martes, 9 de diciembre de 2008

10 años de fracasos


Por: Leandro Pereira Cortez - Concejal de El Hatillo - En estos diez años de fracasos y tragedias revolucionarias hemos aprendido, como el buen corredor, a tener resistencia, a echar el resto, a rematar al final de la carrera, a crecernos en los momentos cruciales y definir democráticamente el escenario a corto plazo. Convencido de esta realidad, es apropiado avizorar otra contienda que se nos viene encima, casi de inmediato, para la que apenas tenemos tiempo de entrenamiento y reacción. Si, definitivamente nos toca a nosotros otra vez dar la lucha por la democracia, tendremos que darla una y mil veces, con el mismo ánimo y el resto del aliento que pueda quedarnos. Dicha reflexión nace luego de un viaje que acabo de hacer a mi Calabozo querido. Si en Calabozo, que es una ciudad de las más prósperas y adelantadas del estado Guárico, sus habitantes no prestan la más mínima atención a lo que sucede en el país con las amenazas del Presidente, qué quedará para los más recónditos lugares de nuestra patria. Me sorprendió encontrarme con otro mundo, la gente ni se entera de lo que dicen los noticiarios, los periódicos y los medios de comunicación en general. Están atrapados en su mundo monótono de trabajo y parranda, se consuelan con decir que, “a mi que me dejen trabajar”, sin darse cuenta que hoy es con el conocido, con el vecino, es el cuento que oyen y sienten lejano a su entorno, pero no se dan cuenta que la amenaza a todos por igual esta allí latente, y en un mañana tal ves no tan lejano les toque vivir en carne propia el atropello y las vejaciones de este desgobierno. Son aquellos venezolanos que, al igual que en otras localidades remotas de la nación, se encuentran olvidados por el sistema, ajenos a los cambios y decisiones clave que se toman desde Caracas y que, peor aún, desconocen los atropellos cometidos contra las leyes establecidas. También hay un trabajo de chantaje, amenazas y extorsión de parte del Gobierno sin duda alguna, a los productores agropecuarios, grandes, medianos o pequeños, se les chantajea con el acceso a los créditos estadales, viven el permanente asedio de las invasiones, impulsadas y apoyadas por el verbo cada vez más encendido e incendiario del Presidente de la Republica. Por eso, a los que vivimos en el centro del país, en esa otra Venezuela con acceso a la información y con responsabilidades políticas, nos corresponde nuevamente enfrentar el capricho presidencial de perpetuarse en Miraflores y su intento por seguir sembrando odios en una tierra que solo ha sido fértil para la paz, la concordia, la hermandad y la democracia. Demos pues esa pelea, sigamos dándole al aprendiz de dictador el jarabe de su propia medicina, el remedio de los votos, el bálsamo de los sufragios, la pócima democrática que conjura la brujería del odio y la insensatez.

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