Por Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - Alguien dijo –ahora no recuerdo quien- que el hombre que sueña dormido y de noche es un hombre común. En cambio, el hombre que sueña despierto y de día es extremadamente peligroso. Admitamos que es un concepto polémico para algún pensamiento cristiano, aunque en Juan encontremos la necesidad del sueño de los ojos abiertos. En mis limitaciones en el campo de la teología veo el sueño despierto como la capacidad de ver y en el terreno de la psicología profunda la capacidad de comunicar lo visto. De una cosa no puede haber duda: quien sueña de día no tiene pesadillas. Quién sueña de día es el que innova, el que tiene la facultad de decir sobre el sueño, el que ve los tiempos por venir y logra definirlos en concepto y se apresta a realizarlos en la praxis. Necesitamos en este país esa clase de peligro. Necesitamos a quienes sueñen de día en otra república, en un país posible, en una creación nacional de progreso y justicia. El “peligro” negativo, en el campo de la política, es lo contrario: dormir de día. Los que duermen de día son los dirigentes políticos que no saben de otras maneras y de otros procedimientos, de otras formas y de otras proyecciones. Los que duermen de día son conservadores a ultranza, no creen que algo se pueda cambiar o modificar, no tienen capacidad de construir con la inteligencia y con la imaginación. Los que duermen de día son “demostrativos”, puesto que primero lanzan sus declaraciones insulsas y luego se dedican a justificarlas pescando en el desierto. Para los que duermen de día el peligro está en imaginar, en plantearse fórmulas innovadoras. En cambio, los que sueñan de día se imaginan las cosas de manera distinta, conciben de manera diferente las perspectivas del futuro de la nación. Los que sueñan de día son mirados como algo a exterminar, para así evitar que el sueño se contagie, que se pueda construir un nuevo espíritu. Los que sueñan despiertos son los únicos capaces de estimular a los pueblos y empujarlos hacia un nuevo destino. Necesitamos hombres y mujeres que sueñen despiertos y de día, que hagan sentir al país la necesidad de este tipo de peligro, del sueño de otra república. Lo que tenemos en Venezuela es falta de peligro. Lo que tenemos en Venezuela son seudo dirigentes que duermen de día. Los que tenemos son hombres comunes enzarzados en sus pequeñas rencillas y en sus átomos de picardía vernácula. Es necesario sembrar al país del peligro del sueño diurno y despierto, de ideas, de concepciones de inteligencia, de imaginación peligrosa. Ya peligro no es la vieja definición de los diccionarios: “Un peligro es cualquier situación (acto o condición) o fuente que tiene un potencial de producir un daño, en términos de una lesión o enfermedad”. Peligro, en la nueva definición del siglo XXI y en el terreno de la política, pasa a ser sinónimo de seudo dirigente anquilosado, de manera tradicional y engorrosa de hacer las cosas, de bestiario de pequeñeces. Ahora es necesario desafiar al pensamiento, a las ideas, a la imaginación. Estamos muy mal porque nadie ha enfrentado el peligro de estos atrabiliarios mediocres que sólo sueñan de noche mientras duermen y odian a los que sueñan de día. Este país requiere urgentemente de los “peligrosos” que sueñan de día y despiertos y son así capaces de producir las grandes transformaciones de los pueblos y el alcance de las metas jamás imaginadas por los dormilones que manejan este país desde la pequeñez y desde la insignificancia. Los que sueñen de día y despiertos harán real el sueño. La única esperanza de este país es que comience a soñar despierto y de día.
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