conversación fluida y sin tapujos que traerá beneficios, aunque también algunos encontronazos ineludibles. De ambas cosas se vive. He repetido muchas veces que los siglos no comienzan cuando comienzan ni terminan cuando terminan. Cuando terminó el siglo XX puede generar una discusión interminable: quizás –decían algunos- cuando el hombre llegó a la luna, pero lo decían antes de que se revelaran todos los secreto del ADN, de que la cadena de la vida fuera mostrada como resuelta en todo su lenguaje, porque la vida está hecha de letras. Cuando comenzó el siglo XXI es hasta ahora objeto de silencio. Si alguien dice alguna vez que el siglo XXI comenzó cuando Barack Hussein Obama fue electo presidente de los Estados Unidos de América, porque cumplió su misión, se honraría a alguien que llegó a la cúspide del poder mundial y fue capaz de ejercer su magisterio a la altura de las expectativas desatadas y se honraría a la nación que lo permitió, a una nación que fue capaz de voltear su alma para enfrentar los desafíos de un mundo perplejo y de moral golpeada.

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