lunes, 1 de agosto de 2011

La quiebra municipal y la precariedad institucional


Por: Fernando Facchin B. - EL CARABOBEÑO - ffacchinb@gmail.com - En Octubre del pasado año escribí en este espacio ¿Quiebra municipal? Allí hice un análisis de las graves irregularidades administrativas denunciadas por la concejal Valentiner, no pasó nada sobre tal denuncia y ahora que el propio alcalde que padecemos anuncia la quiebra de la municipalidad tampoco pasa nada, en definitiva debo pensar que los señores concejales han sido los cómplices útiles y necesarios para alcahuetear las fechorías cometidas en la administración municipal, complicidad que le ha resultado excesivamente cara a Valencia, municipio donde impera ineficacia, corrupción y cinismo de quienes tienen en sus manos los correctivos necesarios para, en primer lugar, evitar las tropelías, cosa que no hicieron oportunamente y en segundo lugar sancionar a los ejecutores de esas tropelías, cosa que tampoco han hecho, esa complicidad, aunada a la mediocridad presente en la cámara edilicia, impide el desarrollo del municipio y nosotros, los inermes ciudadanos valencianos, terminamos pensando que esos concejales llegaron a sus curules sin más mérito que su militancia en el PSUV, pero que adolecen de una grave incompetencia para manejar los asuntos municipales, sólo tuvieron coraje para cambiar, caprichosamente y a contrapelo de la historia, los símbolos naturales del municipio. Tengo conocimiento de que el alcalde que padecemos tiene dos años que no rinde cuentas a la cámara, nadie sabe cómo son los manejos ¿dolosos? del presupuesto municipal, y allí no pasa nada, por tal razón debemos concluir que en el municipio Valencia existe una total precariedad institucional. Amigo lector, el prestigio, la honorabilidad, la ética y la moral de los funcionarios públicos y de las instituciones que representan a una comunidad de individuos, como lo es el municipio, con efectos directos hacia el entorno político, jurídico, social y económico, debe estar vinculado a un celoso respeto por la cosa pública y por el colectivo humano de esa comunidad, al igual del celoso respeto tanto por la normativa legal ordinaria, así como por aquellas que han sido diseñadas y dictadas en lo particular al municipio. Cuando quienes están al frente de una municipalidad, ediles y alcaldes, basta que uno sólo de ellos rompa el celoso respeto a la legalidad, a la honestidad, a la eficiencia, al colectivo todo, viole las leyes y procedimientos que la misma comunidad se ha otorgado y aquellas vigentes en la sociedad en la cual se inserta, para que ese individuo, no solo quede sin honor y sea sometido a la verificación inmediata de conducta, por el órgano competente para ello como lo es la cámara y la contraloría municipal, ambas instituciones hoy serviles cómplices del alcalde que padecemos, complicidad que constituye una conducta que lesiona y erosiona el prestigio de toda la comunidad, dando así inicio a un proceso de corrosión, de desgaste y de debilitamiento social muy difícil de superar. Caso contrario sucede cuando las instituciones funcionan con honorabilidad, dentro de su competencia, reaccionan públicamente contra los desafueros y conductas y aplican los severos correctivos a que hubiere lugar, brindan las demostraciones probatorias de que la conducta impropia sancionada es individual y no del colectivo, da la impresión que el servilismo cómplice impide la reacción de la cámara edilicia, lo que coloca en severas dudas su institucionalidad, o peor aún, la institucionalidad de la cámara deja de existir. Valencia insta a la Cámara Municipal a respetar la institucionalidad imponiendo la función tutelar de los bienes del municipio que han sido, desafortunadamente, confiados al alcalde que padecemos, que se deje a un lado la solidaridad rojita y se apliquen las sanciones pertinentes a los desafueros administrativos cometidos contra los dineros municipales, desde allí se debe desarrollar la cultura de la responsabilidad administrativa e institucional, por cuanto la ausencia de esa cultura, demuestra la mediocridad de los electos para desarrollarla. "La mediocridad no es un precipicio, pero si es una pendiente", una pendiente que empuja y atrae hacia el ridículo y de allí al fracaso, la mediocridad no conoce de moral, la mediocridad es un virus resistente, con ella surge el oportunismo y la audacia para escalar los escaños y las prebendas del poder sin méritos válidos, bajo total y abominable sumisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario