martes, 28 de julio de 2009

En guardia


Por: Jorge Guardia - abogado-economista - El fin de semana me sentí valiente. Compré un sombrero blanco tejano, un chaleco de cuero vaquero, pantalones oscuros y camisa blanca para contrastar con mi frondoso mostacho de macho catracho y, de botas, me fui con las devotas a conquistar la frontera. Iba dispuesto a todo. Eran los viejos tiempos de la revolución latinoamericana. Mi caravana, escoltada por el comandante Cero (¡nada menos!) y financiada por un embajador forrado en petrodólares (las revoluciones modernas se financian con oro negro y polvillo blanco), atravesaba pueblos y villas, reclutando campesinos, gente buena pero ignorante y uno que otro bravado, movido por mi incendiario lenguaje revolucionario. Al pasar, the village people coreaba macho, macho man. Me sentía redivivo, como Pancho Villa en tiempos modernos, o el Mao Tze Tung que nunca murió en el imaginario revolucionario. El viernes, al rayar el sol, partí de Estelí hacia la frontera y no descansé hasta enjugarme la frente y lavarme las manos en Las Manos. Ahí pronuncié mi más encendida proclama. Evoqué el espíritu de Morazán y alcé las manos a puño cerrado para incitar a la guerra. Mis palabras cargadas de pertrechos salieron de mi pecho haladas por emisoras clandestinas: ciudadanos, a la lucha. No permitáis que los ricos os despojen de vuestros derechos porque lo que el pueblo ha hecho solo él lo puede deshacer. Por fin, llegué a la frontera. Rompí, como Prometeo, las cadenas limítrofes y di un paso al frente con la frente en alto. Al pisar suelo hondureño, como nuevo dueño, exigí hablar con el mero, mero, comandante en jefe. Jefe –le dije– soy su comandante y le ordeno deponer las armas y armarse de valor para mi retorno. Pero Romeo Vázquez, comandante en jefe, me respondió que yo ya no era su jefe y tenía para mí una orden de captura. ¿De verdad me va a apresar? Sí, señor, me respondió. Sus palabras me helaron el espinazo. Imaginé estar solo en un calabozo oscuro y un oscuro porvenir. Mi mente leyó sentencias por delitos comunes en mi contra. Pensé que Hillary no me escucharía y que, aunque Ortega y Chávez evocaran la vileza del golpe, al final no me liberarían. Y se me cayó el sombrero. Descubrí que no era tan macho ni catracho como pregonaba. Tuve que confesar haber jugado con el pueblo al pedirle acudir a mi encuentro para el regreso triunfal, sin que, en el fondo, tuviera intenciones de volver. Entonces, di un paso atrás. Y, como el Mono Jojoy (o, en su tiempo, el Che Guevara), decidí acampar en tierras proclives a mi impunidad. Ahí podré, con calma, organizar la resistencia. ¡Palabra de scout !
http://www.nacion.com/ln_ee/2009/julio/28/opinion2040047.html

2 comentarios:

  1. Hola Magda:
    Muchas felicidades.
    Te informamos que transferimos el otorgamiento del premio:
    A LIBERAR AL TOCORORO como indicamos en el presente link:

    http://laprotestamilitar.blogspot.com/2009/07/premio-liberar-el-tocororo.html

    Un abrazo. Muchos saludos y nuevamente muchas felicidades.
    Atte: sammy Landaeta Millán.

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  2. Hola Sammy. Un gran abrazo y muchas gracias. Ya voy para allá.

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