Por: José Ignacio Acevedo L. - joseignacioacevedo@yahoo.com - “Junto a la mano de Dios, la mano del hombre. Así es Guayana”, expresó una vez Pedro Berroeta al ver el espectacular empuje del programa desarrollado por la CVG en esta región al sur de Venezuela. En treinta años (1968-1998) se construyó un verdadero emporio industrial en hidroelectricidad, hierro, acero, aluminio, minería, madera, infraestructura vial, educativa, de salud y otros servicios públicos jamás igualados, además del establecimiento de un conglomerado o hábitat humano de gran relevancia con un nivel y calidad de vida hasta ese momento superior al promedio del país. Hoy sólo nos quedan recuerdos tristes de ese alegre pasado. Esta revolución acabó con todo. En diez años la CVG ha tenido igual número de presidentes. En pleno retroceso, se partidizó de tal forma al recurso humano de sus filiales que la capacidad gerencial está por el piso. La indecisión, la provisionalidad, inconsistencia o inexistencia de planes o proyectos de la propia corporación o del mismo gobierno no se concretan y para agravar aún más el peso de la gestión diaria, el descontrol, la contradicción y corrupción son el signo más visible de esta administració n socialista. No hay nada más perverso y costoso para el pueblo que el pillaje o la rapiña de los recién llegados y esto precisamente lo estamos pagando todos sin distingo alguno, especialmente en el estado Bolívar, otrora pujante centro de desarrollo regional y nacional, ahora en estado de precolapso. Yo me pregunto al igual que ustedes: ¿Qué pensarían Rafael Alfonzo Ravard o Leopoldo Sucre Figarella desde el más allá? Puedo perfectamente imaginarlo, porque lo que padece el país hoy no se asemeja en absoluto a una revolución, más bien se han sustituido unas élites por otras mucho peores con un efecto letal que ahora representa lo más siniestro de lo viejo, producto de lo cual hemos padecido de gobernantes revolucionarios de esta “talla” y de este “peso”. Deslucidos unos, recién llegados otros pero todos por igual lastimosos operadores de trasiegos, depredadores golosos de recursos públicos, revolucionarios de contrabando y para nada convencidos ni fanáticos del socialismo del siglo XXI. El efecto del paso de uno de ellos por la CVG es recordado del mismo modo que las siete plagas de Egipto y gracias a él especialmente, las empresas de lo que queda de la corporación presentan un cuadro deplorable. Alcasa por ejemplo, entre el año 2006 y 2007 perdió 665.5 millardos de bolívares y no se sabe cuánto perderá ahora con la caída de los precios y los graves problemas operativos, técnicos y de administració n que padece; los cuales pareciera ahora contaminar también a Venalum. La nueva Sidor (en papel todavía de Techint) ha pagado a los argentinos 340 millones de dólares por los excedentes de caja y ha dejado de producir este año 600 mil toneladas de acero. De la misma forma ha distribuido a la CVG desde el 2003 a la fecha 637 millones de dólares por el mismo concepto de excedentes de caja, sin que se sepa o informe el destino de los mismos. Ferrominera Orinoco ha tenido que pagar 100 millones de dólares en este período por concepto de retardo en el despacho de buques debido al mal estado del canal del Orinoco y si a todo este desastre le agregamos los del mismo siniestro personaje al frente de la Gobernación con una cifra histórica de dispendio de casi 2 billones de bolívares sin que se vean ni sientan por ninguna parte a menos que no sea en vallas, pancartas, avisos, gorras, franelas y cuñas en todos los medios de comunicación regionales y nacionales a granel y como arroz. El gobierno de Bolívar exhibe la espeluznante cifra de 560 asesinatos o muertes violentas en lo que va de año, aun cuando se los achacan a los gobiernos anteriores. Lo de los apagones y los problemas del agua así como el abandono de la infraestructura de los servicios públicos y la deshonestidad serán su condena el próximo 23 de noviembre, por mucho empeño que ponga en negarlo o en insultar a sus adversarios, pues cuando las gallinas cantan como gallos es porque la cosa está fea. El pueblo se cansó de esperar y de soñar. En manos de este gobierno y sus partidarios el Estado como tal no puede operar, no puede funcionar ni hacer las tareas que le son propias. Se ha sustituido al Estado por “empresarios” de nuevo cuño y maletín, facilitadores espontáneos de oficio que le guardan “lo suyo” al autor intelectual del fraude. Ese mismo estado conducido deliberadamente a vaivén de mafias económicas, financieras o burocráticas tiene un poder efímero y precario, prestado e inestable que al final se vuelve muy costoso e inmanejable al no poder satisfacer la apresurada voracidad insaciable de la soldadesca de turno que presiente el final de sus días de gloria; puesto que a diferencia de Pérez Jiménez, este es un gobierno militarizado y no precisamente militar, porque los valores y la ética de la peor tradición de las autocracias militares de nuestra historia se han impuesto y la tropa uniformada que asaltó las posiciones civiles han llevado tan bajas concepciones a sus cargos, ya que su verdadera intención no es precisamente ocuparlos sino llenar las alforjas sin importar que el diluvio después arrase con todo. Eso es compatriotas y amigos lo que ahora tenemos que evitar en nuestra próxima cita electoral y armarnos con el único instrumento que tiene siempre a mano el pueblo democrático para castigar o premiar gobiernos y gobernantes, como es el voto, aprovechar con mesura y sin pasión la posibilidad cierta de cambio que tenemos al frente y no desperdiciarla. Votemos por la esperanza, y por aquellos candidatos que han demostrado con creces un liderazgo civil auténtico, afincado en reiteradas luchas por la libertad y por la democracia, estando siempre de nuestro lado con Guayana y Venezuela en los momentos más angustiosos y difíciles. Votemos también para recomponer al país y devolverle la fe a tanta gente desilusionada por una revolución sin contenido ni alma, que pasó como la langosta, arrasando y arruinando todo a su paso, dejando como ahora vemos, hambre, miseria y desolación.
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