sábado, 9 de enero de 2010

Albert Camus, un corazón inteligente


Por: Arnal Ballester y Alfonso S. Palomares - La obra del escritor francés es un permanente y emotivo diálogo sobre la dicha y el absurdo que la rompe. Llevamos 50 años sin Camus, pero también 50 años en los que la obra de Camus ha multiplicado su presencia por la renovada actualidad de su mensaje, ya que los acontecimientos de las últimas décadas nos siguen confirmando que la historia es hija bastarda de la violencia, pero también hemos visto el triunfo del hombre rebelde con la caída del Muro de Berlín y algunos otros muros por el efecto dominó de las energías liberadoras. Pero cuando caían unos muros se levantaban otros, con cementos de odios por razones étnicas, religiosas y económicas y sentimientos racistas. El mundo está cruzado como una piel de cebra, pero lo que en la cebra es belleza y adorno en la humanidad son tatuajes para la violencia. Y no solo hablo de Israel y de Palestina. En Francia han calificado este 2010 como el Año Camus, ya que se cumplen 50 años de su absurda muerte. Fue en este mes de enero, exactamente el día 4. Había pasado las Navidades en la casa que había comprado en Lourmarin, unos meses después de recibir el Premio Nobel, con su esposa, Francine, y sus hijos gemelos, Jean y Catherine. Tenía el billete de regreso a París en tren con la familia, pero se encontró con su editor y amigo Michel Gallimard, que se había comprado un flamante Facel Vega y le convenció para que viajara con él. Conducía Gallimard; a su lado, Albert Camus; detrás, la esposa y una hija del editor. Circulaban por una recta sin sobresaltos, de pronto el coche dio un bandazo, se salió de la carretera para estrellarse contra un plátano, donde rebotó para ir a partirse en dos contra otro árbol. Camus murió inmediatamente, Gallimard cinco días después, las dos del asiento de atrás se salvaron. Camus había escrito muchas reflexiones sobre el absurdo y situaba la muerte en accidente de automóvil como uno de los ejemplos típicos del absurdo. Tenía 47 años y hacía poco más de dos que había obtenido el Nobel de Literatura. En el título de este artículo he calificado el corazón de Camus como inteligente. Tomando el corazón como base de los sentimientos en el sentido de la mitología histórica, que situaba en el corazón la residencia de las emociones, antes de que la ciencia los llevara al cerebro. Toda la obra de Camus, desde El extranjero a La peste, desde El mito de Sísifo a El hombre rebelde pasando por Los justos, nos habla a la piel y a la sangre, se dirige a los pulmones por los que respira la condición humana. La obra de Camus es un permanente y emotivo diálogo sobre la dicha y el absurdo que la rompe, y a pesar de todo encuentra que en el hombre hay más razones para la esperanza que para el desprecio. Para Sartre, el hombre es una pasión inútil. Para Camus, es una pasión vital, metiendo la rebelión entre las pasiones vitales. El presidente Sarkozy, que sabe leer el viento de la historia por el vuelo de los pájaros, ha manifestado su voluntad de trasladar los restos de Camus al Panteón de los hombres ilustres de Francia, para que descansen al lado de los de Zola, madame Curie, Victor Hugo o su admirado André Malraux. A Sarkozy le encantaría presidir ese traslado, sería una bella estampa al lado de Carla Bruni. Ha surgido un inconveniente: Jean, el hijo de Camus, creyendo interpretar la voluntad de su padre, ha dicho no, aunque su hermana gemela, Catherine, parece que duda. Veremos por dónde circula ese propósito. De momento, al mundo intelectual que rodea el pensamiento de Camus, como Jean Daniel, no le seduce la idea. En el pensamiento de Camus, el hecho de rebelarse por parte de los oprimidos es ya es un signo que define la condición humana y apuesta por los derechos del hombre. Podíamos ver esa idea en el Yes, we can de Barack Obama, que pone en movimiento una amplia voluntad colectiva. Hasta ahora ha logrado lo imposible: que un negro llegara a la Casa Blanca. A partir de ahí se le presenta otra apuesta sumamente difícil: lograr convertir lo posible en realidad. Conseguir un mundo multipolar, una convivencia pluricultural, articular la libertad y la justicia, un desarrollo respetuoso con el medioambiente y la paz en los focos de guerra, y en concreto Afganistán e Irak. Estas son las grandes dificultades para poner en marcha lo posible. El pensamiento camusiano del hombre rebelde está necesariamente vivo entre nosotros. El hombre se rebela contra la tiranía del amo. Es la rebelión constante del espíritu que mueve al hombre a ser crítico, humanista y emancipador. Luchar contra la tiranía en nombre de la libertad. En su libro El hombre rebelde dejaba claro que entre sus denuncias estaban los gulag, los campos de concentración de Stalin y otros comunismos. Ese libro desató la famosa polémica con Sartre y con otros miembros de la intelectualidad francesa filocomunista. Para Sartre, con la denuncia de los campos de concentración de la Unión Soviética –que negó en varios de sus escritos– se hacía el juego a la derecha. Hay muchas analogías hoy para continuar ese debate. La justicia sin libertad es dictadura, y la libertad sin justicia es la ley del más fuerte. * Periodista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario