viernes, 3 de julio de 2009

El dilema del paisa Uribe


Por: Roberto Olivares - robertocarlo14@hotmail.com - En estos tiempos turbulentos por los que transita nuestra América latina, no existe un presidente más legítimo, eficiente y capaz; que el de Colombia. El señor Álvaro Uribe Vélez se ha convertido en la antítesis necesaria, que con manos de plomo y guantes de seda, ha sabido contrarrestar los avances antidemocráticos e intervencionistas del dictador venezolano y sus secuaces latinoamericanos. Ha puesto Uribe de nuevo en el tapete a la hermana república de Colombia pero no por las razones negativas del pasado, sino más bien por motivos loables, democráticos y trascendentales. Es hoy en día el presidente más popular del hemisferio, y por supuesto de su país. Es aquí precisamente donde el agua se le pone turbia al presidente colombiano. Después de lo acontecido estos últimos años en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, y recientemente en Honduras; la posibilidad de un tercer mandato se le pone muy cuesta arriba al paisa Uribe. Sobre todo si pretende mantener incólume su actual imagen de demócrata a carta cabal, y de político progresista. Evidentemente desde el punto de vista práctico, pareciese que lo mejor para Colombia sería una tercera reelección de Uribe, pero desde el punto de vista pragmático, luciría mejor si se retirará con la frente en alto y el deber cumplido. Especialmente a sabiendas que su mayor legado será la inminente desaparición de la guerrilla colombiana gracias a su liderazgo y determinación. Ningún país del continente a excepción de Cuba permitía la reelección ilimitada hasta hace unos pocos meses atrás, que de manera ilegal y truculenta el dictador venezolano trampeó un plebiscito que ya había sido rechazado un año antes, para así poder perpetuarse en el poder utilizando a las subyugadas instituciones venezolanas, a la vez que capitaliza los petrodólares del imperio “gringo”. ¡Tremenda yuxtaposición de ideologías que bailan al son del billete verde norteamericano! En Latinoamérica nueve países permiten la reelección alterna, pero no consecutiva, es decir, con un período de por medio. Cinco países permiten la reelección inmediata, y cuatro naciones prohíben terminantemente cualquier tipo de reelección popular. En Colombia la reelección inmediata estaba prohibida hasta que llegó Uribe y modificó la Constitución para poder reelegirse por segunda vez de manera consecutiva. A raíz de sus grandes logros en materia económica, y sobre todo en materia de seguridad nacional al tener a la guerrilla acorralada y en terapia intensiva después de más de 50 años de guerra interna; la posibilidad de una nueva modificación a la carta Magna colombiana ya está en proceso, y por ahora en “stand by”. La mayoría de los colombianos están de acuerdo con un tercer mandato de Uribe, y sus detractores no encuentran agujeros para colarse y hacerle un contrapeso efectivo a las aspiraciones del presidente colombiano. Uno de los fundamentos básicos e inquebrantables de las democracias sanas y robustas, es sin lugar a dudas la “alternabilidad democrática”. Si el presidente Uribe cómo se vislumbra actualmente ha realizado un buen trabajo en sus dos administraciones desde la casa de Nariño, no tendría porque buscar una tercera reelección ya que las instituciones de su país están lo suficientemente fuertes y maduras, cómo para continuar eficientemente el avance meteórico de la hermana república colombiana. Además tiene Uribe en Juan Manuel Santos, ex ministro de la defensa, su mejor pupilo y aliado. Uribe sabe muy bien que con tan sólo apoyar a Santos en las próximas elecciones presidenciales, el ex ministro ganaría de rabo alzado y continuaría de manera sistemática las políticas progresistas de Uribe que han convertido a Colombia en el mejor aliado de los EEUU en la región, y a Colombia en un país moderno y civilizado. Tiene evidentemente un gran dilema el paisa Uribe, pero cómo buen político y hombre de bien, seguramente declinará un tercer mandato y pasará a la historia cómo el “Roosevelt” colombiano; visionario y estadista. De está manera no sólo favorecería a su patria, sino a todo un continente famélico que clama por sensatez, cordura, y progreso.

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