lunes, 7 de abril de 2008

Dios no permita que pierda...


el romanticismo, aún sabiendo que las rosas no hablan; el optimismo, aún sabiendo que el futuro que nos espera puede no ser tan alegre; la voluntad de vivir, aún sabiendo que la vida es, en muchos momentos, dolorosa; la voluntad de tener grandes amigos, aún sabiendo que, con las vueltas del mundo, ellos se van de nuestras vidas; la voluntad de ayudar a las personas, aún sabiendo que muchas de ellas son incapaces de ver, reconocer y retribuir, esta ayuda; el equilibrio, aún sabiendo que muchas fuerzas quieran que yo caiga; la voluntad de amar, aún sabiendo que la persona que yo más amo, pueda no sentir el mismo sentimiento por mí; la luz y el brillo en la mirada, aún sabiendo que muchas cosas que veré en el mundo, oscurecerán mis ojos; la garra, aún sabiendo que la derrota y la pérdida son dos adversarios sumamente peligrosos; la razón, aún sabiendo que las tentaciones de la vida son muchas y deliciosas; el sentimiento de justicia, aún sabiendo que el perjudicado pueda ser yo; mi abrazo fuerte, aún sabiendo que un día mis brazos estarán débiles; la belleza y la alegría de ver, aún sabiendo que muchas lágrimas brotarán de mis ojos y correrán por mi alma; no pierda el amor por mi familia, aún sabiendo que ella muchas veces, me exigirá esfuerzos increíbles para mantener la armonía; la voluntad de donar este enorme amor que existe en mi corazón, aún sabiendo que muchas veces él será rechazado; la voluntad de ser grande, aún sabiendo que el mundo es pequeño. Y, por sobre todo, Que yo jamás me olvide que Dios me ama infinitamente; Que un pequeño grano de alegría y esperanza dentro de cada uno es capaz de cambiar y transformar cualquier cosa, pues la vida es construida en los sueños y realizada en el amor. ¿De qué nos sirve vivir, si no sabemos respirar? ¿De qué nos sirve soñar, si no somos capaces de hacer realidad nuestros sueños?.

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