jueves, 10 de abril de 2008

Coalición Chávez-Kirchner


Por: Rodrigo Botero Montoya - Un economista argentino me hacía la observación que el símil adecuado para entender lo que sucedía en su país era el de un emirato árabe, pero sustituyendo la soya por el petróleo. Eso explicaba las curiosas coincidencias que era posible observar entre la Venezuela de Hugo Chávez y la Argentina de los Kirchner. Desde la perspectiva mencionada, puede apreciarse que la estrecha relación actual entre Buenos Aires y Caracas se fundamenta en esquemas mentales similares y formas compartidas de ejercer el poder, más bien que en conveniencias circunstanciales.A grandes rasgos, éstas son las características de la economía política de un emirato árabe. La prosperidad del reino está determinada por un recurso natural cuyo control constituye la base de poder político del emir, quien gobierna como monarca absoluto. El emir extrae rentas de la explotación del recurso natural. Parte de esas rentas ingresan a su patrimonio personal, el resto constituye un ingreso fiscal. La demarcación entre lo que es propiedad privada del emir y el patrimonio público es imprecisa. El emir distribuye en forma discrecional subsidios y beneficios a la población, como prueba de su generosidad, no como un derecho ciudadano. La distribución clientelista de recursos entre las tribus del emirato sirve como mecanismo de control social y de preservación de lealtades. Los negocios dependen de la buena voluntad del emir y de la mediación interesada de sus familiares o de la favorita del harén. El emir no rinde cuentas. Su voluntad es ley. La estabilidad jurídica y la transparencia administrativa son inexistentes. El manejo estatal es proclive a la corrupción. El sistema gubernamental es pre-moderno, arbitrario, desinstitucionaliza do y altamente centralizado. Tanto Hugo Chávez como los esposos Kirchner han aprovechado el auge de los precios de los commodities para incorporar elementos significativos de la economía política descrita a los modelos que están aplicando en sus respectivos países. En Venezuela, ha surgido una 'boliburguesía' que se nutre de acuerdos privilegiados con empresas estatales. En Argentina, se presiona a inversionistas extranjeros para que cedan, en condiciones especiales, parte de sus acciones a empresarios cercanos a la Casa Rosada.El régimen venezolano ha resuelto el problema de datos incómodos, suprimiendo el suministro de los mismos por medio de una ley de secreto estadístico. Existe una tasa de cambio paralelo, pero es un delito publicar su cotización. Al poner fin a la publicación de los indicadores socio-económicos, Chávez pretende que se aplauda su gestión, en base a los anuncios oficiales, pero impide que se evalúen los respectivos resultados.Víctor Beker describe en La Nación de Buenos Aires la manipulación estadística que ha dado lugar a lo que él denomina el índice de precios dibujado, IPD: 'La Argentina es hoy un país sin estadísticas confiables. Se asemeja a un avión que vuela sin instrumentos. Ello genera, por un lado, un clima de incertidumbre para la toma de decisiones. ¿La inflación es del 20 o del 30%? ¿El tipo de cambio de exportación sigue siendo competitivo? ¿La economía crece al seis o al ocho por ciento? ¿El desempleo sube o baja? La toma de decisiones en la Argentina actual se parece mucho a hacer apuestas en un casino esperando que la buena suerte lo favorezca a uno. Por otro lado, la veracidad de la información pública es uno de los soportes fundamentales del régimen democrático'. Las relaciones bilaterales entre empresas estatales ofrecen abundantes posibilidades de enriquecimiento fácil a intermediarios y funcionarios de los dos países. Los recursos fiscales que producen el petróleo y la soya les han permitido a los respectivos gobiernos distorsionar los precios de la energía y los alimentos a través de subsidios. De esa manera se estimula el consumo y se desalienta la inversión. Este esquema se pondrá a prueba cuando un entorno internacional adverso imponga la necesidad de hacer el ajuste.

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