martes, 5 de agosto de 2008

La felonía sin resistencia


Usando los últimos minutos de sus poderes habilitados, el jueves 31 de julio, Hugo Chávez decretó 26 leyes de la República, violando la Constitución y a espaldas de la población. Nada que sorprenda, de un gobernante que ya hizo lo mismo en noviembre de 2001, cuando decretó 49 leyes el último día de vigencia de una Ley Habilitante.Tampoco hay que extrañar que Chávez siga en sus trece de instalar a como dé lugar un comunismo Mao-fidelista- chavesiano, ni tampoco que pretenda meter de contrabando la “reforma” constitucional que le fue rechazada el 2 de diciembre de 2007. Chávez anunció el mismo 2 de diciembre de 2007, que el triunfo del NO era sólo una demora en sus planes de imponer su Socialismo del Siglo XXI, pero no significaba que desistiría de sus propósitos. De igual manera, no debe sorprender que el Tribunal Supremo de Justicia se haya apresurado a calificar de constitucionales a cinco de estas leyes que tienen carácter orgánico, a pesar de que la Constitución es clara al definir que sólo la Asamblea Nacional tiene potestad para legislar leyes orgánicas. Ya se sabe que los poderes públicos están secuestrados por grupos oficialistas que sirven a Chávez y no a la nación. El ex mentor de Hugo Chávez y ex presidente de la Asamblea Constituyente , Luis Miquilena, calificó a esta avanzada del mandatario como una felonía. Estas leyes son inconstitucionales y aunque aún no se conoce en su justa dimensión el alcance de este enjambre, lo único que aparentemente no se logró incluir de su “reforma” constitucional fue la reelección presidencial. Lo que más preocupa no es el abuso del poder de Chávez, sino el que luego de tres días de haber cometido tal aberración constitucional, no haya una mayor manifestación de rechazo de los dirigentes gremiales, los académicos y la sociedad civil organizada, con excepción de algunas voces aisladas como las de Luis Miquilena, Julio Borges, Cecilia Sosa y algunos otros. Y preocupa aún más que desde los partidos políticos y su dirigencia se hayan alzado muy pocas voces de protesta. En especial llama la atención el silencio de los que aspiran a ser electos en cargos públicos. Mientras Chávez impone su dictadura, la mayoría de los precandidatos y candidatos siguieron tan campantes en sus giras y diatribas electorales, sin detenerse a pensar que el país se les escapa de las manos. En un país secuestrado y sin instituciones públicas imparciales como es Venezuela, lo lógico hubiera sido que las fuerzas vivas políticas del país que firmaron el pacto de unidad “23 de Enero” hubiesen dado la cara por ese mismo país al que le piden que exprese su confianza con el voto. De haberlo hecho, hoy ese liderazgo estaría más fortalecido políticamente y los ciudadanos, ávidos de voces dirigentes, sensatas y dignas, habrían salido de su aparente pasividad para hacer un frente común con ellos ante la felonía del Gobierno.

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