lunes, 9 de marzo de 2009

Viaje a ras del suelo


Por: Teódulo López M. - La república –o lo que queda de ella- realiza un viaje a ras del suelo. Uno que consiste en el permanente sobresalto de los obstáculos de ruta, reales o inventados, que hacen de la pobre nave nacional una aventura propensa a estrellarse y de sus pasajeros unos borrachos de vaivén al que sólo le asaltan las arcadas propias del mareo permanente. Esta nave que todavía llamamos república es incapaz de alzar vuelo ante un sobredimensionado cargamento de necedades, de ineptitud y de herencia. Los pasajeros de esta nave propensa al desastre tienen sus vidas en poder de quienes insisten en hacer parapente sin corriente de vientos y de quienes les desmantelan cada día las aletas direccionales o se empeñan en dañarle los instrumentos de navegación. Podemos reproducir la imagen propicia o adecuada a nuestro movernos inadecuadamente por los corredores aéreos de la historia. En realidad nunca hemos volado respetando las normas de altitud y de seguridad, jamás hemos tenido aeropuertos con el instrumental propicio a un arribo no temerario. El futuro para nosotros ha sido un inestable sondeo del fracaso. Lo que hemos tenido en nuestra historia han sido breves períodos donde las turbulencias se han visto disminuidas. No hemos sabido tomar una ruta de crecimiento nacional ni construir una conciencia estable ni hacer ciudadanos ni crear instituciones garantes de un orden jurídico amplio y adaptable que nos permitieran todos los cambios y modificaciones necesarias pero manteniendo el control y los objetivos claramente marcados sobre el mapa de nuestra navegación histórica. Venezuela no ha sido más que una mariposa de lluvia que enloquece con los olores de la atmósfera cargada y se estrella contra las paredes. Lo que para otras naciones no son más que naturales episodios de tropiezos históricos son para nosotros hábitos, más que hábitos una especie de virus especialmente dañinos que se aposentan en nuestro disco duro de navegación inmunes a los esfuerzos de erradicación o al menos de un control estimable de manera razonada. Lo que tenemos no son voces de la conciencia que nuestros muchos prohombres sembraron, sino argumentistas de lo inmediato, recurrentes de las frases que no se deben pronunciar, estructuras de remedo. Nadie en su sano juicio puede no ver como necesaria la reorganización de los esquemas formales de las palabras nominales y verbales para organizar un conjunto que se sobreponga a la verborrea desatada. Ese nuevo paradigma político tan obviamente necesario –y consecuencia de un trastoque generalizado de las concepciones de la política, entre las cuales que su único propósito es la obtención del poder- no encuentra raíces en esta nave deteriorada de vuelo rasante. Escuchamos sólo frases de ocasión. Necesitamos una tripulación sustitutiva, una que alce la república hacia el vuelo ascendente y seguro. Necesitamos -qué duda cabe- a los actores del nuevo paradigma, al nuevo paradigma que aprenda del lenguaje y de las ideas la construcción verdadera de la oferta nueva y sustitutiva.

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