lunes, 27 de julio de 2009

Nuestra lucha


Por: Macky Arenas - Socióloga y periodista venezolana - mackyar@gmail.com - Una Tribuna para voces del decoro - En este momento de la vida de Venezuela hay que hacer un deslinde: entre quienes luchan por el poder y quienes luchamos por la libertad. Por el poder luchan quienes lo tienen, para no perderlo. Y vegetan alrededor del poderoso aquellos que aún creen que con un gobierno de estas características podrán acceder a él por la vía convencional, tal y como si estuviéramos en una democracia, aderezando su carantoña con un poco de resignación y un mucho de conveniencia. Por la libertad luchamos quienes pensamos en el país y no en el negocio, quienes queremos una sociedad que realice el anhelo colectivo de bienestar y un pueblo que decida su destino. Es denigrante que nuestros recursos estén siendo entregados a otros países cuyos proyectos políticos son satélites del que nos imponen en Venezuela, contra la voluntad de las grandes mayorías. Es humillante que nuestros ciudadanos sean espiados por extranjeros y que manden en nuestros cuarteles como si fueran criollos. Es vergonzoso que nuestra legalidad sea pisoteada minuto a minuto, como si no tuviéramos una Constitución que una vez aprobamos y que no puede ser desvirtuada por ningún poder que no sea el Soberano. Los hondureños hicieron su parte. Vomitaron al invasor que desde Venezuela orquesta la satrapía. Prefieren meses de hambre antes que años de opresión. Solos en el mundo han logrado vencer resistencias, remontar la difamación y poner en su sitio no sólo al presidente golpista, sino a la chequera de Hugo Chávez, a la prepotencia de la Secretaria de Estado norteamericana, al descaro del vecino guapo y apoyao, a la perversidad de Inzulsa, a la irresponsabilidad de los países que formaron la indigna unanimidad y a la perniciosa red de la droga que los tenía montados en la olla del bochorno. A partir de lo que hemos visto ventilar con el caso de Honduras es indudable que lo que se juega resulta sumamente peligroso para el régimen venezolano, sus objetivos expansionistas y su papel de centro de operaciones para la exportación de la violencia. Será cuesta arriba, después del rechazo de Honduras, encontrar otra ruta para traficar con la única mercancía que podría salvarlos de la quiebra petrolera. La debacle económica para Venezuela no sólo tiene su expresión más acabada en la penosa situación de nuestra principal industria y el otrora pujante y apetecido complejo de empresas básicas; sino también y sobre todo, en la pavorosa incapacidad, tanto más evidente cuanto más regalamos para “navegar” una revolución que es echada a patadas de todas partes. Los venezolanos, por haber colocado a Hugo Chávez en el lugar en que está, tenemos la primera responsabilidad en reaccionar para salvar, no ya a nuestro país, sino a toda América Latina del agobio que padece. Porque, si bien el comando está en Cuba, aquí está el respaldo, el impulso y la orquestación para la destrucción de nuestras sociedades, la penetración del terrorismo internacional y la más inmerecida infelicidad para nuestros pueblos. Es intolerable que tantos sufran por nuestra causa. Nuestra lucha es ahora por el rescate de nuestra propia dignidad.

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