martes, 9 de diciembre de 2008

Mientras permanezcan unidos...


Sobre su lecho de muerte, el rey de los Escitas reúne sus hijos, y tendiéndoles un haz de numerosas ramas, les pidió romperlo. A pesar de su juventud, su vigor y su impaciencia, ninguno de sus hijos pudo hacerlo. El viejo padre deshizo entonces el haz, y rompió él, las ramas, con una facilidad desconcertante. Dice entonces a sus intrigados hijos: "Mientras permanezcan unidos, nadie podrá superarlos. Pero el día en que no sean ya solidarios entre sí, será el principio de su caída". Este consejo vale, creo, para toda la empresa. Pero vale más aún para cada uno de nosotros. Ya es sabido que el hombre es un conjunto de diversas características. Tenemos en nosotros una multitud de personalidades y la mayor parte del tiempo son contradictorias. Una parte de nosotros sabe que es malo fumar por el peligro de, quizás, el cáncer, y no obstante otra parte -de nosotros mismos- no se puede resistir a la tentación de encender un nuevo cigarrillo, aunque fumar no nos aporte realmente satisfacción. Asímismo deseamos ser delgados, por coquetería o por un deseo muy legítimo de conservar nuestra salud, y con todo nos permitimos excesos en la comida que comprometen nuestro ideal y nuestra talla. De manera más sutil, deseamos abiertamente el éxito, pero cuando una ocasión de oro finalmente se presenta en frente de nosotros, hacemos todo lo que esté en nuestro poder para sabotearla como si nosotros no creyéramos ser dignos de triunfar, como si el éxito sólo fuera para otros. Es necesario pues intentar ser solidario... con uno mismo. Eliminar la parte oscura de nosotros, el odio, el miedo, el aburrimiento, y hacer triunfar la luz que nos habita, el amor, la alegría con los que se hacen, en suma: la Vida. Tener un ideal y guardarlo en la cabeza a pesar de las contrariedades, a pesar de las decepciones, a pesar de los retrasos. Tener un objetivo y proseguirlo con voluntad, con paciencia, con fe y disciplina. Como se me dijo cientos de veces: "Quién siembra una acción recoge una práctica"; "Quién siembra una práctica recoge un carácter"; "Quién siembra un carácter recoge un destino". "Carácter, igual destino" dijo Héraclito. Y recordarme que la felicidad también es una práctica. Porque hay un estado de ánimo. Para ser feliz, debo ser solidario conmigo mismo.

1 comentario:

  1. Excelente. Algo que deberíamos comenzar a inculcar en los niños de manera sistemática desde sus primeros pasos en el sistema educativo; sólo así podremos desprendernos de todas las cargas negativas que llevamos como colectivo pues si no sembramos nuevos valores y actitudes jamás tendremos nada mejor para cosechar y siempre seremos presa fácil de cuanto aventurero y vendedor de humo se nos atraviese en el camino. Mil gracias Magda!.

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