sábado, 7 de marzo de 2009

Estamos a tiempo


Por: Manuel Barreto Hernaiz - Muy pronto estaremos inmersos en otro proceso electoral -cuando no terminamos de recoger los vidrios rotos- y ya se reactivó el debate sobre los candidatos. En esta oportunidad está en juego mucho más que lealtades personales. En esta ocasión debe prevalecer el interés colectivo y el futuro de todos por encima del interés personal, pero no hay nada claro sobre cuáles serán los mecanismos para escogerlos.Sin reglas claras, difícilmente habrá una campaña donde los potenciales candidatos expongan sus posiciones. Para llegar a cualquier cargo importa mucho más ganarse el apoyo del partido que convencer al electorado.Sin embargo, también es claro que no es posible pensar sociedades democráticas y modernas sin que haya algún tipo de representació n política definida mediante mecanismos electorales. Con el argumento de que se producen heridas que después cuesta sanar y divisiones difíciles de remediar, los liderazgos partidistas no ocultan sus preferencias por negociar, aislados de la voluntad popular, el nombre de los candidatos; así como los hay que aparecen de la nada, que nunca se han acercado a las comunidades, que ignoran totalmente la problemática que existe en ese espacio que pretenden representar, también contamos con personas preparadas y trabajadoras que pueden hacer mucho por los habitantes y la región donde son postulados para ser elegidos. Acá nos conocemos, y nos consta el empeño y la dedicación que le ponen algunos para ayudar a resolver los problemas de su comunidad, pero eso solo no basta; la honestidad, la sensibilidad, la justicia, y el compromiso personal y sin aspavientos de ayudar sin distinción de ninguna clase, y a la vez poner todo el esfuerzo para lograr una sociedad mejor, donde haya calidad de vida. Y sobre todo, el "guáramo" necesario para enfrentarse, con honestidad, gallardía y firmeza, a esos secuaces del régimen, que resultan unos adversarios bien financiados, y bien asesorados. Se hace necesario tener presente que en la oposición todos los partidos son pequeños y se necesitan unos y otros, así como el hecho de que la mayor parte de la ciudadanía hoy en día no milita en organización política alguna.La sociedad cuenta con actores múltiples que alientan el rescate del país deseado, pero quienes tienen la aspiración de representarnos son actores específicos que deberían organizase como grupos nacionales con lealtades y afinidades en torno de un rumbo político. Este parece ser un déficit mayor, quizás el principal, para los tiempos que vienen, porque sin partidos, en el sentido actual del término, la competencia política se hace más imprecisa.La ausencia de primarias abiertas demuestra el desinterés de los partidos en corregir los insuficientes mecanismos de participación de nuestra democracia. Un intenso intercambio de ideas y propuestas permitirá a los electores saber qué planes tiene cada candidato. En forma más didáctica que cuando sólo hay aspirantes que no discuten propuestas sino buscan popularidad, y con un mecanismo mucho más legítimo que las encuestas, las primarias abiertas contribuirán a fortalecer la democracia, a mejorar la calidad de los representantes.A menos que realicemos primarias, difícilmente se podrá avanzar en participación ciudadana, fortalecer la deliberación de ideas y proyectos, y ejercer mejor control de calidad de los políticos.De la propuesta de Acuerdo de Unidad Nacional "La Alternativa para el Cambio", firmado por las organizaciones políticas de oposición el 23 de enero de 2008, se extrae: "Nos comprometemos a que los candidatos o candidatas de la alternativa que representamos, los escogeremos respetando la opinión de los ciudadanos en cada estado y municipio, dentro del compromiso de escoger a quienes por sus condiciones éticas y de capacidad sean los mejores candidatos, los que tengan mayores posibilidades de triunfo, por encima de intereses partidistas, cogollos o compadrazgos, que garanticen proyectar los resultados del 2 de diciembre hacia el futuro...". ¿Tendrá vigencia tal compromiso?En estos momentos, no creemos que el dedo o el cogollo sean los llamados a elegir más idóneos para decidir quiénes deberán representarnos en tan importantes puestos. Con recurrente terquedad, las directivas partidistas no entienden que la decisión final sobre quiénes serán los candidatos no la podrán tomar ellos a espaldas del ciudadano. Consideramos que todavía podríamos impedir el desastre total, que estamos a tiempo, si nos lo propusiéramos los cinco millones y tantos mil venezolanos que aún quedamos dispuestos a lograr el país que se merecen nuestros hijos.

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