miércoles, 15 de julio de 2009

El Pastor y su hijo


Todos los Sabados por la tarde, después del servicio en la iglesia, el Pastor y su hijo de 11 años van al pueblo a repartir tratados a cada persona que ven. Este Sabado en particular, cuando llego la hora de ir al pueblo a repartir los tratados, estaba muy frio afuera y comenzó a lloviznar. El niño se puso su ropa para frio y le dijo a su padre, OK, papá, estoy listo. Su papa Pastor le dijo, ¿Listo para qué? Papá es hora de ir afuera y repartir nuestros tratados. El papa respondió, Hijo, está muy frio afuera y esta lloviznando. El niño miro sorprendido a su padre y le dijo, Pero papá la gente se está muriendo sin conocer a Cristo, aun en los días lluviosos. El papá contestó, Hijo no voy a ir afuera con este tiempo. Con desespero, el niño dijo, papá ¿Puedo ir yo? ¿Por favor? Su padre titubeó por un momento y luego dijo, Hijo, tu puedes ir. Aquí tienes los tratados, ten cuidado. Gracias papa. Y con esto, él se fue bajo la lluvia. El niño de 11 años caminó todas las calles del pueblo, puerta por puerta repartiendo los tratados a las personas que veía. Después de 2 horas caminando bajo la lluvia, con frio y su ultimo tratado, se detuvo en una esquina y miro a ver si veía a alguien a quien darle el tratado, pero las calles estaban totalmente desiertas. Entonces él se viró hacia la primera casa que vio, comenzó a caminar hacia la puerta del frente y tocó el timbre. El tocó el timbre varias veces, esperó y nadie salió. Finalmente el niño se volteó para irse, pero algo lo detuvo. El niño se volteo nuevamente hacia la puerta, comenzó a tocar el timbre y a golpear la puerta fuertemente con los nudillos. El esperó, algo lo aguantaba ahí frente al la puerta. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la puerta se abrió suavemente. Salió una señora con mirada muy triste y suavemente le pregunto, ¿Qué puedo hacer por tí, hijo? Con unos ojos radiantes y una sonrisa que te corta las palabras, el niño dijo, Señora, lo siento si la molesté, pero solo quiero decirle que *Jesús realmente la ama y vine para darle mi último tratado que habla sobre Jesús y su gran amor. El niño le dio el tratado y se fue. Ella lo llamó y le dijo, Gracias hijo y que Dios te bendiga. El siguiente Sábado en la mañana el pastor estaba en el púlpito y cuando comenzó el servicio preguntó: ¿Alguien tiene un testimonio o algo que quiera compartir? Suavemente, en la fila de atrás de la Iglesia, una señora mayor se puso de pie. Cuando comenzó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba de sus ojos. Nadie en esta Iglesia me conoce. Nunca había estado aquí, inclusive hasta el Sabado pasado no era cristiana. Mi esposo murió hace un tiempo atrás dejándome totalmente sola en este mundo. El Sábado pasado fue un día particularmente frio y lluvioso, también en mi corazón donde llegué al final de la línea que no tenia esperanza ni ganas de vivir. Entonces tomé una silla y una soga y subí hasta el ático de mi casa. Amarré la soga, la aseguré a las vigas del techo, me subí a la silla y puse el otro extremo de la soga alrededor de mi cuello. Parada en la silla, tan sola y con el corazón destrozado estaba a punto de ahorcarme cuando de repente escuché el sonido fuerte del timbre de la puerta. Entonces pensé: Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá. Yo esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era más fuerte e insistente, y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza. Entonces me pregunté, ¿Quién podrá ser? Nadie toca mi puerta ni vienen a verme, solté la soga de mi cuello y fuí hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez más fuerte. Cuando abrí no podía creer lo que veían mis ojos, frente a mi puerta estaba el mas radiante y angelical niño que jamás había visto. Su sonrisa, ohhh, nunca podré describirla. Las palabras que vinieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a la vida cuando dijo con voz de querubín, "Señora, solo vine a decirle que Jesús realmente la ama. Cuando el pequeño ángel desapareció entre el frío y la lluvia, cerré mi puerta y leí cada palabra del tratado. Entonces fui al ático para quitar la silla y la soga. Ya no la necesitaría más. Como la dirección de la iglesia estaba en la parte de atrás del tratado, vine personalmente a decirle gracias a ese pequeño ángel de Dios que llegó justo a tiempo a rescatar mi vida. El Pastor bajó del pulpito hasta la primera banca del frente donde estaba sentado el pequeño ángel. Tomo a su hijo en sus brazos y lloró amargamente y con pesar. Probablemente la Iglesia no tuvo un momento más glorioso, y probablemente este universo nunca ha tenido un padre mas lleno de amor y honor por su hijo…..Excepto por uno. Este PADRE permitió a su hijo venir a un mundo frío y oscuro; y que diera su vida por tí y por mi.

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