Por: Agustín Blanco Muñoz
Mi
muy apreciada amiga Mirella Zubani Giovanelli respondo su carta del
06-09-13 por este medio porque su exposición toca en forma resumida
muchas de las observaciones y angustias que, en forma de preguntas o
críticas a veces ácidas, me hacen unos cuantos lectores. Algunos han
llegado a decir que no me volverán a leer mientras no me polarice.
Su
planteamiento obliga a este debate. Usted dice de entrada: “entiendo
perfectamente las incertidumbres que causan ciertas actitudes o
políticas de la oposición. También entiendo que tanto la oposición como
el gobierno en el fondo tengan los mismos intereses. No desconozco que
la oposición ofrece quizás lo mismo que la cuarta república en una
versión más o menos edulcorada, lo que nos debería inducir a
arrinconarla en el baúl de los olvidos”.
Estamos
contestes en poner de lado la política grupal, limitada, clasista que
termina por expresarse a través de un autócrata-héroe-libertador o
caudillo y que hace gala de sus respectivos pensamientos únicos.
Pero
luego usted se pregunta: “Si estando claros que la oposición no ofrece
mayores cambios al actual sistema, y en el mejor de los casos, es muy
semejante a la cuarta república, ¿no cree que sería importante
considerar que ella al menos permitió los cambios?”
No,
amiga mía. La oposición no permitió ni impulsó cambio alguno. El tal
paso de la llamada cuarta a la quinta república se dio sobre el
derrumbe de una política que hizo del fracaso su mayor razón de ser. Y
sobre las miserias de una realidad se anunció la construcción de otra
que venía en plan de forajida venganza.
El
llamado proyecto revolucionario trae la intención de profundizar la
destrucción que ya había comenzado y que tenía como puntos culminantes
las protestas del 27F-89, el levantamiento militar-cívico del 4F-92, la
defenestración de Carlos Andrés Pérez y el gobierno de Caldera II,
preparación final del terreno para darle paso al nuevo y radical
salvador.
De
modo que no se trata -como dice- de que los “cambios permitidos fueron
para peor”. La mayor parte del colectivo defraudado de AD y Copei entra
a formar parte de la “nueva política” que, una vez más, promete
reivindicar la pobreza y darle una vida digna, pero con la diferencia de
contar con una riqueza petrolera sin precedentes.
Dice
usted que en esa oportunidad hizo falta un planteamiento como el que
ahora hacemos (y que iniciamos en la década de los 70) sobre la
necesidad de tomar el pueblo-colectivo-soberano como agente histórico
fundamental y apartado, como dice usted, de Mesías que andan “cambiando
y anulando siempre lo anterior, y supuestamente empezando siempre de
nuevo, cambiando para no cambiar nada. Porque en el fondo de lo que se
trataba era de engañar siempre”.
Pero:
¿en qué momento de estos 203 años de la llamada vida republicana se
puso de lado el engaño como arma y clave de la política? Han engañado
patriotas y realistas, los falsos demócratas y los dictadores,
socialistas y los “nuevo demócratas”.
Por
eso seguramente es que usted dice entender y compartir “esa ilusión de
una Constituyente del Pueblo”. Y su conclusión tiene plena validez:
“Sólo con una base firme y grande de pueblo, podremos cambiar este
panorama.” De acuerdo. El cambio hoy no puede ser individual sino del
todo social.
Y
no es cuestión de imponer una dictadura burguesa o proletaria, sino de
propiciar un avance colectivo hacia una forma de vida superior, basada
en un ordenamiento jurídico-institucional que no apunte hacia el
resguardo y mantenimiento de los privilegios sino hacia una sociedad de
verdadera convivencia.
Sin
embargo, usted concluye así: “No veo mal que usted siga con sus ideas,
probablemente sean las correctas. Pero lo que le pido es esto: No lo
haga sobre las cenizas de la oposición. Se lo pido porque sus argumentos
lo que hacen es desorientar aún más al común del pueblo”.
Ahora
quiere usted salvar la misma oposición que ya arrinconó en el olvido y
que nombra como cenizas. Y no me pide el silencio, pero sí que no
toquemos los líderes o el líder de las oposiciones “con mis ideas que
sólo sirven para desorientar”.
Es
decir, usted termina asumiendo la posición de todos los polarizados.
Salvando su o sus líderes. Y la entiendo. Proposiciones como la
Constituyente pueblo-calle no son cómodas ni fáciles de asumir. Implican
asumir responsabilidades.
No
descargar mis deberes en la dirección porque ahora todos nos colocamos
en la posición de la organización y liderazgo horizontal y me toca
reunir un grupo y estar al frente de un Movimiento de Movimientos
dispuesto a interaccionar con miles para trabajar por otra realidad, que
nos aparte del perverso engaño de seguir atrapados entre las fuerzas
del pasado y el olvido y podamos gritarle un fuera a los Maduro y
Capriles.
El
señor Maduro es la continuación de la tragedia que tuvo como actor al
topopoderoso golpista presidente. Y Capriles es la improvisación
convertida en política. Por allí anda diciendo que busca una mayoría
superior al 65% para poder ser presidente porque si no es así le roban
los votos “porque aquí no hay juego democrático”. Y dice además que
Venezuela y Cuba son 2 realidades distintas, es decir que Venecuba no es
verdad y que sí podrá llegar por votos a Miraflores.
Y
es así como las oposiciones le otorgan a Maduro y a su política de
pasado-destrucción cada vez más espacios que sirven de base para todo
tipo de acuerdo-negociación. Buscar 65% o más es conceder y reconocer
el triunfo de la parte dominante. ¿De manera gratuita o el régimen tiene
sus oposiciones?
Por
ello, mi querida amiga, la proposición de Constituyente Calle apunta
hacia un nuevo ciclo histórico que nos aparte de este oficialismo y
sus oposiciones y de esta terrible condición de expaís tomado por el
más ominoso y confuso pasado.
Y
siento que en su caso, como en muchos otros, en medio de incertidumbre y
confusión se prefiere esperar la especie de milagro que haga posible
que el llamado polo opositor algún día consiga el 65% para sacar al
monstruo socialista del, pasado-olvido venecubano. Para nosotros hoy y
aquí se trata de ir a toparnos con el porvenir! ¡Qué historia amigos!
El Universal, 13 de septiembre del 2013.
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