lunes, 4 de enero de 2010

Año frijolero


Por: Pedro Llorens - pllorens@el-nacional.com - Pese a una realidad política sombría, mediocre e ilegítima, que a menudo hace pensar en un posible pronto desplome del hombre que habla más que un "perdío" cuando aparece, no es del todo descartable que el nuevo año venga "frijolero" y que del cielo lluevan vainas a la oposición. El Presidente ha convertido su vocación mediática en delirio paranoide, con la particularidad de que ahora los excesos y los arrebatos, lacrimosos o agresivos, vienen específicamente señalados en guiones, elaborados en salas situacionales, donde los problemas del país figuran como apenas parte de la otra realidad, la del melodrama nacional, nada distinta a la que nos ofrecían las más arrabaleras y rompecorazones películas mexicanas. Tan cómodo se siente en el papel de Pepe el Toro (Pedro Infante), de Nosotros los pobres y ustedes los ricos, que no tiene el menor empacho en proclamarse pobre de solemnidad y honrado hasta los tuétanos al igual que su familia, con curiosas lecciones de moral y lágrimas de cocodrilo, mientras maneja y dispone a discreción más de 40 millardos de dólares, arrebatados al Banco Central y a PDVSA, para su insólita, espectacular y perversa desviación del gasto publico Decidió dedicarse por entero, mañana, tarde y noche, horario corrido, sin descanso (pipi bajo la mesa, junto a los aires acondicionados) a lo que más sabe hacer, lo que aprendió de los predicadores evangélicos y de los predicadores cubanos, Fidel Castro al frente, reinventar a Cristo, reinventar la historia y sus personajes, y hacerlo con la ingenuidad del Chapulín Colorado: "¡Síganme los buenos!". A fuerza de retrógrado, de anacrónico, deviene en innovador, y su iglesia exhibe una moral que permite todos los excesos y todos los ilícitos, aún los bancarios y los cambiarios, siempre y cuando... Mientras la URSS se quedaba en el camino con aquello de que a cada quien según su capacidad, y ni hablar de que a cada quien según su necesidad, el materialista de Sabaneta consagró la posibilidad de que cada quien pueda tomar, de ser necesario por la fuerza, lo que requiera para sus necesidades (y algo más)... y lo hizo no por marxista, no por leninista, ni siquiera por estalinista, sino por soberbio (según San Agustín, la soberbia no es grandeza, es hinchazón y aunque lo hinchado parezca grande no está sano)... y también por algo que viene a ser lo mismo, por militarista. La oposición ya sacó su dedo índice y comienza a dar golpecitos en la mesa, como hacían los republicanos españoles: "¡De este año no pasa!

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