jueves, 21 de agosto de 2008

Esclavos y negreros


Por: Ángela VALLVEY
Quién diría que las ideas de Aristóteles -las malas, sobre todo- seguirían tan vigentes a estas alturas - Ser esclavo significa para un ser humano vivir bajo el mando y la superioridad de otra persona, sin posibilidad de protesta ni de réplica, denota vivir bajo el zapato con suela de clavos de un amo que tiene en sus manos el destino y la voluntad del siervo. Antiguamente, se consideraba la esclavitud como algo «natural». Así lo creía, verbigracia, Aristóteles que afirmaba que los esclavos son absolutamente necesarios para el buen funcionamiento de la ciudad. Qué gracia le haría, al viejo filósofo, si levantara la cabeza y se diera cuenta de que lo que predicaba (era un firme defensor de la esclavitud) se ha convertido en evidencia y realidad: que las ciudades de hoy día funcionan con una base de esclavos de diverso tipo que las mantienen sobre sus hombros, como en el mundo antiguo suponían que una tierra plana era sostenida por tortugas gigantes. «Sin las cosas necesarias ni se puede vivir, ni bien vivir», decía el peripatético macedonio, maestro de Alejandro Magno. Y los esclavos eran para él absolutamente necesarios, porque sin ellos nada funcionaba. Eran la fuerza bruta de cualquier trabajo, de todo hogar. Qué curioso que, aunque la esclavitud, aparentemente, está abolida en todo el planeta, tras la influencia benéfica y civilizadora de la Ilustración, aunque creemos que la esclavitud es algo del pasado, más de 12 millones de seres humanos viven esclavizados todavía, y quienes promueven y defienden el tráfico de personas esclavas ni siquiera tienen, por desgracia, el talento de Aristóteles para la Zoología o la Ética. Es también chocante observar la llegada de pateras a las costas españolas, sin cesar, cargadas de inmigrantes dispuestos a convertirse en mano de obra esclava con tal de huir de su condición de hombres libres en sus países de origen. Qué poco ha cambiado la naturaleza humana desde los tiempos de los sumerios, de la manumisión solemne de esclavos «per testamentum» en la antigua Roma, de Bartolomé de las Casas? Quién diría que las ideas de Aristóteles -las malas, sobre todo- seguirían tan vigentes a estas alturas.

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