domingo, 22 de noviembre de 2009

La tentación de los estúpidos


Por: Pedro Lastra - La guerra es una enfermedad, como el tifus. Antoine de Saint-Exupery - Sólo faltaba que pretendiera ocultar todas sus derrotas políticas con una fantasía bélica teledirigida desde su despacho. Es lógico, si se considera que Hugo Rafael Chávez Frías no sabe hacer otra cosa - fuera de chacharear interminablemente - que apretar el gatillo. Y no posee otra cultura que la que un mediocre teniente coronel de ejército puede adquirir en un cuartel venezolano. Asunto que sólo se explica por su rutilante fracaso académico. Tampoco Carl von Klausewitz llegó a más que a coronel. Pero aunque no ganó una sola batalla escribió el más deslumbrante tratado sobre la guerra de que tengamos memoria, si exceptuamos a Sun Tzu. Quien, a diferencia del coronel prusiano que pergeñara el concepto de guerra absoluta, enseñó la máxima de la guerra: ganarla sin matar un solo hombre, sin provocar un solo daño. Las de Clausewitz costaron más de cien millones de muertos.No se requiere ser experto en asuntos militares o profesional de las armas para comprobar que Hugo Chávez ha sido la mayor estafa de la academia de guerra desde que fuera fundada. Pérez Jiménez, quien se inició en asuntos de gobierno con un grado semejante al suyo y quien gobernara menos tiempo que el que ya lleva despilfarrado nuestro teniente coronel, dejó tras de sí una obra que ni el tiempo ni la política ni el olvido han conseguido descalificar. Todavía transitamos por sus autopistas, habitamos sus conjuntos habitacionales, disfrutamos en las maravillosas salas de conciertos debidos a su empuje. Y si sus hospitales se hallan derruidos y por los suelos no es culpa suya.El comandante Chávez, en el otro extremo, tras once años de infinito mayor poder absoluto que Pérez Jiménez - pues éste ni contó con la complicidad de las democracias occidentales ni tuvo el aplauso de los gobiernos latinoamericanos y el respaldo de la OEA - y regalado por los dioses con todos los medios financieros y materiales imaginables -dinero a raudales - ha perdido todas y cada una de las guerras que enfrentó o hubiera debido enfrentar. Que las más importantes ni siquiera se atrevió a enfrentar.Sesenta mil cubanos en puestos de comando sobre áreas de seguridad estratégica de la Nación demuestran que perdió la guerra por la defensa de nuestra soberanía. Se la entregó, sin que nadie se la pidiera, en bandeja de plata arrodillándose ante el tirano de un gobierno miserable de una isla desgraciada. Los ciento cincuenta mil asesinatos cometidos bajo la política de seguridad de su gobierno demuestran una derrota colosal y de gigantescas proporciones para el pueblo venezolano, que la sufriera. Sus ejércitos fueron derrotados en las calles por el malandraje analfabeta y brutal, sin más armas que la canallesca decisión de acabar con la vida de inocentes venezolanos. De nada le han servido los miles de millones invertidos en armas, tanques, aviones, vehículos de guerra. Esa guerra la perdió de manera vergonzosa sin que haya disparado un solo tiro. Él y sus generales, entre los que no han faltado tirapiedras, encapuchados y malandros como el actual ministro del interior y justicia.Perdió la guerra de la vivienda. Del hambre. De la salud. De la producción y la economía. Perdió la guerra en defensa de la soberanía de la patria. Es, en asuntos de guerras, el propio mariscal de las derrotas. Napoleón en Waterloo sin haber pasado por Austerlitz.Y ante la devastación que enfrenta y que amenaza con el tsunami de las cuentas por saldar, de la ira y la indignación de las madres que lloran a sus hijos y esposos muertos en una de las guerras más sangrientas que sufriera Venezuela, de los padres que llegan a sus casas con las manos vacías, de los niños que esperan agazapados en la oscuridad de sus ranchos, sin luz, sin agua que beber, sin pan que llevarse a la boca, sin una esperanza del mañana, no se le ocurre nada mejor que provocar una guerra. Por ahora de los dientes afuera. La clásica tentación de los estúpidos. Él, que más allá del cerco de sus dientes, no tiene ni el coraje, ni la grandeza, ni la razón, ni la entereza de los verdaderos generales.Hay una sabiduría anónima que dice que si el rey, el presidente, el primer ministro y el general en jefe debieran ser los primeros en ir a la línea de fuego al declararse la guerra, ésta no tendría lugar. ¡Qué amarga verdad para esta amarga circunstancia!

2 comentarios:

  1. Muy cierto lo que escribes, demoledor. Increible como un personaje ha podido explotar el odio y resentimiento, esa fibra universal, para mover a tanta gente en una direccion tan equivocada, tan visceral todo, en el "avanzado" Siglo XXI. El poder del simbolo, el populismo, la demagogia, todas enfrentadas a una realidad tan palpable como la pobreza del pais rico, la sangre que se derrama inutil cada fin de semana por unos zapatos, por un Blackberry... que dira la Historia sobre todo esto, sobre esta epoca tan oscura ?

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  2. Hola Miguel. Si bien es cierto que Chavez lleva la batuta, tambien es cierto que la exaltación al odio y al resentimiento no ha venido solo de su verbo. Muchos que se las dan de demócratas, han hecho su parte. Y los ciudadanos, tanto chavistas como de oposición, nos hemos ocupado de echar una brizna a ese fuego. Mientras no logremos comprender que TODOS somos responsables de este desastre, en mayor o menor grado, sencillamente no lograremos salir de esta tragedia. Saludos. Gracias. Magda

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